lunes, 21 de marzo de 2016

VOLVER - por Gabriel Andrade

Si tanta sangre derramada de obispos, sacerdotes, religiosas, catequistas, delegados de la palabra y también de cristianos que son campesinos, obreros, sindicalistas y combatientes no convencieran de que lo político es un ámbito propio de la santidad -más aún de que la santidad pasa normalmente por lo político-, no habría discurso teológico capaz de convencer de ello.
Jon Sobrino; sacerdote y teólogo - 4 de agosto de 1996.


Para muchos de los que ya pisamos los cincuenta, los tangos se nos hacen cercanos y algunas de sus letras suenan como frases fuerzas, dada la realidad actual y el futuro cercano que se adivina.
Carlos Gardel, -ícono de este género musical- le puso música a la década infame y con letra de Alfredo Le Pera en 1935 nos decía que es un soplo la vida, / que veinte años no es nada, y también que tenía miedo del encuentro / con el pasado que vuelve / a enfrentarse con mi vida. / Tengo miedo de las noches / que, pobladas de recuerdos, / encadenen mi soñar.
Pero ya no son veinte, sino cuarenta los años desde aquel golpe de estado cívico-eclesial-militar. Y ya, no que se lo conmemore, sino que se vuelva a tener miedo de que nos encadenen los sueños, parece demasiado, inaceptable, irresistible.

Porque el golpe de 1976 no tuvo una finalidad militar sino económica y política: quebrar la conciencia de la clase trabajadora para afianzar un modelo de concentración de riquezas que sólo se interrumpió -en parte- en la década kirchnerista.

La dictadura militar fue muerte, desaparición, tortura, secuestros; pero fue también la victoria de la clase oligárquica y el aplastamiento del proyecto popular, la represión de los Videla y Massera no derivó en la política económica entreguista y antipopular de Martínez de Hoz, sino que la política económica entreguista y antipopular de Martínez de Hoz necesitó como condición insoslayable, la represión de los Videla y Massera.
Y hoy estamos parados en el mismo edificio dogmático, reciclado a los estilos del siglo XXI.
Este modelo de hoy tampoco cierra sin buena parte de represión en forma de censura, de persecución ideológica, de amenazas de desocupación, de hiperinflación, del abismo hacia la nada y, si fuera necesario, de balas de plomo para las manifestaciones populares. Estas postales setentistas condicionaron el pasado reciente kirchnerista y aparecen con furia revanchista en los cuadros del presente.

El golpe connotó la reconversión de la clase dominante en una nueva oligarquía que entrelazó sus intereses con los organismos financieros internacionales buitres, el aplastamiento de gran parte del empresariado pequeño y mediano a través de la apertura económica, la división del movimiento obrero y liquidación de sus cuadros sindicales más combativos desde dirigentes a delegados de fábrica, el descabezamiento de cuadros de dirigentes populares por muerte o exilio y la infusión del  temor a la población que poseía ansias de justicia social, desde los estudiantes hasta los dirigentes trabajadores y estratos eclesiales con opción por los pobres.

En 1983, con el retorno a una democracia amañada, los grandes ganadores de la peor noche negra de la Patria quedaron impunes y jamás tuvieron siquiera una razonable condena social. Así, se dieron:
* El reciclaje de los principales cómplices del genocidio en organismos claves, como los ministerios de educación y salud o las grandes obras sociales de cada estado argentino.
* Los colegios profesionales que ampararon a varios de sus asociados con funciones cómplices en la dictadura.
* La continuidad de una clase política colaboracionista, como los casos del PDP o buena parte de la cúpula sindicalista y hasta peronista.
* El empresariado que financió el golpe y fue cómplice en la desaparición de sus obreros, desde la minera El Aguilar, los Ingenios Ledesma, La Fronterita y Concepción a La Veloz del Norte y Grafanor (en el NOA); de Alpargatas, Molinos Río de la Plata, Swift, Propulsora Siderúrgica, Astillero Río Santiago y Petroquímica Sudamericana (cordones del conurbano sur bonaerense) a Grafa, Ford, Mercedes-Benz, Lozadur y Cattáneo, astilleros Astarsa y Mestrina, Dálmine-Siderca y Acindar (norte y oeste de la provincia de Buenos Aires y sur de Santa Fe); de la FIAT  (zona Centro) a Las Marías y Loma Negra (NEA) y La Nueva Provincia (interior de Buenos Aires).
* La Bolsa de Comercio de cada región apoyando cómplice cada medida económica de los genocidas a la siempre nefasta Sociedad Rural Argentina, madrina de cuanto despojo contra las clases populares ha habido.
* Toda esa legión de ganadores económicos del golpe -beneficiados además con la estatización de sus deudas privadas por el entonces presidente del Banco Central Domingo Cavallo- desde Sevel, por entonces del Grupo Macri; Acindar, del ex ministro de Economía Alfredo Martínez de Hoz; Loma Negra, de los Fortabat; y Compañía Naviera, de la familia Pérez Companc, a las corporaciones extranjeras como Techint, IBM, Ford y Fiat.
* El sector financiero nacional e internacional también beneficiado por la estatización de la deuda privada por Cavallo, desde el Banco Río hasta el Banco Francés, el Citybank, el Supervielle, entre tantos otros. A fines del ’83, el perjuicio para el Estado se estimó en 23 mil millones de dólares: más de la mitad de la deuda externa de esos años, que alcanzaba los 45.100 millones de dólares. 
* Los dueños de los grandes medios de comunicación -partícipes necesarios para cubrir la noche negra en que sumergieron al país los genocidas- con sus manos manchadas de sangre por la apropiación de Papel Prensa y la infinidad de privilegios impositivos y comerciales.
* Los periodistas que fueron referentes de opinión en los años de la era carnívora y que siguieron y siguen teniendo grandes cuotas de poder durante los tiempos democráticos.
* Y el siempre inefable Episcopado Argentino, que como cuerpo colegiado ha venido siendo
“blanco por fuera y podrido por dentro” -como dijera un nazareno hace 2000 años- dando justificación moral e ideológica a los verdugos de lo popular -tanto civiles como militares- y traicionando tanto al Evangelio que pretende enseñar como al Pueblo que dice pastorear. (ver Respuesta al Documento al Episcopado Argentino del 15 de marzo de 2006 en este mismo blog)

Cuarenta años y “el pasado que vuelve a encadenar los sueños”.
Postales del presente, hijas directas de un pasado sin redención de los nombres del poder real, de tantos que han manchado esta democracia contaminada de infamias mediáticas, de poder judicial corrupto y de desmemoria.
La derrota electoral del proyecto popular en octubre de 2015 hace que este 24 de marzo sea el más triste que he vivido. El sinsentido de ver a parte de las clases populares -y hasta aquellos que se dicen “cristianos”- votando a un representante de su histórico verdugo, se sigue sintiendo como un puñal clavado en la espalda.
Ojalá que cuando ya no estemos, la Historia cuente que este período fue un retroceso para tomar impulso hacia una nueva y definitiva sociedad más justa, libre y soberana.
Quizás nos toque ser como Moisés, que andando 40 años por el desierto, caminando por nuestra historia lleguemos algún día a vislumbrar esa tierra argentina prometida, aunque sin poder gozarla nunca.
De últimas, y como de tanto en tanto ocurre, seremos soldados derrotados de una causa invencible.
Buena memoria para todos.

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