Zenit, agencia de noticias del Vaticano, dijo hace poco que “la crisis humanitaria más olvidada en nuestro planeta es la del Congo”. De vez en cuando en los medios asoma la tragedia pues ya no hay modo de ocultarla. Pero lo que se dice de ella es todavía irrisorio e insultante en comparación con la magnitud de la barbarie y el genocidio. Y no hay llanto, ni pedir perdón, ni propósito de enmienda. En esta Carta a las Iglesias de vez en cuando decimos una palabra sobre el Congo. Es un muy pequeño grano de arena. Ahora, aunque no sea más que por pudor, volvemos a recordar a ese inmenso “pueblo crucificado”. Presentaremos, resumidamente, tres textos que han llegado a nuestras manos estos días. Terminaremos con una breve reflexión. 1. “Quieren prolongar la guerra en el Congo” En Periodista Digital del 27 de noviembre el jesuita Ferdinand Muhigirwa acusa a la comunidad internacional de querer prolongar la guerra en el Congo. “Si la comunidad internacional lo quisiera realmente, la guerra en la República Democrática del Congo terminaría en pocos días”. Y da la razón. “Está claro que la raíz del conflicto son los minerales, de los que se benefician las empresas mineras y los países extranjeros, pero no la población autóctona que se ve obligada a vivir con menos de un dólar al día”. Los organismos supranacionales, como la Unión Europea, prefieren que la contienda se mantenga y "se prolongue en el tiempo de forma interminable”. El genocidio, por causa de la guerra y la pobreza, es claro. “Es terrible que en un país tan extremadamente rico la población viva abocada a tales niveles de pobreza”. Y crece la deshumanización. En El Salvador lo entendemos bien. Desde hace décadas se produce el abandono progresivo de la agricultura: “la gente no quiere seguir trabajando en los sectores tradicionales porque prefiere enriquecerse en las minas”. Y sufren los niños: “Las familias permiten a sus hijos abandonar el colegio desde edades muy tempranas para excavar. Creen que así se van a hacer ricos, cuando después la mayoría no consigue más de 50 dólares al mes”. Son palabras mayores. - La guerra en el Congo es un genocidio que ha producido 5 millones de muertos en 15 años.
- El genocidio puede ser detenido, pero la comunidad internacional, las democracias del Norte, no quieren detenerlo. - El Congo es un pueblo activamente crucificado. 2. “El teléfono celular: ataúd del Congo” En lenguaje periodístico Cristóbal Saura explicaba en El portal del medio ambiente, el 6 junio de 2007, por qué ocurre el genocidio y por qué se oculta. El genocidio En las montañas orientales del Congo hay coltán y niobio, además de oro, diamantes, cobre y estaño. El coltán, abreviatura de colombio-tantalio, está en suelos de una antigüedad de tres mil millones de años. Se usa con el niobio para fabricar los condensadores para manejar el flujo eléctrico de los teléfonos celulares. Cobalto y uranio son elementos esenciales para las industrias nuclear, química, aeroespacial y de armas de guerra. Alrededor del 80% de las reservas mundiales de coltán están en el Congo. Por el control de estos minerales escasos hay una guerra tremenda. Los poderes multinacionales quieren controlar la minería de la región. Conclusión: “el motivo del genocidio son estos minerales que buscan las corporaciones” y además están destruyendo la segunda área verde del planeta después del también amenazado Amazona. Un poco de historia En 1996 Estados Unidos patrocinó una invasión de fuerzas militares de las vecinas Rwanda y Uganda. Hacia 1998 tomaron el control y ocuparon las áreas mineras estratégicas. Muy pronto, el ejército rwandés comenzó a ganar más de 20 millones de dólares por mes con la minería del coltán. Hay cientos de informes que denuncian abusos de los derechos humanos en esa región minera. Las empresas con capacidad tecnológica convierten el coltán en el codiciado tantalio en polvo y lo venden a Nokia, Motorola, Compaq, Sony y a otros fabricantes que lo usan en teléfonos celulares y otros aparatos de tecnología “de punta”. Keith Harmon Snow dice que para analizar la geopolítica del Congo y las razones de una guerra casi inacabable desde 1996, hay que comprender el crimen organizado por negocios multinacionales. La guerra del Congo se planificó con las inversiones de corporaciones multinacionales de Estados Unidos, Alemania, China y Japón en la región. Y está apoyada por las más poderosas corporaciones, la Cabot Corporation y la OM Group, de Estados Unidos; la HC Starck de Alemania; y Nigncxia, de China.Redes criminales, preparadas y mantenidas por esas multinacionales, practican la extorsión, soborno, violación y matanzas. Y obtienen beneficios sin precedentes con la minería del Congo. Hasta 6 millones de dólares en cobalto crudo salen a diario de la RDC. Sin embargo, casi nunca aparecen estas compañías en los informes sobre derechos humanos. Personajes relacionados con el negocio del coltán han estado muy cercanos al gobierno de Estados Unidos. Sam Bodman fue llamado por el Presidente Bush en 2004 para ser Secretario de Energía. Nicole Seligman fue consejera legal de Bill Clinton. Muchos que alcanzaron posiciones de poder en la administración Clinton pasaron a altos cargos en Sony Corporation. En el negocio participan distribuidores norteamericanos de armas, como Simax, y las compañías que fabrican material de guerra para el Pentágono, llamadas “proveedores de Defensa”, Lockheed Martin, Halliburton, Northrop Grumman, GE, Boeing, Raytheon y Bechtel. Incluso organizaciones pseudo humanitarias como CARE, el Comité de Rescate Internacional; “Conservation”, empresas de relaciones públicas y grandes medios de comunicación como The New York Times. Se han hecho grandes fortunas, vendiendo electrónica de alta tecnología para que la disfruten los norteamericanos y europeos, los japoneses y los “nuevos ricos” de América Latina, China y la India. El encubrimiento El 5 de junio de 2006, se leía en la portada de la revista Time: “Congo: El Peaje Oculto de la Guerra más Mortal del Mundo”. Es cierto que el artículo mencionaba brevemente el coltán y su uso en los teléfonos celulares y en otros aparatos electrónicos. La guerra era una tragedia horrible, pero nada decía de las actividades de las corporaciones y los gobiernos extranjeros, para, a través de la guerra, apoderarse del coltán. Ni tampoco, de quiénes obtienen de esta guerra resultados financieros y políticos. Johann Hari en The Hamilton Spectator, el 13 de mayo de 2006, sí analizó el origen de esta y otras guerras en África. “El único cambio a través de las décadas ha sido qué recursos naturales se buscan para consumo occidental: caucho bajo los belgas, diamantes bajo Mobutu y ahora coltán y casiterita”. Lo más cruel es que los medios no dicen nada de que estos conflictos han llevado a la población africana a una vida inhumana. 3. “Cada kilo de coltán cuesta la vida a dos niños” Lo dice Alberto Vázquez Figueroa en el ABC del 12 de noviembre de 2008. Cuenta el impacto de la guerra del coltán en los niños. Reproducimos sus reflexiones, formuladas con palabras de las preguntas y de sus respuestas. “Los niños, de entre siete y diez años, son grandes víctimas de la lucha por el coltán. Son terriblemente explotados, y se les ‘paga’ 25 centavos de euro al día. ¿Estamos ante la esclavitud del siglo XXI? El coltán lo extraen niños porque se encuentra en yacimientos a muy baja profundidad, y con sus pequeños cuerpos son los que caben mejor por los recovecos. Muchos de estos niños mueren víctimas de horribles desprendimientos de tierra. Y se quedan ahí enterrados. Lo que no han querido las empresas que fabrican aparatos con coltán es que eso se supiera. Yo he vivido dos décadas en África y algo había oído. Hay fotos de esa barbaridad: niños semiesclavos respirando polvo mientras llueve a mares o se los lleva la riada. Eso es un infierno. Han llegado cientos de miles de refugiados y aquello es un desastre. Yo me pregunto: ¿cómo en el siglo XXI toda nuestra tecnología depende de que haya un niño dando martillazos a una piedra y a un pedazo de tierra que se le viene encima? ¡Esto es de locos! Todos recordamos a tutsis y hutus matándose a machetazos, no olvidamos las iglesias quemadas con toda la gente dentro, ni a los niños perseguidos, con los brazos y narices cercenados. 700.000 desplazados y ya casi cinco millones de muertos ¡por el maldito coltán y para que nosotros tengamos una vida más cómoda! No paramos la guerra porque las grandes empresas y gobiernos no quieren que se pare. Si se paraliza la guerra no se hace negocio con el coltán. Se quedaría en el Congo. Quien controle el coltán controlará nuestra vida”. Reflexiones desde El Salvador 1. No es posible leer textos como éstos sin sentirse mal, pero alguno podrá preguntarse por qué fijarnos en el Congo cuando en El Salvador también vivimos en medio de gravísimos problemas. Y además, poco podemos hacer. La respuesta es: “por pudor”. No se puede ser humano, ni en El Salvador ni en Roma, si no hacemos hoy central el dolor del Congo. Y también por un mínimo de honradez. En los peores años de represión contra el pueblo salvadoreño, se levantaron voces en Estados Unidos y en Europa para dar a conocer nuestra tragedia y ofrecernos solidaridad. Poco podemos hacer desde aquí, pero al menos difundamos lo que está pasando en el Congo. 2. Por lo que toca a la UCA, ahora que recordamos a nuestros mártires jesuitas sería irresponsable no recordar a los jesuitas del Congo y sus mártires. Un jesuita, Christophe Munzihirwa, arzobispo de Bukavu, fue asesinado en 1996 por defender a cientos de miles de refugiados. Lo llaman “el san Romero de África”. Ahora recibimos este mensaje de Ferdinand Muhigirwa, jesuita congoleño, director del Centro de Estudios para la Acción Social que clama desde Kinshasa. Nos recuerda las palabras de nuestros mártires. Y nos sentimos hermanos. Y nos acordamos también del Padre Arrupe, cuando nos exigió a todos “la lucha por la justicia”, pagando el precio necesario. 49 jesuitas han sido asesinados desde entonces en el tercer mundo. Y el mismo Padre Arrupe sufrió fuerte persecución al interior de la Iglesia. 3. La realidad del Congo desenmascara la falsedad del “mundo de abundancia, civilizado y democrático”, lo acusa y lo juzga. Casaldáliga escribe: “África ha sido llamada el calabozo del mundo, una Shoá continental”. Nuestro amigo Luis de Sebastián ha escrito un impresionante libro con el título: “África, pecado de Europa”. Bueno y necesario es recurrir al lenguaje religioso de “pecado”. No es políticamente correcto, pero el lenguaje civil, correcto y democrático, no ha descubierto una palabra equivalente. En teología, “pecado” es “lo que da muerte”. Dio muerte al hijo de Dios y sigue dando muerte a millones de hijos e hijas suyas. 4. Por coincidencia, escribimos estas páginas en el tercer aniversario de la muerte del Padre Jon Cortina. En el salmo hemos rezado: “En el consejo de los dioses se levanta Dios y los acusa: “¿hasta cuándo juzgarán inicuamente? Juzguen a favor del débil y del huérfano; hagan justicia al humilde y al indigente; liberen al débil y al pobre y arránquenlos de las manos de los impíos”. Es el juicio de Dios ante la guerra de El Congo contra los dioses, imperios, transnacionales, medios de comunicación. 5. Y permítanme una reflexión personal. Yo me enteré que había una guerra en el Congo hace unos diez años. No sabía lo que era el coltán, ni para qué servía. Y menos sabía de los criminales manejos de occidente para conseguirlo. De todo ello no me enteré ni en la UCA, ni en mis visitas a Estados Unidos y Europa. Me lo contaron sencillas religiosas que vivieron las tragedias de Ruanda y Burundi, y trabajaron en los campos de refugiados de Bukavu, el Congo. Me abrieron los ojos. Y les he visto trabajar en comités de solidaridad en toda España, con suma sencillez, con medios muy limitados, pero con gran lucidez y amor. Publican Umoya, revista sobre la realidad actual de África. Siguen adelante. Y son las que más saben de África. Me recuerdan las palabras que le escuché a Joe Moackley, congresista por Massachussets, cuando venía a defender a los campesinos salvadoreños de la represión del ejército gubernamental: “cuando tengo que votar en el Congreso sobre nuestra política en algún país del tercer mundo, para informarme no me pongo en contacto con nuestras embajadas, sino con religiosas que trabajen allí. Son las que más saben”. 6. Con el coltán se hacen misiles, teléfonos celulares y hasta juguetes. Cuando los usemos recordemos a los 5 millones que han muerto en esta guerra, y recordemos a gentes como Ferdinand Muhigirwa, que nos mantiene en la verdad y en el amor. 7. A las personas a las que he visto mantener la esperanza para el Congo son las religiosas que han estado allá. No son ingenuas, pero con cariño y admiración recuerdan la bondad que han visto.
viernes, 23 de enero de 2009
jueves, 22 de enero de 2009
Reportaje a Ronaldo Muñoz
"Hay muchos curas para los ricos"Ronaldo Muñoz fue alumno del Papa Ratzinger, quien le calificó con distinción máxima una tesis que luego, durante la dictadura, terminó quemada por los militares. Es de los Sagrados Corazones y pudiendo dedicarse a pastorear a los ricos, decidió irse a una población y servir a los pobres. Representa, por ello, a la Iglesia popular, que se escandaliza con la pobreza antes que con el sexo; a la, que reclama derechos para el pobre y no caridad. Oírlo, es escuchar fuertes críticas al actual sistema económico, críticas muy ligadas al sentido común, que normalmente no entran en el debate porque los medios las califican de resentidas o de izquierda. Y, sin embargo, este sacerdote que ha dedicado su vida a los pobres, tiene mucho derecho a decirlas. Un buen punto de vista para partir este año electoral. Por Jorge Rojas G. . En la década del 70, usted optó por el trabajo con los pobres. ¿Le parece que la iglesia ha seguido con esa línea o se ha vuelto más elitista?-Diría que ha habido retrocesos. Con Juan Pablo II nos abrimos a los pobres, pero para adentro él fue un hombre muy concentrador de poder. Eso se manifestó en el cuidadoso nombramiento de obispos conservadores manejados por la curia romana, y por la formación de curas que pensaron a la Iglesia para adentro, preocupados de la doctrina, de la catequesis y de construir iglesias, cuando lo que teníamos que hacer era salir a escuchar a la gente. Eso hizo que el clero se concentrara en los sectores de clase media para arriba y en los sectores populares quedáramos muy pocos. ¿Ya nadie quiere ser el cura de la población? -Hay pocos curas para los sectores populares, que es mucha gente y muchos curas para los ricos que es poca gente. Los Legionarios, por ejemplo. -Claro, pero no sólo con ellos. También los del Opus Dei y Schoenstatt, que son espiritualistas y elitistas, todo lo contrario a la opción por los pobres. Ellos pueden querer beneficiar a los pobres, pero desde arriba para abajo, y hace muchos años que no creo que la sociedad se arregla así. No quiero idealizar a los pobres, pero hoy ser un trabajador es una humillación, porque se los mantiene todo el tiempo con la idea de que van a perder la pega y se quedarán sin nada. Sobre todo en crisis, donde las ganancias son privadas y las pérdidas se nacionalizan. La Legión y el opus, además tienen universidades donde no entran pobres. -Es que hoy la universidad no es para los pobres, sino para hacer más eficientes y, ojalá, más generosos a los ricos. ¿Qué hace un cura que opta por los ricos? -No sé si hacen menos sacrificios, pero proyectan una imagen de más comodidad. Ofrecen un servicio a la gente del barrio o al círculo de amigos que se estrecha a su alrededor, organizan visitas a los enfermos, construyen iglesias y recolectan algún dinero para los pobres. Pero ese es el esquema de la limosna y no el de la solidaridad fraterna. Es simplemente dar un poco de lo que sobra para quedar tranquilo con la conciencia. Pero la gente no quiere que le tiren la plata, quiere ganársela con dignidad para que sus hijos estudien. Sin embargo, lo que gasta el Estado en la educación de un niño pobre es un 15 por ciento de lo que gasta una familia de clase alta en la educación de sus hijos. ¿Cómo se puede hablar de igualdad de oportunidades en esas condiciones? En Alemania hay escuelas diferentes para la mano de obra y para los que piensan y ninguno de ellos se mezcla. Es terrible, pero son menos hipócritas que acá, donde todo se maquilla. En sus inicios, usted tuvo mucho contacto con las clases acomodadas. ¿Cuánto cambiaron los ricos en este tiempo? -Los de ahora son más ostentosos. Se conectan más con el jet set dominante del planeta que con las poblaciones. Leen el Times y The Economist, que no enchufan con las mayorías chilenas. Es lo mismo que pasa cuando uno lee El Mercurio, que cubre los intereses de los dominantes, su economía y su vida social, pero está desconectado de la realidad de la gente. ¿Y cómo es esa realidad? ¿Han cambiado los pobres en chile?-Hay menos pobreza material, pero también menos dignidad. El pobre sabe que el país no funciona para él, aunque hay ciertos adelantos en salud o las salas cunas. Se dice que en este sistema la gente es libre de cambiarse de trabajo si no le gusta. -Para el pobre la libertad se reduce a decidir si sigue trabajando miserablemente o lo deja y se queda sin nada. No es la única causa, pero por eso hay tantas personas en el alcohol y las drogas. De acuerdo a su experiencia, ¿qué otras cosas están dañando a las poblaciones?-El juego. No sólo se construyen lujosos casinos para la clase media, sino que se está casinizando a las poblaciones con las máquinas tragamonedas. Eso provoca más empobrecimiento, porque todo está pensado para sacarle la mayor cantidad de plata a los pobres. Hace un par de números publicamos la historia de una familia que llevaba 30 años viviendo en el Mapocho. ¿Qué le pasa cuando ve ese tipo de pobreza?-Este es un país escandalosamente desigual. Muy poca gente acumula de tal manera la riqueza, el bienestar, la seguridad y el lujo que llega a ser obsceno. Ellos son los dueños del país y tienen la supervivencia asegurada y no saben qué es el hambre. En cambio, los pobres saben perfectamente cómo viven los ricos, porque ellos construyen sus casas, son las nanas de los niños, cuidan sus jardines y saben cuánto cuesta una mansión. Una vez un trabajador me comentó que la empresa para la que trabajaba, terminaba una mansión en La Dehesa y, paralelamente, 300 viviendas sociales en una población y ¡la mansión costaba más que las viviendas! ¿Cómo cree que se resuelve esto? o hay que dejar que pase porque así es la vida.-Mientras los ricos no tengan contacto con las carencias y valores de los pobres no se puede hacer nada. A los ricos se les oculta la realidad con las carreteras hundidas que pasan por Santiago, pero los pobres ven a los autos pasar por ahí. Con los ricos hay que hacer puentes. ¿Qué sienten los pobres al ver el mundo de los ricos?-Amargura. Pero eso no aflora porque la gente pobre tiene miedo. ¿Y se ponen resentidos?Esa es una palabra muy manipulada. La clase dominante usa ese término para referirse a los pobres que se atreven a organizarse y levantan la voz. ¿Qué ha pasado con la preocupación hacia los pobres que tenía la Concertación?Recuerdo que Patricio Aylwin hablaba de deuda social. Es decir, que los pobres tenían el derecho de recibir, que eran acreedores. Pero en tiempos de Eduardo Frei ya no se habló de eso. Me parece que perdieron el contacto con la gente. Hace poco los parlamentarios se trataron de auto-entregar 100 mil pesos para gastos en bencina. ¿Qué significan 100 mil pesos en una población?Ese el ingreso total de muchas familias. Con 100 mil pesos comen cinco personas durante un mes y pagan el Transantiago. Los políticos no podrían vivir con ese sueldo. Ni se imaginan cómo es. Por eso pienso que los altos funcionarios deberían vivir una vez al año entre los pobres con el sueldo mínimo, como una escuela. Porque mucha gente que era del Mapu o del MIR y que hablaban mucho de los 'derechos de los trabajadores', hoy dirigen empresas, y me parece que perdieron el horizonte. Ya casi no se habla de derechos. Se habla de caridad, de compasión.-Así es. El AUGE, por ejemplo, ha revivido el tema de los derechos, pero en muy inferior calidad y oportunidad. Los tiempos de espera son enormes y la gente en vez de exigir rapidez hace lo imposible por encalillarse para tener una atención privada. Mire, yo tuve el primer síntoma de mi cáncer y a los cinco días tenía un diagnóstico preciso con tratamiento de especialistas que prepararon mis operaciones de acuerdo al tiempo que más le convenía a mi organismo. Eso es inalcanzable para la mayoría. De hecho, una persona me dijo: 'si mi mamá hubiese tenido una atención como la de usted, todavía estaría viva'. La señora había muerto, después de haber esperado seis meses por una hora. La atención llega, pero muchas veces es demasiado tarde. ¿Por qué la gente no reclama? Hay miedo de hacerlo, porque si alguien reclama la hojita de solicitud de la operación pueden pasarla más abajo y tener que esperar un mes más. Entonces la gente se termina resignando. ¿Qué pasó con los grupos que en los 70 exigían sus derechos?Eso lo ahogó en sangre el terrorismo de Estado. EMPRESARIO Y ¿PRESIDENTE? Uno de los ricos de los que hemos hablado puede ser Presidente de chile. ¿Qué le pasa con eso?-Bueno, no sólo Sebastían Piñera está moldeado por la experiencia empresarial. Eduardo Frei también. Él comenzó con las políticas de apertura económica más a fondo e hizo que los empresarios cogobernaran. Pero lo cierto es que Piñera controla el poder económico y si es presidente va a controlar el Poder Ejecutivo. Entonces estaremos peor de lo que estamos ahora. ¿Quién le va a hacer algún contrapeso? Hace unas semanas Piñera pasó el weekend con un grupo de pobres y la nota salió en el Mercurio. ¿Qué le parece?-Que es marketing. Yo no digo que Piñera sea un hombre perverso o maligno, pero nunca se ha puesto en el pellejo de un pobre y sería un retroceso para Chile. Con Frei son distintos hasta por ahí no más, pero sería peor tener a la Alianza gobernando en vez de la Concertación. Porque el gran poder no está en la política sino que en el empresariado y la Alianza representa eso. PEDOFILIA¿Cómo le parece que la Iglesia ha enfrentado la pedofilia?-Muy mal. Pero se ha aprendido y rectificado. Ahora se trata de hacer las cosas más transparentes que antes. Es abominable y condenable silenciarlo. La gente de Iglesia está para servir a la vida y no para corromperla. No hay que fusilarlos, pero hay que sacarlos de circulación. Si hay alguien peligroso para la sociedad son los curas pedófilos, por el daño a los niños y a la familia. Con eso también la Iglesia pierde autoridad para hablar de sexualidad. ¿Qué tiene que hacer la Iglesia para evitar la pedofilia?-Sacar de circulación a los que tienen estas inclinaciones. La Iglesia está desesperada por tener curas, pero lo que necesitamos son cristianos conscientes. Jesús nunca pensó una Iglesia con curas y eso empieza en el siglo III. Muchas cosas que hoy parecen normales son relativamente recientes, como que el Papa nombre a los obispos, que lo inició Juan Pablo II. Lo mismo pasa con eso que para ser cura hay que ser célibe, porque en el segundo milenio era normal que los curas fueran casados. El tema no es que todos los curas deban casarse, sino que sólo se acepte a los curas siendo célibes. Contra eso estoy yo. ¿Deberían haber curas casados?-Debe ordenarse sacerdotes a matrimonios con liderazgos y conciencia que la misma comunidad presente al obispo. ¿Es muy revolucionario discutir eso?-Yo lo discuto en todas partes y una buena proporción de los curas piensa así, pero no se atreven a decirlo porque las autoridades superiores lo encuentran muy revolucionario. Pero esa discusión en la Iglesia va a venir. VALORES¿Cómo vio la discusión sobre la repartición de la píldora del día después?-No comparto la postura de la jerarquía de la Iglesia, pero la respeto. Una de las heridas que tiene nuestro pueblo y los medios de comunicación, incluido The Clinic, es que han trivializado el sexo y con eso no estoy diciendo que la Iglesia fuese coherente, porque durante mucho tiempo tuvimos una posición muy negativa frente a la sexualidad, y hoy pagamos las consecuencias de eso. ¿Es partidario de repartir la píldora del día después?-El problema no está ahí, sino que en una formación más humana, donde los adolescentes accedan a una cultura de la sexualidad diferente. Pero la píldora es una solución de emergencia.-Claro, así como "Un techo para Chile" lo es para las casas. Pero siguen siendo un parche. Mucha gente de población dice que lucha para tener una casa digna, pero son los sueldos de las personas los que deben permitirle a esa gente tener una casa. Entonces "Un techo para Chile" es una ayuda para los empresarios porque les permite pagar sueldos que no alcanzan para una casa. Y pueden decir, para qué quieren más si ya tienen casa. Ese paralelo con la píldora sirve para decir que la píldora soluciona sólo algunos efectos de esta orfandad afectiva. Uno puede discutir por qué la píldora se le prohíbe a los pobres y no a los ricos. Pero sigue siendo un tema secundario y pareciera que fuera el gran problema valórico que tiene Chile ¡y eso es una mierda, un engaño y una trampa! Hay que ir a la raíz y lo demás es hipocresía. ¿Dónde está el problema de raíz, entonces?-En el conjunto de condiciones empobrecedoras y humillantes en que vive la mayoría de los habitantes de nuestro país. Eso degrada no sólo el sexo, sino que también la amistad, el afecto y el valor de la solidaridad. Es muy difícil que se reteja una red social diferente a la de ir a una oficina de un municipio o esperar a un camión del barrio alto con cajas de navidad y abalanzarse como si fuésemos perros sobre un montón de huesos. Se necesitan condiciones para el crecimiento humano, pero los discursosde la reforma educacional apuntan a que seamos trabajadores mejor calificados, para que ganemos más, consumamos más y así los ricos tengan cada vez más. No apuntan a formar personas vinculadas con el resto. ¿Cuáles son las discusiones valóricas que se van a dar en adelante?-Me rebelo con esa identificación entre los valores y la sexualidad. El gran valor que se ha perdido es la solidaridad. No somos para nada solidarios y nos engañamos con esto de la Teletón. ¿Cree que con la crisis que viene haya más efervescencia social este año?Dios quiera que lo que pasó con los estudiantes de enseñanza media, con los trabajadores forestales, los subcontratados del cobre, los pescadores artesanales y las temporeras se siga dando. Tiene que hacerse. Son signos nuevos, positivos, y que van en la línea de exigir y luchar por una sociedad más abierta, justa y humana. Y humana para todos, pobres y ricos. Las nanas de los más acomodados dicen que les da pena cómo viven sus patrones con ese afán de tener cosas o hacerse cirugías, y ellas no lo dicen en sentido irónico. ¿Ese fenómeno es nuevo?Sí, hoy la riqueza está más concentrada. También ahora hay sectores medios que acceden a cosas que antes no podían, como el auto último modelo y vacaciones lujosas en el extranjero. Pero es una vida hueca, a veces acompañada de crisis de pareja, niños abandonados y adicciones. Es una vida. ¿cómo calificarla? En realidad son máquinas, cosas, más que personas. ¿Qué tan vigentes están las ideas de la teología de la liberación?Siguen vigentes, pero más segregadas en distintas teologías que han recogido algunas ideas. ¿En los 70, los teólogos de la liberación fueron muy desacreditados en chile?Pasaba de todo. Éramos muy solicitados por muchos obispos, pero para los más cercanos al régimen militar, que eran como cinco, éramos personas no gratas y poco confiables. De todas maneras, eran una minoría y no tenían peso en el episcopado chileno. ¿Cómo era esa desconfianza?Descalificativa y desacreditadora como cura, sobre todo en lo que escribíamos en los libros y documentos que circulaban en la Iglesia. ¿Qué tan vinculada estuvo la Iglesia a la dictadura?No hubo mucha vinculación como Iglesia, pero algunos obispos se mantuvieron muy cerca del régimen y muchos no vieron o creyeron no ver las atrocidades que se estaban cometiendo en los derechos humanos y en la economía también. ¿No se derechizó la Iglesia?Diría que no hubo una derechización, pero era muy ideológica. A partir de la década del 90 la Iglesia vivió un repliegue, una vuelta sobre si misma, y bajó su interés por la realidad social. Durante el gobierno militar se quemaron libros suyos. ¿Eso fue lo más cerca que estuvo de la represión?No, también estuve detenido con otras 15 personas de la comunidad de la población Malaquías Concha, de la Granja, en abril de 1974. ¿Cómo fue eso?Estábamos en una reunión con los pobladores donde buscábamos la solución a la falta de alimento de los niños y llegaron los Carabineros porque dos personas nos denunciaron que estábamos organizando otra cosa. Fuimos maltratados física y psicológicamente y después nos entregaron a los militares que nos llevaron a Villa Grimaldi. ¿Qué pasó después?Nos interrogaron y a algunos jóvenes los torturaron. Estuve todo el tiempo con los ojos vendados, en un clóset de menos de un metro cuadrado. Me preguntaban para hacerme entrar en contradicciones, porque querían sacarnos alguna confesión que dijera que en la capilla se guardaban armas. Y eso no era verdadero. Lo más duro que vivimos esa noche fue la simulación de un fusilamiento de todo el grupo y un joven se puso a gritar de miedo. Por supuesto, lo que nos hicieron no es nada comparado a las atrocidades que supimos que en ese lugar se cometieron. ¿Cómo salieron libres?Todo esto pasó en un sólo día y salimos por la presión que hizo el Cardenal Raúl Silva Henriquez, que se enteró por un cura.Entrevista realizada por The Clinic (Chile. Enero 2009)
miércoles, 21 de enero de 2009
OPERACIÓN PLOMO IMPUNE por Eduardo Galeano
Operación Plomo Impune Por Eduardo Galeano
Para justificarse, el terrorismo de estado fabrica terroristas: siembra odio y cosecha coartadas. Todo indica que esta carnicería de Gaza, que según sus autores quiere acabar con los terroristas, logrará multiplicarlos.
***Desde 1948, los palestinos viven condenados a humillación perpetua. No pueden ni respirar sin permiso. Han perdido su patria, sus tierras, su agua, su libertad, su todo. Ni siquiera tienen derecho a elegir sus gobernantes. Cuando votan a quien no deben votar, son castigados. Gaza está siendo castigada. Se convirtió en una ratonera sin salida, desde que Hamas ganó limpiamente las elecciones en el año 2006. Algo parecido había ocurrido en 1932, cuando el Partido Comunista triunfó en las elecciones de El Salvador. Bañados en sangre, los salvadoreños expiaron su mala conducta y desde entonces vivieron sometidos a dictaduras militares. La democracia es un lujo que no todos merecen.
***Son hijos de la impotencia los cohetes caseros que los militantes de Hamas, acorralados en Gaza, disparan con chambona puntería sobre las tierras que habían sido palestinas y que la ocupación israelita usurpó. Y la desesperación, a la orilla de la locura suicida, es la madre de las bravatas que niegan el derecho a la existencia de Israel, gritos sin ninguna eficacia, mientras la muy eficaz guerra de exterminio está negando, desde hace años, el derecho a la existencia de Palestina. Ya poca Palestina queda. Paso a paso, Israel la está borrando del mapa. Los colonos invaden, y tras ellos los soldados van corrigiendo la frontera. Las balas sacralizan el despojo, en legítima defensa. No hay guerra agresiva que no diga ser guerra defensiva. Hitler invadió Polonia para evitar que Polonia invadiera Alemania. Bush invadió Irak para evitar que Irak invadiera el mundo. En cada una de sus guerras defensivas, Israel se ha tragado otro pedazo de Palestina, y los almuerzos siguen. La devoración se justifica por los títulos de propiedad que la Biblia otorgó, por los dos mil años de persecución que el pueblo judío sufrió, y por el pánico que generan los palestinos al acecho.
***Israel es el país que jamás cumple las recomendaciones ni las resoluciones de las Naciones Unidas, el que nunca acata las sentencias de los tribunales internacionales, el que se burla de las leyes internacionales, y es también el único país que ha legalizado la tortura de prisioneros. ¿Quién le regaló el derecho de negar todos los derechos? ¿De dónde viene la impunidad con que Israel está ejecutando la matanza de Gaza? El gobierno español no hubiera podido bombardear impunemente al País Vasco para acabar con ETA, ni el gobierno británico hubiera podido arrasar Irlanda para liquidar a IRA. ¿Acaso la tragedia del Holocausto implica una póliza de eterna impunidad? ¿O esa luz verde proviene de la potencia mandamás que tiene en Israel al más incondicional de sus vasallos?
***El ejército israelí, el más moderno y sofisticado del mundo, sabe a quién mata. No mata por error. Mata por horror. Las víctimas civiles se llaman daños colaterales, según el diccionario de otras guerras imperiales. En Gaza, de cada diez daños colaterales, tres son niños. Y suman miles los mutilados, víctimas de la tecnología del descuartizamiento humano, que la industria militar está ensayando exitosamente en esta operación de limpieza étnica. Y como siempre, siempre lo mismo: en Gaza, cien a uno. Por cada cien palestinos muertos, un israelí. Gente peligrosa, advierte el otro bombardeo, a cargo de los medios masivos de manipulación, que nos invitan a creer que una vida israelí vale tanto como cien vidas palestinas Y esos medios también nos invitan a creer que son humanitarias las doscientas bombas atómicas de Israel, y que una potencia nuclear llamada Irán fue la que aniquiló Hiroshima y Nagasaki.
***La llamada comunidad internacional, ¿existe? ¿Es algo más que un club de mercaderes, banqueros y guerreros? ¿Es algo más que el nombre artístico que los Estados Unidos se ponen cuando hacen teatro? Ante la tragedia de Gaza, la hipocresía mundial se luce una vez más. Como siempre, la indiferencia, los discursos vacíos, las declaraciones huecas, las declamaciones altisonantes, las posturas ambiguas, rinden tributo a la sagrada impunidad. Ante la tragedia de Gaza, los países árabes se lavan las manos. Como siempre. Y como siempre, los países europeos se frotan las manos. La vieja Europa, tan capaz de belleza y de perversidad, derrama alguna queotra lágrima, mientras secretamente celebra esta jugada maestra. Porque la cacería de judíos fue siempre una costumbre europea, pero desde hace medio siglo esa deuda histórica está siendo cobrada a los palestinos, que también son semitas y que nunca fueron, ni son, antisemitas. Ellos están pagando, en sangre contante y sonante, una cuenta ajena.
(Este artículo está dedicado a mis amigos judíos asesinados por las dictaduras latinoamericanas que Israel asesoró)
Para justificarse, el terrorismo de estado fabrica terroristas: siembra odio y cosecha coartadas. Todo indica que esta carnicería de Gaza, que según sus autores quiere acabar con los terroristas, logrará multiplicarlos.
***Desde 1948, los palestinos viven condenados a humillación perpetua. No pueden ni respirar sin permiso. Han perdido su patria, sus tierras, su agua, su libertad, su todo. Ni siquiera tienen derecho a elegir sus gobernantes. Cuando votan a quien no deben votar, son castigados. Gaza está siendo castigada. Se convirtió en una ratonera sin salida, desde que Hamas ganó limpiamente las elecciones en el año 2006. Algo parecido había ocurrido en 1932, cuando el Partido Comunista triunfó en las elecciones de El Salvador. Bañados en sangre, los salvadoreños expiaron su mala conducta y desde entonces vivieron sometidos a dictaduras militares. La democracia es un lujo que no todos merecen.
***Son hijos de la impotencia los cohetes caseros que los militantes de Hamas, acorralados en Gaza, disparan con chambona puntería sobre las tierras que habían sido palestinas y que la ocupación israelita usurpó. Y la desesperación, a la orilla de la locura suicida, es la madre de las bravatas que niegan el derecho a la existencia de Israel, gritos sin ninguna eficacia, mientras la muy eficaz guerra de exterminio está negando, desde hace años, el derecho a la existencia de Palestina. Ya poca Palestina queda. Paso a paso, Israel la está borrando del mapa. Los colonos invaden, y tras ellos los soldados van corrigiendo la frontera. Las balas sacralizan el despojo, en legítima defensa. No hay guerra agresiva que no diga ser guerra defensiva. Hitler invadió Polonia para evitar que Polonia invadiera Alemania. Bush invadió Irak para evitar que Irak invadiera el mundo. En cada una de sus guerras defensivas, Israel se ha tragado otro pedazo de Palestina, y los almuerzos siguen. La devoración se justifica por los títulos de propiedad que la Biblia otorgó, por los dos mil años de persecución que el pueblo judío sufrió, y por el pánico que generan los palestinos al acecho.
***Israel es el país que jamás cumple las recomendaciones ni las resoluciones de las Naciones Unidas, el que nunca acata las sentencias de los tribunales internacionales, el que se burla de las leyes internacionales, y es también el único país que ha legalizado la tortura de prisioneros. ¿Quién le regaló el derecho de negar todos los derechos? ¿De dónde viene la impunidad con que Israel está ejecutando la matanza de Gaza? El gobierno español no hubiera podido bombardear impunemente al País Vasco para acabar con ETA, ni el gobierno británico hubiera podido arrasar Irlanda para liquidar a IRA. ¿Acaso la tragedia del Holocausto implica una póliza de eterna impunidad? ¿O esa luz verde proviene de la potencia mandamás que tiene en Israel al más incondicional de sus vasallos?
***El ejército israelí, el más moderno y sofisticado del mundo, sabe a quién mata. No mata por error. Mata por horror. Las víctimas civiles se llaman daños colaterales, según el diccionario de otras guerras imperiales. En Gaza, de cada diez daños colaterales, tres son niños. Y suman miles los mutilados, víctimas de la tecnología del descuartizamiento humano, que la industria militar está ensayando exitosamente en esta operación de limpieza étnica. Y como siempre, siempre lo mismo: en Gaza, cien a uno. Por cada cien palestinos muertos, un israelí. Gente peligrosa, advierte el otro bombardeo, a cargo de los medios masivos de manipulación, que nos invitan a creer que una vida israelí vale tanto como cien vidas palestinas Y esos medios también nos invitan a creer que son humanitarias las doscientas bombas atómicas de Israel, y que una potencia nuclear llamada Irán fue la que aniquiló Hiroshima y Nagasaki.
***La llamada comunidad internacional, ¿existe? ¿Es algo más que un club de mercaderes, banqueros y guerreros? ¿Es algo más que el nombre artístico que los Estados Unidos se ponen cuando hacen teatro? Ante la tragedia de Gaza, la hipocresía mundial se luce una vez más. Como siempre, la indiferencia, los discursos vacíos, las declaraciones huecas, las declamaciones altisonantes, las posturas ambiguas, rinden tributo a la sagrada impunidad. Ante la tragedia de Gaza, los países árabes se lavan las manos. Como siempre. Y como siempre, los países europeos se frotan las manos. La vieja Europa, tan capaz de belleza y de perversidad, derrama alguna queotra lágrima, mientras secretamente celebra esta jugada maestra. Porque la cacería de judíos fue siempre una costumbre europea, pero desde hace medio siglo esa deuda histórica está siendo cobrada a los palestinos, que también son semitas y que nunca fueron, ni son, antisemitas. Ellos están pagando, en sangre contante y sonante, una cuenta ajena.
(Este artículo está dedicado a mis amigos judíos asesinados por las dictaduras latinoamericanas que Israel asesoró)
jueves, 15 de enero de 2009
Teología desde el camino (libro de ensayo teológico - político) Prólogo, Índice y Capítulo 1 - por Gabriel Andrade
TEOLOGÍA DESDE
EL CAMINO
La dimensión política de la fe
ÍNDICE
PRÓLOGO por Fortunato Mallimaci
PROFESIÓN DE FE
1- Carta abierta a mis hermanos católicos
IGLESIA Y SOCIEDAD
2- El Reino de Dios
2.1. Situación socio-política de Palestina en tiempos de Jesús
2.1.a Clases sociales
2.1.b Partidos políticos
2.2. Construcción del Reino de Dios
3- Justicia y pobreza
3.1. Elementos fundamentales que definen la Opción por los Pobres
3.2. Características esenciales que definen la Opción por los Pobres
3.3. Fundamentación bíblica-teológica de la Opción por los Pobres
3.4. Novedad, continuidad o discontinuidad de la Opción por los Pobres
3.5. Recepción de la Opción por los Pobres
4- Dios y la tierra - Las riquezas para todos
4.1. Actualidad de la problemática
4.2. Enfoque bíblico-doctrinal
5- Evangelización y masacre
5.1. Historia indoamericana del oprobio
5.2. Argentina y sus pueblos originarios
6- Mujer e Iglesia
6.1. Ministerio de la mujer en la Iglesia-Comunidad
6.1.a. Situación de la mujer en la sociedad judía
6.1.b. Mujer y memoria veterotestamentaria
6.1.c. Actitud de Jesús con las mujeres
6.1.d. La presencia de la mujer en la Iglesia primitiva
6.1.e. Mujeres en un catálogo de oficios
6.1.f. Sobre la naturaleza del ministerio eclesial
6.2. Poder contra la mujer en la Iglesia-Institución
6.2.a. Historia de una infamia
6.2.b. De la Iglesia-Comunidad a la Iglesia-Institución
6.2.c. El sacerdocio de la mujer
6.2.d. Institución Iglesia y poder
6.2.e. Un templo con formas de mujer
6.2.f. La dimensión femenina
IGLESIA Y MEMORIA
7- Respuesta al documento del Episcopado Argentino:
“Recordar el pasado para construir sabiamente el presente”
8- Holocausto de los Padres Palotinos
9- Vía Crucis del Padre Obispo Enrique Angelelli
Las catorce estaciones del Pastor
ESPIRITUALIDAD RELIGIOSA
10- Devociones y deformaciones
10.1. La batalla de Lepanto - La Virgen del Rosario en Europa
10.2. La Virgen del Rosario en San Nicolás
11- Religiosidad popular
11.1. Socio psicología de la opresión
11.2. Historia política de la opresión
11.3. Símbolos y fetiches en la reconstrucción de las identidades populares
11.3.a. Mitos, símbolos y fetiches
11.3.b. La identidad humana
11.3.c. Identidad, memoria y arquetipos
11.3.d. Identidad, proyecto y utopía
11.4. Comunidades Eclesiales de Base
12- Dios. Entre la religión y la fe
12.1. Un pueblo acorralado
12.2. Pero existen los serafines
12.3. El pequeño Zaqueo se hará grande
12.3. El drama del poder
12.4. El judío y el pagano: dos comportamientos religiosos
GUERRA Y FE
13- Conflicto y moral patriarcal judía
13.1. Una historia de moral judía. El nacimiento de las doce tribus de Israel
13.2. Otra historia de moral judía. La conquista de Jerusalén
14- Islamismo y occidente
15- Ratzinger, soberbia y contraislamismo - La Iglesia imperialista
15.1. Ratzinger, la Iglesia y el Imperio
15.2. Jesús, la Iglesia y el Imperio
15.3. E.U. como Iglesia e Imperio
15.4. Resistencia, Iglesia e Imperio
16- ¿Qué hace Dios ante tanto horror? La fe en un Dios ausente
16.1. Guerra masacre
16.2. Dios y dioses. La paz y la guerra
16.3. Un Dios inaprensible
17- Paz y Justicia - Amor teológico y perdón de las ofensas
APENDICE
18- Postales de Santa Fe
18.1. Padre Obispo Vicente Faustino Zazpe
18.2. Monseñor Storni
18.3. El Evangelio de Santa Fe. Sexo, Roma y Autocontrol
19- Reportajes
19.1. Devolver al Pueblo la Palabra de Dios - Padre Ángel Caputo
19.2. El Reino es para Todos - Padre Juan Antonio Buere
19.3. El Apocalipsis en el siglo XXI - Pastor Néstor Miguez
20- Desde el camino
Bibliografía de consulta
PRÓLOGO
por Fortunato Mallimaci
Profesor de la UBA e investigador del CONICET
Es una enorme alegría poder realizar un comentario a este desafiante trabajo que nos propone Gabriel. Se trata de un libro que busca hacer teología, es decir, hablar de Dios, desde un contexto particular, el argentino y rosarino; desde una perspectiva liberadora y sintiéndose parte del sistema-mundo.
Desde el comienzo, el autor no se queda en la neutralidad axiológica: se define como un practicante de la fe católica, apostólica y romana, como militante cristiano de base, trabajador independiente, y para que no queden dudas como .... pecador!!!
No se trata entonces de una propuesta “chirla”, “de quedar bien con unos y otros” , de callar temas, de “tomar distancias de unos y otros” o dejar de lado situaciones de “frontera”... Por el contrario, el autor ama -hasta los tuétanos- su Iglesia, sus comunidades, sus compañeros, sus correligionarios y, por eso mismo, se permite criticarlos con respeto pero sin eufemismos. En un momento donde pocos en los grupos cristianos dicen lo que piensan, es un aire renovador que viene a despertar inquietudes múltiples.
Como el titulo lo muestra -Teología desde el camino- se trata de realizar un recorrido histórico, social, espiritual y teológico de aquellos que a lo largo de la historia se han reclamado seguidores de Jesús y que caminaron por el mundo proclamando que Jesús es el Mesías, el Cristo.
Como otros antes que él, su punto de referencia son los cristianos de a pie, los de todos los días, hombres y mujeres empleados y trabajadores, maestros, estudiantes y comerciantes, productores del campo y de la industria, marginales y desocupados.
Teniendo presentes esas personas creyentes, el autor quiere hablar de Jesús, de sus propuestas, de su época, de su proclama del Reino, de su vida, angustias y tensiones.
Una vez más, como ha sucedido históricamente, cada vez que una casta, un grupo de expertos, un grupo especializado -es decir clérigos- ha querido monopolizar y apropiarse de la vida y representación de todo el cristianismo, surgen aquí y allí, espontánea y organizadamente, hombres y mujeres del “montón”, llamados legos -laicos- por los especialistas, que cuestionan, critican, deslegitiman, hacen trozos a esa pretensión de poder sacerdotal de ser los únicos, verdaderos y legítimos interpretes y proclamadores de “la verdad cristiana”. Habrá que reconstruir un día esa larga historia de “perturbadores”, de “heréticos” y “desobedientes” de la tranquilidad eclesiástica en nuestro país y América Latina. Más aun cuando sabemos que muchos pagaron con sus vidas por atreverse a hablar de otro Dios, de otro Jesús, de otra Iglesia...
Y este es el gran mérito del autor. Se asume como un cristiano que -como proclama la doctrina católica -es al mismo tiempo rey, sacerdote y profeta. Es alguien que se tomó en serio esa definición y la lleva adelante. Se siente miembro del Pueblo de Dios, cree que el hablar de Dios es tarea de todo creyente, que anunciar que Jesús es el Cristo es obligación de todo cristiano.
No hay, por suerte -en este caso como en ningún otro tema social y cultural- una única llave del conocimiento ni un único conocimiento sino múltiples llaves, múltiples conocimientos, múltiples hechos y representaciones.
El autor tiene varios objetivos que los plantea a lo largo del libro pero hay uno que es central y nos debe servir como hilo conductor de su perspectiva creyente: toda persona es sagrada, nadie puede ejercer ningún tipo de violencia -social, física, simbólica, religiosa, política- sobre ella, todos somos iguales y merecemos entrar al banquete universal y que por eso mismo somos diferentes y debemos ser respetados y valorizados en esa diferencia.
Esa tensión que ha existido y sigue existiendo en el cristianismo entre el especialista y el lego, entre el sacerdote y el cristiano en y del mundo, Gabriel Andrade nos lo recuerda a cada instante. Quien dice tensión, dice vínculos entre unos y otros. No se trata de eliminar la tensión sino, nos dice el autor, se trata de exigir, exigirse, exigirles a unos y otros que deben hacerse cargo de su ser cristiano. Por eso, como ha sucedido una y otras veces, el autor va y viene a las fuentes y a las raíces, al ayer y al hoy, a la memoria y a la utopía. O mejor dicho a memorias y utopías, en plural diversas, varias...
Ir a las fuentes y a las raíces, digámoslo nuevamente para oídos desprevenidos, no es de derecha ni de izquierda, no es conservador ni progresista, no es reformista ni revolucionario, no es ser tradicional frente a lo moderno, sino un grito de alerta de aquellos y aquellas que sienten, perciben, sospechan que las autoridades de turno están llevando al cristianismo -en este caso al catolicismo- por rumbos distintos y contrapuestos a los que suponen que Jesús y sus primeros amigos proclamaban y vivían. Por ello es necesario -y el autor ira y volverá desde le inicio al fin del libro- a revisitar a Jesús en su época, contexto y problemas desde su visión actual.
El libro está precedido por una “carta abierta a mis hermanos católicos” donde el autor “protesta” por la apropiación y privatización del mensaje de Jesús. Allí el autor proclama “su verdad” para ser discutida, recuerda lo que él considera “la esencia del cristianismo” que es “el amor incondicional y que la centralidad el mensaje de Jesús se encuentra en los pobres” y no está “en el alegato ideológico montado por centenas de documentos vaticanicios” (p.21) Y afirma -como se viene haciendo desde hace años en América Latina- con toda su fuerza para que sea escuchado en los espacios de poder socio-religiosos que : “Para Jesús y todo el nuevo testamento, el pobre no es un tema entre otros. Es el lugar a partir del cual se descubre el Evangelio como buena noticia de liberación” (p. 20).
El autor no busca una iglesia sin sacerdotes o responsables; por el contrario, les exige ser “verdaderos cristianos”, es decir, que “algún día tendrán que sumarse a esta tarea mesiánica” (p.22).
Para ello hay que anunciar la utopía liberadora al conjunto de los creyentes, desapropiándoselas a los que hoy mandan y creer: “tengo esperanza y hasta me queda una buena reserva de caridad como para esperar y creer en la victoria de esa vida en abundancia de Jesucristo” (p. 23)
Los tres capítulos siguientes son los más profundos del libro y llevan como titulo “Iglesia y sociedad”, “Iglesia y memoria” y “Espiritualidad religiosa”. Allí están sus lamentos y sus propuestas, sus criticas y sus aportes. Los principales temas que hoy aquejan al mundo católico son puestos “blanco sobre negro”. Se podrá disentir, no estar de acuerdo, creer que no es el momento de plantearlos pero no se podrá negar que en esos temas se resumen gran parte del malestar que recorre al cristianismo en nuestro país y a nivel universal.
Toda afirmación situada puede ser tildada de posibles anacronismos. La nuestra, la europea, la americana, la china, la africana o la que sea, de una u otra manera no han podido escapar a hablar y proponer desde su realidad. Lo que sucede es que el poder económico y militar, mediático y simbólico, hizo y hace que unas aparezcan como universales y las otras como particulares. Hay allí un tema epistemológico que sólo se ha resuelto desde la imposición de un poder. A no olvidarlo!!!
Por eso el autor reconoce (p.27) que puede haber anacronismos, por ejemplo al analizar la sociedad y la época de Jesús con categorías actuales. Es una afirmación valiosa que la debemos tener en cuenta en este caso y en todos aquellos de los cuales opinamos y hablamos. Andrade nos hace una puesta al día de diferentes autores y traducciones sobre la vida en Israel en la época de Jesús. Se trata de un relato ágil y llevadero de los conflictos, intereses y opciones presentes en la época que combina historia, hechos, representaciones y lo que el autor llama ”la memoria de Jesús liberador”. La denuncia a la “acumulación de dinero” y el anuncio de ese mensaje liberador a los pobres son el corazón de estas páginas.
El concepto de “Reinado o Reino de Dios” aparece como la utopía de Jesús (p.38) y el autor se explaya con claridad, valentía, ironía y pasión al ir del ayer al hoy en cómo se interpreta la opción por los pobres (de la p. 58 a la 78). Leer y releer esas páginas nos mostrará la profundidad del análisis del autor.
Frente a la “guerra de interpretaciones” para “ocupar el símbolo” de la opción por los pobres, el autor cita varias veces a los principales teólogos, sean sacerdotes, mujeres o cristianos de diversas proveniencias. Recuerda, desde una mirada histórica, que en América Latina “el cristianismo en general se ha mostrado sensible al pobre, pero implacable y etnocéntrico frente a la alteridad cultural. El otro (el indígena y el negro) fue en el pasado considerado como enemigo, pagano e infiel” (p. 104).
Las páginas siguientes son un resumen de la compleja presencia cristiana y la diversidad de memorias que se yuxtaponen y compiten entre sí: la de la opresión y la resistencia, la del anuncio liberador y la de la claudicación, la de legitimar y deslegitimar a los poderosos, la de reconocer las injusticias pero quedarse cruzado de brazos o la de pedir perdón por el pasado pero no hacer nada para reconstruir una memoria de justicia.
El tema de la opresión de género aparece en el texto. Nos dice desde su visión que “no se trata de cuestionar que Jesús de Nazaret fuese varón... lo que se impugna es el modo en que su masculinidad se argumenta teológicamente para reforzar una práctica eclesial oficial andrógina” (p.129).
Recuerda que Jesús no dijo mucho sobre las mujeres pero no las trató como seres inferiores y afirma “tal vez lo más notable de todo lo que Jesús hizo con respecto a las mujeres sea haberlas constituido en las primeras testigos de su resurrección “ (p.117)
La modernidad actual, su análisis y sus consecuencias se hace también presente en el texto y es visto tanto como propuesta superadora y a veces como imposición cultural. El actual proceso de individualización preocupa y al mismo tiempo es portador de nuevas tensiones. Una de esas particularidades tiene que ver con el placer, el placer sexual, la “risus paschalis” (la risa pascual), lo erótico como tema a debatir, a hablar y no simplemente a condenar.
Como a lo largo del texto, el autor acompaña sus afirmaciones con numerosas citas de autores con los cuales concuerda. La cita, por ejemplo, del teólogo protestante brasileño Rubem Alvez sobre la comunidad cristiana es digna de repetir. En ella “hay que conspirar... es decir respirar juntos...es una comunidad que celebra los mismos objetivos eróticos... es la celebración del deseado... El Reino de Dios para ser deseado tiene que ser erótico” (p.134)
Sobre el tema de la memoria nos recuerda que construir una teología desde el camino en nuestro país tiene que tener como telón de fondo y contexto nuclear, los dramas producidos por el terrorismo de Estado, los 30.000 desaparecidos, los sueños, dolores y esperanzas de ayer y hoy. El proceso de militarización y catolización de la sociedad y el Estado en Argentina aparecen una y otra vez. De esas situaciones muy pocos han podido tomar distancia y el sueño del general propio y del obispo propio han acompañado al conjunto de partidos y movimientos sociales a lo largo de la historia moderna.
El asesinato de los padres palotinos, del obispo Angelelli (relatado como un vía crucis de 14 estaciones) y de numerosos cristianos que hicieron suya la propuesta de una sociedad más justa, vuelve a aparecer en el libro, reclamando un lugar especial en la historia del cristianismo. Es importante que el reclamo de Andrade se extienda a numerosos grupos y personas. Porque se los quiere olvidar, rechazar, ocultar y negar desde las instituciones eclesiásticas, se hace clamor y reguero de pólvora desde una memoria que los presenta como “mártires” y “verdaderos cristianos”. Hasta que no se conozca en Argentina toda la verdad de quién y cómo fueron asesinados, hasta que sus cuerpos no sean entregados a sus familiares y los bebés nacidos en cautiverio conozcan su verdadera identidad, son temas que volverán una y otra vez....
Es cierto, no es sólo un problema del catolicismo pero es allí, quizás, donde más hay hoy una disputa de memoria en el espacio público. Otras instituciones religiosas, sindicales, políticas, empresariales, militares, educativas, de medios de comunicación prefieren por el momento ignorar esa historia hecha de complicidades y legitimidades.
Otro tema tratado es el de la religiosidad popular.
Problema complejo si lo hay. El autor oscila entre reconocer como valiosa esta experiencia venida del mundo popular y el tratar de “permitir que estas desviaciones sean asumidas por los fieles menos informados” (p.179). Sin embargo concluye que “si una devoción popular religiosa sirve para que tanto una persona o su comunidad se reconozca como sujetos, produzcan hechos liberadores y no se narcoticen, resignen o anulen el sentido crítico de su existencia, entonces esas devociones son válidas y sirven para el proyecto de Dios” (p. 196).
Y si el autor, como en otros temas, duda, sospecha, desea ver lejos, es que en esta y otras situaciones, los acontecimientos son abiertos, complejos, indeterminados, imprevisibles. Su teología desde el camino apuesta a esa complejidad, a comprender antes que condenar, en ser oreja antes que expulsar.
Por eso son importantes las trayectorias, las historias de vida, los relatos de los actores para conocer sus mundos de la vida. Nadie ni nada puede garantizar cuáles serán los futuros pasos de hombres y mujeres y cómo sus creencias acompañaran o no sus opciones. Por eso el autor nos dice “no es menor el hecho de que las devociones populares sirvan también para soportar el peso de vivir y para caminar detrás de ese ideal siempre necesario e imprescindible de ser felices” (p. 199)
Vale la pena leer este libro justamente por esta perspectiva del autor, pocas veces vista en aquellos que hacen teología o tratan de interpretar la realidad. Cuando Gabriel Andrade se suelta, priorita su inserción y conocimiento a lo que pueda ser “políticamente correcto” sea cual fuere esa “corrección”, aparece la lucidez, su comprensión, aquel que interpela y se pone en el lugar del otro y la otra, que se interesa más por acompañar para transformar juntos y no en condenar o ignorar. Su afirmación que los “devotos hacen su propia hermenéutica” es una máxima no sólo para las autoridades eclesiales sino también para científicos, políticos y académicos.
Las últimas hojas del libro son para criticar con vehemencia a aquellos que utilizan el nombre de Dios -católicos, cristianos, judíos, islámicos, hindúes, etcétera- para justificar sus guerras y violencias.
Innegablemente aparece en primer lugar la actual política imperial de los EEUU que con sus llamadas a pelear desde el cristiano “eje del bien” presenta al islamismo como “el eje del mal”. Dios cristiano frente al diablo Islam, contestado en la misma lógica como Dios islámico frente al diablo cristiano. No es sólo un problema suyo pero es el que más poder tiene para presentarlo al mundo de esta manera. También la figura del actual Papa Benito XVI aparece criticada por el autor al dejar de lado un Jesús Liberador para intentar restaurar un catolicismo de certezas al servicio de clases y grupos dominantes.
El Dios de la guerra es el “Dios del poder y pasivo ante el dolor de los pobres” (p. 264) Por eso el autor vuelve con su fuerza de cristianismo utópico y de su “sospecha” al proclamar con fuerza, claridad y nitidez que el “Dios de los pobres es un Dios de la Paz“ (p. 264 y ss.)
Su “indignidad ética” ante tanta injusticia y ante tanto poder eclesial que niega al Dios liberador lo hace reclamar, aquí y ahora, en la sociedad y en la Iglesia Católica, la presencia de Dios en la historia.
Ese Dios que el autor reclama es el que debe acompañar la larga marcha de los pobres por su dignidad y felicidad, es el que prometió y sigue prometiendo la utopía de la fraternidad universal. El autor quiere más Dios, un Dios que haga suyo el clamor de los pobres.
Una vez más vemos cómo el autor busca alejarse de dogmas, normas y exégesis pre-establecidas, inamovibles. No es sencillo dado que la tensión en el doble registro hermenéutico (dar cuenta de las posturas que el autor profesa y dar cuenta lo que los actores sociales quieren y buscan) van y vienen.
Aparece así un conflicto que el cristianismo no ha resuelto: la tensión entre autoridad y mensaje liberador; entre doctrina que dogmatiza y los acontecimientos que exigen nuevas lecturas.
Un libro que no debe pasar desapercibido, que deberá ser leído con detenimiento para que sea ampliado, corregido y modificado como toda teología desde el camino. Es un llamado para que otros y otras se sumen y se arriesguen a hacer públicas sus dudas y verdades, sus afirmaciones y sospechas. Se trata de una gran bocanada de aire fresco en un ambiente que se vuelve cada día más irrespirable ante tanto control y represión episcopal y vaticana. ¿Queremos correr esa aventura incierta?
El autor nos invita a ser creativos, críticos, esperanzados, porque otra comunidad, otra Iglesia, otra sociedad y otro mundo son posibles...
Buenos Aires, marzo de 2008.
DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS
1- CARTA ABIERTA A MIS HERMANOS CATÓLICOS
Queridos hermanos en la fe:
Con gran júbilo me anoticié por todos los medios de comunicación que la elección del nuevo Papa había recaído en un cardenal tradicionalista, dogmático, conservador y ortodoxo. Sentí con inmenso regocijo que el soplo del Espíritu Santo desbordaba el Colegio Cardenalicio reunido en Cónclave en el Vaticano, extendiéndose por toda la urbe, agitando conciencias, despertando utopías, inundando los tiempos con el Reinado de Dios en la Tierra.
Pero luego, interesándome más detalladamente, comprendí que tanto tradicionalismo, tanto dogmatismo, tanto conservadurismo, tanta ortodoxia, sólo llegaba poco más allá del medioevo; hasta las cruzadas y la inquisición, hasta la escolástica de Tomás de Aquino, reinado de “el que obedece no se equivoca”, frase paradigmática de dicha teología...
¡Qué lástima que esta ortodoxia no sea tanta como para llegar al tiempo de nuestro hermano mayor Jesús y de las primeras comunidades! Verdaderamente es una lástima que tanto tradicionalismo no llegue mucho más allá del año 400, hasta donde aquel pueblo cristiano participaba del poder de la “Iglesia Comunidad de los Fieles” por el solo hecho de ser bautizados y creer en el Resucitado, siendo en conjunto (en comunidad) iluminados por el Espíritu Santo; y no como se impone ahora en donde nuestras eminencias parecen haber privatizado en exclusividad al Espíritu Santo a favor de la alta jerarquía católica, contra más alta, más irradiada.
¡Pero qué pena que no se llegue con la tradición hasta la época donde los obispos (cargo mayor dentro del ministerio) eran elegidos por toda la comunidad (“quien debe presidir a todos, debe ser elegido por todos” - Papa León, siglo V; “que no se le imponga al pueblo un obispo que él no quiere” - Papa Celestino, siglo V). Tiempo en que el Papa podía ser un ministro o un laico, como cualquier bautizado, por ser tan iglesia como el más santo de los Papas!
Época de la Iglesia de Jerusalén, donde mantenían muy vivo el ideal de Jesús con una comunidad que vivía una solidaridad muy bien organizada, con una clara opción por los pobres y una verdadera espiritualidad de la pobreza.
Época de la Iglesia de Mateo, en que se vivía en igualdad entre todos los cristianos, más allá de las funciones específicas de dirigentes o servicios especializados. Donde el mismo poder de “atar y desatar” (perdonar) - exigencia imprescindible dentro de la comunidad para mantener la fraternidad- lo tenía Pedro y también toda la comunidad (Mateo 16, 18-19 y 18, 18). Donde también vemos en forma muy fuerte que no había jerarquías sino solamente discípulos, vivencia de una comunidad fraterna donde no existían puestos privilegiados (Mateo 23, 8-11). Época en donde las obras y no las palabras definían la verdad o la falsedad de la fe. Y no cualquier obra, sino la práctica liberadora de Jesús y el amor al prójimo. Época en que la Iglesia era una Iglesia de los pequeños (pobres) que se iban integrando a la comunidad fatigados y agobiados por el peso de la Ley Judía, la pobreza y el sometimiento. Época donde Jesús era el más pequeño entre los pequeños y el malvado era el que quería demostrar que Dios no estaba al lado de los pobres. El juicio de Dios comenzaba entonces cuando se recibía o se rechazaba a un pobre.
Época de la Iglesia de Antioquia, sumamente dinámica, abierta y misionera. Iglesia fundada por laicos, descentralizada y con una base eclesial formada por comunidades pequeñas donde cada una aportaba a la construcción de la comunidad toda, reuniéndose en asambleas generales y en profunda solidaridad con las otras Iglesias en tiempo de hambre (2º Corintios 11, 28-30), revelando una nueva conciencia de ser Iglesia Universal (católica) y Solidaria (2º Corintios 8, 14).
Época de la Iglesia de Corinto, con sus fieles perteneciendo a las capas más bajas y humildes de la población (1º Corintios 1, 26-29). Iglesia pluralista, con hombres y mujeres participando en un pie de igualdad, con fieles de distintas razas y culturas, participando todos con gran entusiasmo.
Época de la Iglesia de Juan, donde Jesús se revelaba lavando los pies de sus discípulos como “el Siervo sufriente de Yahvé”, demostrando que “la autoridad debe servir” y así lo vivenciaban. Una comunidad unida directamente a Jesús sin jerarquías, sin mediaciones, sin ministerios ni servicios constituidos. El único ministerio reconocido era el del servicio al hermano. Jesús era Maestro y Señor. Maestro, contra los rabinos de los fariseos; Jesús era el único Maestro y los discípulos lo serían si “lavan los pies de los hermanos”. Señor, contra la dominación de Roma; Jesús era el único Señor y manifestaba su señorío lavando los pies, tomando el lugar del esclavo. Existía un rechazo al ejercicio de la autoridad. La mujer ocupaba en las comunidades un papel importante y decisivo. Magdalena era “Apóstol de los Apóstoles” porque fue la primera en ver al Señor Resucitado. Marta era la que proclamaba que Jesús era el Mesías y el Salvador esperado. La Samaritana, era Apóstol de los samaritanos.
Época en donde Pablo -en medio de una sociedad judía donde cada mañana agradecían a Dios por “no haber nacido esclavo, no haber nacido pagano y no haber nacido mujer”- imponía un lugar destacado y de igualdad de la mujer con el hombre, ya que “en Cristo ya no hay griego ni judío, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer” (Gálatas 3, 28). Les dio el título que se otorgó a sí mismo, “diácono”: “Les recomiendo a Febe, nuestra hermana, diácono de la comunidad de Cencreas” (Romanos 16, 1), o sea que eran tan ministro como él. Les asignó un título similar al del obispo Timoteo: “colaborador”: “saluden a Prisca y a Aquila (su esposo), mis colaboradores en Cristo Jesús" (Romanos 16, 3) lo que implicaba una tarea pastoral de relevancia, nombrándola, además, antes que su esposo (fórmula invertida a las costumbres de la época). Les dio la misión de evangelizar como al varón: “Saluden a María que trabajó (“kopiáo” – verbo griego usado para trabajo de evangelización) mucho” (Romanos 16, 6). Les nombró apóstoles “saluden a Andrónico y a Junia, parientes míos y compañeros de prisión, ilustres apóstoles” (Romanos 16, 7). Sigue reconociendo el trabajo de evangelización en más mujeres: “Saluden a Trifena y Trifosa... que tanto han trabajado (kopiáo) en el Señor... a la amada Pérside que trabajó mucho...” (Romanos 16, 12). Sigue en otras cartas destacándolas como colaboradoras activas y en el mismo nivel que los hombres: “tanto a Evodia como a Síntique... que lucharon por el Evangelio a mi lado, lo mismo que Clemente y los demás colaboradores míos” (Filipos, 4, 2-3). Las llegó a nombrar en los encabezamientos, cuando para la etiqueta de aquellos tiempos era algo impensado: “Apia, la hermana...” (Filemenón 1, 2). ¡Qué lástima que tanta tradición no llegue a la época que existían Iglesias despojadas del misoginismo gerontocrático excluyente del actual orden, e insultante para la dignidad de cualquier seguidor de Cristo!
Verdadera pena que no se haya guardado la “ortodoxia” de la época donde cada Iglesia local tenía autonomía, libertad para decidir sobre su liturgia, su catequesis, su organización de servicios de acuerdo a las necesidades de la comunidad, siempre en la unidad del arco iris de colores de la fe y no todo oscurecido con el negro vaticanista. Época en que la Iglesia era una Iglesia-comunión, donde se mantenía el ideal de la fraternidad y los Sacerdotes y Obispos eran pastores, servidores de la comunidad. Época donde no había dos categorías de cristianos; los de primera: el clero junto con la vida religiosa por un lado y los de segunda: los laicos, por el otro: La iglesia docente (que enseña) y la iglesia discente (que aprende); el clero que gobierna, decide, determina, manda y oprime por un lado y el laicado que obedece, acepta, ejecuta y es oprimido por el otro. Época donde no existía el centralismo -inaugurado después del Edicto del emperador Teodocio del siglo IV extendiéndose hasta el presente- y donde se ejerce como una forma refinada de violencia, concentrando el poder de decisión en una burocracia eclesiástica, lejana de la realidad de la vida, ignorante de los desafíos que enfrentan los creyentes en las diferentes circunstancias socio-culturales y eclesiales, incapaz de admitir la pluriformidad y tratando a los creyentes de todas las categorías -desde las conferencias episcopales hasta los grupos de laicos, pasando por la vida consagrada- como menores de edad, necesitados de una superprotección y de una disciplina impuesta con criterios miopes. ¡Época de los trescientos primeros años en donde no se conocía la palabra “jerarquía”! Época en que se tenía presente que el propio Jesús enseñaba con autoridad siendo laico y no obstante jamás se erigió sacerdote ni cumplió funciones sacerdotales. Época donde nuestros mártires no renegaban de la fe aunque el destino fuera las fauces de los leones en el circo romano, ni se sumaban “obligados” a juventudes y ejércitos totalitarios (el nazi, por ejemplo, en el caso de Ratzinger) sin jamás pedir perdón...
La misma época en que se comprendía claramente que la fe no podía vivirse aislada sino formando comunidades de hermanos que tenían por misión servir al Reino de Dios (nombrado más de cien veces en las Sagradas Escrituras), siendo el “instrumento” para esto la Iglesia (Mateo es el único evangelista que la nombra una sola vez), y no precisamente una Iglesia sometedora, imperial y excluyente sino como una comunidad viva que caminaba una historia abierta a constantes desafíos y revelaciones. Era el mismo tiempo donde se creaba una Iglesia horizontal, donde el ministerio era entendido como un acto de amor y de servicio, y no como la sacralización del poder de sometimiento, irreformable y absoluto, como se afirmó después de 1075 donde Gregorio VII implantara su “Dictatus Papae” (Dictadura del Papa) dando poder divino a las jerarquías -en especial al Papa- y dejando totalmente de lado la inspiración del resto de los fieles.
Es lastimoso que tanto conservadurismo no llegue a recordar que el mismo Jesús divino e histórico fue víctima de un sistema absolutista parecido, aquel construido por escribas y fariseos, con el Antiguo Testamento cegándoles los ojos y en especial el corazón (similares resultados se están obteniendo en los últimos siglos cuando de hecho las Sagradas Escrituras importan menos el Código de Derecho Canónico...). A Jesús lo rechazaron por “falso profeta, enemigo de la verdad, Belcebú, traidor a las tradiciones y seductor del pueblo”. Jesús los contradice: "en verdad, anulan ustedes el mandamiento de Dios para establecer las tradiciones de ustedes… y cosas como éstas hacen ustedes muchas más" (Marcos 7, 13); "por causa de sus tradiciones no enseñan el precepto de Dios" (Mateo 15, 3). ¿A quienes les cabrá hoy esta sentencia?...
Y sobre los preceptos de Dios no enseñados, más que lastimoso es grave, que tanto conservadurismo “no conserve” la esencia del cristianismo como lo es el anuncio de la centralidad del amor y la prédica de la importancia decisiva de los pobres, dispersándose en tanta doctrina sectaria, arrogante y barata.
Para Jesús y para todo el Nuevo Testamento, el amor lo es todo (Mateo 22, 38-39), porque Dios es amor (1º Juan 4, 8-16) y sólo el amor salva (Mateo 25, 34-47), un amor que debe ser incondicional (Mateo 5, 44). El sistema absolutista jerárquico romano sólo habla de verdades reveladas y de la fe teologal como adhesión plena a ellas, aunque ellos mismos sepan que la fe sola no salva, pues como dicen todos los Concilios, sólo salva la fe "informada de amor" (fides caritate informata). Es una ausencia clamorosa, sólo comprensible en quien no tiene una experiencia espiritual, no se encuentra con el "Dios comunión de personas divinas", no ama al prójimo y por consiguiente tampoco a Dios, sino que sólo se adhiere perezosamente a las verdades escritas y abstractas. ¡Por lo que también muestra que de esa forma no se ama a nadie, a no ser al propio sistema!
Otro tanto ocurre con los pobres. Para Jesús y todo el Nuevo Testamento, el pobre no es un tema entre otros. Es el lugar a partir el cual se descubre el Evangelio como buena noticia de liberación ("bienaventurados ustedes los pobres") y funciona como criterio último de salvación o de perdición. De nada sirve pertenecer a la Iglesia romano-católica, poseer todo el arsenal de los medios de salvación, someterse con mente y corazón al sistema jerárquico, acoger todas las verdades reveladas si no se tiene amor al hambriento, al sediento, al desnudo, al peregrino, al injustamente preso. Nadie podría escuchar las palabras bienaventuradas: "Vengan, benditos de mi Padre, tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo" (Mateo 25, 34), porque "cuando dejaron de hacer algo a uno de estos pequeños, fue a mí a quien no me lo hicieron" (Mateo 25, 45). La cuestión del pobre es tan esencial a la herencia de Jesús, que cuando Pablo fue a verificar su doctrina ante los apóstoles en Jerusalén, éstos le exigieron el cuidado de los pobres (Gálatas 2, 10). La tradición teológica de la Iglesia siempre argumentó rectamente: dónde está Cristo ahí está la Iglesia. Y Cristo está en los pobres; luego la Iglesia está (debe estar) en los pobres. No sólo en los pobres trabajadores y buenos, sino en los pobres pura y llanamente por el simple hecho de ser pobres. Al ser pobres, tienen menos vida, y por eso son los destinatarios primeros de ese anuncio y de la intervención liberadora del Dios de la Vida.
En el amor incondicional y en los pobres se encuentra la centralidad del mensaje de Jesús, y no en el alegato ideológico montado por centenas de documentos vaticanistas. Hay una forma de negación del Dios vivo que sólo los eclesiásticos llevan a cabo: hablar de Dios, de su revelación y de su gracia, sin mostrar ninguna compasión para con los pobres y los ofendidos. No hablan del Dios de Jesús que escucha el grito de los oprimidos y desciende para liberarlos (Éxodo 3,4) sino de un fetiche eclesiástico que "ideó" el ser humano en su sed de poder siendo la imagen de Dios un Dios fúnebre que murió hace mucho tiempo, pero que dejó como testamento frases recogidas en el Nuevo Testamento, con las cuales la jerarquía vaticana construye un edificio de salvación exclusivo para quienes entren en él. Con este dogmatismo a medio camino en la historia del cristianismo se ofende al Verbo que "ilumina a todo ser humano que viene a este mundo" (Juan 1,9), y no sólo a los bautizados y a los que son romano-católicos. Teología tal que blasfema el Espíritu que "sopla donde quiere" (Juan 3, 8) y no sólo sobre aquellos ligados a los esquemas vaticanos. Jesús enfatiza que "los verdaderos adoradores que el Padre desea, han de adorarlo `en Espíritu y en Verdad´” (Juan 4, 21-23) y no solamente en Roma. Es decir, por todas las personas abiertas a la dimensión espiritual y sagrada del universo, manifestación de la presencia del Misterio Divino, cuya culminación se encuentra en la encarnación. De lo contrario se deja en ridículo a los seres humanos al negarles lo principal del mensaje de Jesús: el amor incondicional y la centralidad de los pobres y oprimidos. En su lugar se les ofrece un indigesto menú de citas arrancadas para justificar las discriminaciones y las desigualdades producidas contra la voluntad manifiesta de Jesús, que prohibió que alguien se llamara maestro o padre (Papa es la abreviación de "padre de los pobres", pater-pauperum = Papa) o que se considerara mayor o primero que los demás, "porque ustedes son todos hermanos y hermanas” (Mateo 23, 6-12). La jerarquía romana necesita urgentemente de conversión para que pueda encontrar su lugar dentro de la totalidad del pueblo de Dios y como servicio a la comunidad de fe. Ella no es una facción, sino una función de la "Iglesia comunidad de fieles y de servicios”.
Esta ortodoxia desmemoriada de Jesús y las primeras comunidades está en las antípodas de la atmósfera de jovialidad y benevolencia propia de los Evangelios y de la gesta de Jesús. Es un capitalismo concentrador de una verdad arrogante al estilo de escribas y fariseos y no de discípulos de Jesús. Una doctrina carente de virtudes humanas y divinas, más dirigido a juzgar, a condenar y a excluir, que a valorizar, comprender e incluir.
En el Tercer Mundo, cuatro mil millones de personas -sobre seis mil quinientos millones-, viven debajo de la línea de la pobreza. Quien es sordo ante el grito de los oprimidos no tiene nada que decir a Dios ni nada que decir en nombre de Dios. La “ortodoxia” presentada por estos escribas no es mundializable: es expresión del lado más sombrío de Occidente. No tiene nada que ver con el Misterio de Dios que se revela en la historia en Jesucristo, cuyo significado y mensaje no quiere excluir ni disminuir a nadie, por comunión con las demás iglesias cristianas que llevan adelante la memoria de Jesús y por respeto a los demás caminos religiosos y espirituales por los cuales Dios siempre visitó en salvación y gracia a todos los seres humanos. Vuelta a las fuentes que sí lo van asumiendo, es justo reconocer que por suerte estratos importantes de la jerarquía se han convertido al sentido evangélico de servicio y animación de la fe, en las bases de la Iglesia y en las comunidades católicas y cristianas, fundado en la espiritualidad y en la mística del encuentro vivo con el Espíritu y el Resucitado, al servicio de los hombres y mujeres, comenzando por los más pobres y castigados, en comunión y en diálogo con otros portadores de espiritualidad. ¿Cuándo lo hará la jerarquía toda, en especial el Papa con su curia?
No ya por la tradición, ni por la ortodoxia, ni por el conservadurismo, ni por la pureza dogmática, sino por nuestra dignidad de Hijos de Dios y por nuestro futuro, que es misión de todos suscitar y animar la llama sagrada de lo Divino y del Misterio que arde dentro de cada corazón y en el universo entero. Sin esa llama sagrada no salvaremos la vida ni garantizaremos un futuro de esperanza para la familia humana y la Casa Común, la Tierra. Para ese propósito, todo ecumenismo es deseable, toda sinergia es imprescindible. Y Roma, algún día, tendrá que sumarse a esta tarea mesiánica.
Somos hombres y mujeres de fe, o tendríamos que comenzar a serlo. Fe en el Dios del amor que “escribe recto sobre renglones torcidos”. Tenemos la esperanza de resucitar cotidianamente a la alegría de la vida y la caridad como para tolerar, sobre la pequeña barca de nuestra existencia, los tiempos que arrecien. Quién sabe; quizás el Espíritu inunde el corazón y la cabeza del nuevo Papa o lo tire del caballo como a Pablo preguntándole como entonces “¿por qué me persigues?”. O quizás sea el tiempo de un Ratzinger histórico. Un tiempo oscuro y duro que sirva para que la institución eurocéntrica termine de hacer crisis y desgarrándose como una semilla florezca una nueva Iglesia desde el lugar de los humillados y ofendidos de la tierra, tercer mundo pobre, cristiano y bienaventurados por el Padre.
En veinte siglos han pasado tantos Inocencios como el III, exterminador de la Occitania, el IV justificador ideológico de la Inquisición o el VIII mentor de la España de Torquemada y sus “reyes católicos”. Honorios II, Gregorios IX, Urbanos II, Sixtos IX, cruzados y asesinos de “herejes”; Juanes XXI inquisidores y genocidas, o el XXII ladrones, mercaderes de lo sagrado y quemadores de brujas; Médicis con alias de León X o Clemente VII promiscuos, prostibularios y comerciantes de indulgencias; Borgias con alias de Calixto III o Alejandro VI tan comerciantes, ladrones, prostibularios, déspotas, conspiradores, antisemitas, censores y asesinos como los Médicis pero mucho más nepotistas; Bonifacios VI, Sergios III y IV, Pelagio I, matadores de papas precedentes; Juanes como el XII, Papa a los 16 años, saqueadores del tesoro de San Pedro, promiscuos y fugitivos de maridos despechados; o como el XIII quien sacaba los ojos a sus enemigos y pasó por la espada a miles de romanos; o como el XI papa ímprobo de 20 años; o el XIV, depuesto apaleado y encerrado; o el XVI desorejado, desnarizado, cegado y dejado manco; Estébanes como el VII, macabro hasta lo irreal y descuartizador de enemigos; Píos como el XI o el XII, cómplices y colaboracionistas de dictadores genocidas que enlutaron el siglo XX; o finalmente la estirpe de los Benitos -o Benedicto, como gusta llamar la prensa- como el V, quien robó el tesoro de Roma y huyó a Constantinopla, el VIII quien murió a manos de quien pretendió lavar su honor por una de sus múltiples fornicaciones; el IX, ¡Papa a los 11 años! quien finalmente abdicara a favor de su padrastro (Gregorio VI) a cambio de todas los diezmos de Inglaterra y quien luego asesinara a los dos papas posteriores a su padrastro ya difunto (Clemente II y Dámaso II), conspirador, libertino y violador de cuanta mujer tuvo bajo su poder...
Y sin embargo... Jesús sigue a nuestro lado cumpliendo su promesa: “yo estaré con ustedes hasta la consumación de los tiempos”. Sabemos que cuando la Iglesia-institución -especialmente en la figura del papado- olvida su misión o pierde su libertad atándose al poder, sirviendo a otro Dios o siendo primada por estos nuevos Caifás, el Espíritu Santo despierta movimientos, hombres y mujeres, que buscan una nueva fidelidad al Evangelio y a la misión de Jesús. Y así fue como después de Pío XII llegó Juan XXIII, “el Papa bueno”, y el Concilio Vaticano II y todo el viento fresco que renovó la Iglesia.
En nuestro propio país -y hasta no hace tanto- en enormes sectores de la población existía la concepción de que la alternancia entre gobiernos de facto y regímenes democráticos era una opción válida. Tuvo que pasar la más brutal dictadura, la más larga y sangrienta, para que se hiciera tal sentido común que la gente gritara “nunca más”. Igual podría algún día suceder en la institución Iglesia. Pareciera que a veces necesitamos tocar fondo para así poder impulsarnos y salir a respirar aires de vida plena.
Tengo fe. Tengo esperanza y hasta me queda una buena reserva de caridad como para esperar y creer en la victoria de esa vida en abundancia de Jesucristo resucitado sobre tanta muerte de tanto hermano crucificado cotidianamente.
Buena parte de ello dependerá de nosotros. Habrá que cuidarse de no faltar a la historia.
Fraternalmente
Gabriel Andrade - Rosario, 24 de abril de 2005.
EL CAMINO
La dimensión política de la fe
ÍNDICE
PRÓLOGO por Fortunato Mallimaci
PROFESIÓN DE FE
1- Carta abierta a mis hermanos católicos
IGLESIA Y SOCIEDAD
2- El Reino de Dios
2.1. Situación socio-política de Palestina en tiempos de Jesús
2.1.a Clases sociales
2.1.b Partidos políticos
2.2. Construcción del Reino de Dios
3- Justicia y pobreza
3.1. Elementos fundamentales que definen la Opción por los Pobres
3.2. Características esenciales que definen la Opción por los Pobres
3.3. Fundamentación bíblica-teológica de la Opción por los Pobres
3.4. Novedad, continuidad o discontinuidad de la Opción por los Pobres
3.5. Recepción de la Opción por los Pobres
4- Dios y la tierra - Las riquezas para todos
4.1. Actualidad de la problemática
4.2. Enfoque bíblico-doctrinal
5- Evangelización y masacre
5.1. Historia indoamericana del oprobio
5.2. Argentina y sus pueblos originarios
6- Mujer e Iglesia
6.1. Ministerio de la mujer en la Iglesia-Comunidad
6.1.a. Situación de la mujer en la sociedad judía
6.1.b. Mujer y memoria veterotestamentaria
6.1.c. Actitud de Jesús con las mujeres
6.1.d. La presencia de la mujer en la Iglesia primitiva
6.1.e. Mujeres en un catálogo de oficios
6.1.f. Sobre la naturaleza del ministerio eclesial
6.2. Poder contra la mujer en la Iglesia-Institución
6.2.a. Historia de una infamia
6.2.b. De la Iglesia-Comunidad a la Iglesia-Institución
6.2.c. El sacerdocio de la mujer
6.2.d. Institución Iglesia y poder
6.2.e. Un templo con formas de mujer
6.2.f. La dimensión femenina
IGLESIA Y MEMORIA
7- Respuesta al documento del Episcopado Argentino:
“Recordar el pasado para construir sabiamente el presente”
8- Holocausto de los Padres Palotinos
9- Vía Crucis del Padre Obispo Enrique Angelelli
Las catorce estaciones del Pastor
ESPIRITUALIDAD RELIGIOSA
10- Devociones y deformaciones
10.1. La batalla de Lepanto - La Virgen del Rosario en Europa
10.2. La Virgen del Rosario en San Nicolás
11- Religiosidad popular
11.1. Socio psicología de la opresión
11.2. Historia política de la opresión
11.3. Símbolos y fetiches en la reconstrucción de las identidades populares
11.3.a. Mitos, símbolos y fetiches
11.3.b. La identidad humana
11.3.c. Identidad, memoria y arquetipos
11.3.d. Identidad, proyecto y utopía
11.4. Comunidades Eclesiales de Base
12- Dios. Entre la religión y la fe
12.1. Un pueblo acorralado
12.2. Pero existen los serafines
12.3. El pequeño Zaqueo se hará grande
12.3. El drama del poder
12.4. El judío y el pagano: dos comportamientos religiosos
GUERRA Y FE
13- Conflicto y moral patriarcal judía
13.1. Una historia de moral judía. El nacimiento de las doce tribus de Israel
13.2. Otra historia de moral judía. La conquista de Jerusalén
14- Islamismo y occidente
15- Ratzinger, soberbia y contraislamismo - La Iglesia imperialista
15.1. Ratzinger, la Iglesia y el Imperio
15.2. Jesús, la Iglesia y el Imperio
15.3. E.U. como Iglesia e Imperio
15.4. Resistencia, Iglesia e Imperio
16- ¿Qué hace Dios ante tanto horror? La fe en un Dios ausente
16.1. Guerra masacre
16.2. Dios y dioses. La paz y la guerra
16.3. Un Dios inaprensible
17- Paz y Justicia - Amor teológico y perdón de las ofensas
APENDICE
18- Postales de Santa Fe
18.1. Padre Obispo Vicente Faustino Zazpe
18.2. Monseñor Storni
18.3. El Evangelio de Santa Fe. Sexo, Roma y Autocontrol
19- Reportajes
19.1. Devolver al Pueblo la Palabra de Dios - Padre Ángel Caputo
19.2. El Reino es para Todos - Padre Juan Antonio Buere
19.3. El Apocalipsis en el siglo XXI - Pastor Néstor Miguez
20- Desde el camino
Bibliografía de consulta
PRÓLOGO
por Fortunato Mallimaci
Profesor de la UBA e investigador del CONICET
Es una enorme alegría poder realizar un comentario a este desafiante trabajo que nos propone Gabriel. Se trata de un libro que busca hacer teología, es decir, hablar de Dios, desde un contexto particular, el argentino y rosarino; desde una perspectiva liberadora y sintiéndose parte del sistema-mundo.
Desde el comienzo, el autor no se queda en la neutralidad axiológica: se define como un practicante de la fe católica, apostólica y romana, como militante cristiano de base, trabajador independiente, y para que no queden dudas como .... pecador!!!
No se trata entonces de una propuesta “chirla”, “de quedar bien con unos y otros” , de callar temas, de “tomar distancias de unos y otros” o dejar de lado situaciones de “frontera”... Por el contrario, el autor ama -hasta los tuétanos- su Iglesia, sus comunidades, sus compañeros, sus correligionarios y, por eso mismo, se permite criticarlos con respeto pero sin eufemismos. En un momento donde pocos en los grupos cristianos dicen lo que piensan, es un aire renovador que viene a despertar inquietudes múltiples.
Como el titulo lo muestra -Teología desde el camino- se trata de realizar un recorrido histórico, social, espiritual y teológico de aquellos que a lo largo de la historia se han reclamado seguidores de Jesús y que caminaron por el mundo proclamando que Jesús es el Mesías, el Cristo.
Como otros antes que él, su punto de referencia son los cristianos de a pie, los de todos los días, hombres y mujeres empleados y trabajadores, maestros, estudiantes y comerciantes, productores del campo y de la industria, marginales y desocupados.
Teniendo presentes esas personas creyentes, el autor quiere hablar de Jesús, de sus propuestas, de su época, de su proclama del Reino, de su vida, angustias y tensiones.
Una vez más, como ha sucedido históricamente, cada vez que una casta, un grupo de expertos, un grupo especializado -es decir clérigos- ha querido monopolizar y apropiarse de la vida y representación de todo el cristianismo, surgen aquí y allí, espontánea y organizadamente, hombres y mujeres del “montón”, llamados legos -laicos- por los especialistas, que cuestionan, critican, deslegitiman, hacen trozos a esa pretensión de poder sacerdotal de ser los únicos, verdaderos y legítimos interpretes y proclamadores de “la verdad cristiana”. Habrá que reconstruir un día esa larga historia de “perturbadores”, de “heréticos” y “desobedientes” de la tranquilidad eclesiástica en nuestro país y América Latina. Más aun cuando sabemos que muchos pagaron con sus vidas por atreverse a hablar de otro Dios, de otro Jesús, de otra Iglesia...
Y este es el gran mérito del autor. Se asume como un cristiano que -como proclama la doctrina católica -es al mismo tiempo rey, sacerdote y profeta. Es alguien que se tomó en serio esa definición y la lleva adelante. Se siente miembro del Pueblo de Dios, cree que el hablar de Dios es tarea de todo creyente, que anunciar que Jesús es el Cristo es obligación de todo cristiano.
No hay, por suerte -en este caso como en ningún otro tema social y cultural- una única llave del conocimiento ni un único conocimiento sino múltiples llaves, múltiples conocimientos, múltiples hechos y representaciones.
El autor tiene varios objetivos que los plantea a lo largo del libro pero hay uno que es central y nos debe servir como hilo conductor de su perspectiva creyente: toda persona es sagrada, nadie puede ejercer ningún tipo de violencia -social, física, simbólica, religiosa, política- sobre ella, todos somos iguales y merecemos entrar al banquete universal y que por eso mismo somos diferentes y debemos ser respetados y valorizados en esa diferencia.
Esa tensión que ha existido y sigue existiendo en el cristianismo entre el especialista y el lego, entre el sacerdote y el cristiano en y del mundo, Gabriel Andrade nos lo recuerda a cada instante. Quien dice tensión, dice vínculos entre unos y otros. No se trata de eliminar la tensión sino, nos dice el autor, se trata de exigir, exigirse, exigirles a unos y otros que deben hacerse cargo de su ser cristiano. Por eso, como ha sucedido una y otras veces, el autor va y viene a las fuentes y a las raíces, al ayer y al hoy, a la memoria y a la utopía. O mejor dicho a memorias y utopías, en plural diversas, varias...
Ir a las fuentes y a las raíces, digámoslo nuevamente para oídos desprevenidos, no es de derecha ni de izquierda, no es conservador ni progresista, no es reformista ni revolucionario, no es ser tradicional frente a lo moderno, sino un grito de alerta de aquellos y aquellas que sienten, perciben, sospechan que las autoridades de turno están llevando al cristianismo -en este caso al catolicismo- por rumbos distintos y contrapuestos a los que suponen que Jesús y sus primeros amigos proclamaban y vivían. Por ello es necesario -y el autor ira y volverá desde le inicio al fin del libro- a revisitar a Jesús en su época, contexto y problemas desde su visión actual.
El libro está precedido por una “carta abierta a mis hermanos católicos” donde el autor “protesta” por la apropiación y privatización del mensaje de Jesús. Allí el autor proclama “su verdad” para ser discutida, recuerda lo que él considera “la esencia del cristianismo” que es “el amor incondicional y que la centralidad el mensaje de Jesús se encuentra en los pobres” y no está “en el alegato ideológico montado por centenas de documentos vaticanicios” (p.21) Y afirma -como se viene haciendo desde hace años en América Latina- con toda su fuerza para que sea escuchado en los espacios de poder socio-religiosos que : “Para Jesús y todo el nuevo testamento, el pobre no es un tema entre otros. Es el lugar a partir del cual se descubre el Evangelio como buena noticia de liberación” (p. 20).
El autor no busca una iglesia sin sacerdotes o responsables; por el contrario, les exige ser “verdaderos cristianos”, es decir, que “algún día tendrán que sumarse a esta tarea mesiánica” (p.22).
Para ello hay que anunciar la utopía liberadora al conjunto de los creyentes, desapropiándoselas a los que hoy mandan y creer: “tengo esperanza y hasta me queda una buena reserva de caridad como para esperar y creer en la victoria de esa vida en abundancia de Jesucristo” (p. 23)
Los tres capítulos siguientes son los más profundos del libro y llevan como titulo “Iglesia y sociedad”, “Iglesia y memoria” y “Espiritualidad religiosa”. Allí están sus lamentos y sus propuestas, sus criticas y sus aportes. Los principales temas que hoy aquejan al mundo católico son puestos “blanco sobre negro”. Se podrá disentir, no estar de acuerdo, creer que no es el momento de plantearlos pero no se podrá negar que en esos temas se resumen gran parte del malestar que recorre al cristianismo en nuestro país y a nivel universal.
Toda afirmación situada puede ser tildada de posibles anacronismos. La nuestra, la europea, la americana, la china, la africana o la que sea, de una u otra manera no han podido escapar a hablar y proponer desde su realidad. Lo que sucede es que el poder económico y militar, mediático y simbólico, hizo y hace que unas aparezcan como universales y las otras como particulares. Hay allí un tema epistemológico que sólo se ha resuelto desde la imposición de un poder. A no olvidarlo!!!
Por eso el autor reconoce (p.27) que puede haber anacronismos, por ejemplo al analizar la sociedad y la época de Jesús con categorías actuales. Es una afirmación valiosa que la debemos tener en cuenta en este caso y en todos aquellos de los cuales opinamos y hablamos. Andrade nos hace una puesta al día de diferentes autores y traducciones sobre la vida en Israel en la época de Jesús. Se trata de un relato ágil y llevadero de los conflictos, intereses y opciones presentes en la época que combina historia, hechos, representaciones y lo que el autor llama ”la memoria de Jesús liberador”. La denuncia a la “acumulación de dinero” y el anuncio de ese mensaje liberador a los pobres son el corazón de estas páginas.
El concepto de “Reinado o Reino de Dios” aparece como la utopía de Jesús (p.38) y el autor se explaya con claridad, valentía, ironía y pasión al ir del ayer al hoy en cómo se interpreta la opción por los pobres (de la p. 58 a la 78). Leer y releer esas páginas nos mostrará la profundidad del análisis del autor.
Frente a la “guerra de interpretaciones” para “ocupar el símbolo” de la opción por los pobres, el autor cita varias veces a los principales teólogos, sean sacerdotes, mujeres o cristianos de diversas proveniencias. Recuerda, desde una mirada histórica, que en América Latina “el cristianismo en general se ha mostrado sensible al pobre, pero implacable y etnocéntrico frente a la alteridad cultural. El otro (el indígena y el negro) fue en el pasado considerado como enemigo, pagano e infiel” (p. 104).
Las páginas siguientes son un resumen de la compleja presencia cristiana y la diversidad de memorias que se yuxtaponen y compiten entre sí: la de la opresión y la resistencia, la del anuncio liberador y la de la claudicación, la de legitimar y deslegitimar a los poderosos, la de reconocer las injusticias pero quedarse cruzado de brazos o la de pedir perdón por el pasado pero no hacer nada para reconstruir una memoria de justicia.
El tema de la opresión de género aparece en el texto. Nos dice desde su visión que “no se trata de cuestionar que Jesús de Nazaret fuese varón... lo que se impugna es el modo en que su masculinidad se argumenta teológicamente para reforzar una práctica eclesial oficial andrógina” (p.129).
Recuerda que Jesús no dijo mucho sobre las mujeres pero no las trató como seres inferiores y afirma “tal vez lo más notable de todo lo que Jesús hizo con respecto a las mujeres sea haberlas constituido en las primeras testigos de su resurrección “ (p.117)
La modernidad actual, su análisis y sus consecuencias se hace también presente en el texto y es visto tanto como propuesta superadora y a veces como imposición cultural. El actual proceso de individualización preocupa y al mismo tiempo es portador de nuevas tensiones. Una de esas particularidades tiene que ver con el placer, el placer sexual, la “risus paschalis” (la risa pascual), lo erótico como tema a debatir, a hablar y no simplemente a condenar.
Como a lo largo del texto, el autor acompaña sus afirmaciones con numerosas citas de autores con los cuales concuerda. La cita, por ejemplo, del teólogo protestante brasileño Rubem Alvez sobre la comunidad cristiana es digna de repetir. En ella “hay que conspirar... es decir respirar juntos...es una comunidad que celebra los mismos objetivos eróticos... es la celebración del deseado... El Reino de Dios para ser deseado tiene que ser erótico” (p.134)
Sobre el tema de la memoria nos recuerda que construir una teología desde el camino en nuestro país tiene que tener como telón de fondo y contexto nuclear, los dramas producidos por el terrorismo de Estado, los 30.000 desaparecidos, los sueños, dolores y esperanzas de ayer y hoy. El proceso de militarización y catolización de la sociedad y el Estado en Argentina aparecen una y otra vez. De esas situaciones muy pocos han podido tomar distancia y el sueño del general propio y del obispo propio han acompañado al conjunto de partidos y movimientos sociales a lo largo de la historia moderna.
El asesinato de los padres palotinos, del obispo Angelelli (relatado como un vía crucis de 14 estaciones) y de numerosos cristianos que hicieron suya la propuesta de una sociedad más justa, vuelve a aparecer en el libro, reclamando un lugar especial en la historia del cristianismo. Es importante que el reclamo de Andrade se extienda a numerosos grupos y personas. Porque se los quiere olvidar, rechazar, ocultar y negar desde las instituciones eclesiásticas, se hace clamor y reguero de pólvora desde una memoria que los presenta como “mártires” y “verdaderos cristianos”. Hasta que no se conozca en Argentina toda la verdad de quién y cómo fueron asesinados, hasta que sus cuerpos no sean entregados a sus familiares y los bebés nacidos en cautiverio conozcan su verdadera identidad, son temas que volverán una y otra vez....
Es cierto, no es sólo un problema del catolicismo pero es allí, quizás, donde más hay hoy una disputa de memoria en el espacio público. Otras instituciones religiosas, sindicales, políticas, empresariales, militares, educativas, de medios de comunicación prefieren por el momento ignorar esa historia hecha de complicidades y legitimidades.
Otro tema tratado es el de la religiosidad popular.
Problema complejo si lo hay. El autor oscila entre reconocer como valiosa esta experiencia venida del mundo popular y el tratar de “permitir que estas desviaciones sean asumidas por los fieles menos informados” (p.179). Sin embargo concluye que “si una devoción popular religiosa sirve para que tanto una persona o su comunidad se reconozca como sujetos, produzcan hechos liberadores y no se narcoticen, resignen o anulen el sentido crítico de su existencia, entonces esas devociones son válidas y sirven para el proyecto de Dios” (p. 196).
Y si el autor, como en otros temas, duda, sospecha, desea ver lejos, es que en esta y otras situaciones, los acontecimientos son abiertos, complejos, indeterminados, imprevisibles. Su teología desde el camino apuesta a esa complejidad, a comprender antes que condenar, en ser oreja antes que expulsar.
Por eso son importantes las trayectorias, las historias de vida, los relatos de los actores para conocer sus mundos de la vida. Nadie ni nada puede garantizar cuáles serán los futuros pasos de hombres y mujeres y cómo sus creencias acompañaran o no sus opciones. Por eso el autor nos dice “no es menor el hecho de que las devociones populares sirvan también para soportar el peso de vivir y para caminar detrás de ese ideal siempre necesario e imprescindible de ser felices” (p. 199)
Vale la pena leer este libro justamente por esta perspectiva del autor, pocas veces vista en aquellos que hacen teología o tratan de interpretar la realidad. Cuando Gabriel Andrade se suelta, priorita su inserción y conocimiento a lo que pueda ser “políticamente correcto” sea cual fuere esa “corrección”, aparece la lucidez, su comprensión, aquel que interpela y se pone en el lugar del otro y la otra, que se interesa más por acompañar para transformar juntos y no en condenar o ignorar. Su afirmación que los “devotos hacen su propia hermenéutica” es una máxima no sólo para las autoridades eclesiales sino también para científicos, políticos y académicos.
Las últimas hojas del libro son para criticar con vehemencia a aquellos que utilizan el nombre de Dios -católicos, cristianos, judíos, islámicos, hindúes, etcétera- para justificar sus guerras y violencias.
Innegablemente aparece en primer lugar la actual política imperial de los EEUU que con sus llamadas a pelear desde el cristiano “eje del bien” presenta al islamismo como “el eje del mal”. Dios cristiano frente al diablo Islam, contestado en la misma lógica como Dios islámico frente al diablo cristiano. No es sólo un problema suyo pero es el que más poder tiene para presentarlo al mundo de esta manera. También la figura del actual Papa Benito XVI aparece criticada por el autor al dejar de lado un Jesús Liberador para intentar restaurar un catolicismo de certezas al servicio de clases y grupos dominantes.
El Dios de la guerra es el “Dios del poder y pasivo ante el dolor de los pobres” (p. 264) Por eso el autor vuelve con su fuerza de cristianismo utópico y de su “sospecha” al proclamar con fuerza, claridad y nitidez que el “Dios de los pobres es un Dios de la Paz“ (p. 264 y ss.)
Su “indignidad ética” ante tanta injusticia y ante tanto poder eclesial que niega al Dios liberador lo hace reclamar, aquí y ahora, en la sociedad y en la Iglesia Católica, la presencia de Dios en la historia.
Ese Dios que el autor reclama es el que debe acompañar la larga marcha de los pobres por su dignidad y felicidad, es el que prometió y sigue prometiendo la utopía de la fraternidad universal. El autor quiere más Dios, un Dios que haga suyo el clamor de los pobres.
Una vez más vemos cómo el autor busca alejarse de dogmas, normas y exégesis pre-establecidas, inamovibles. No es sencillo dado que la tensión en el doble registro hermenéutico (dar cuenta de las posturas que el autor profesa y dar cuenta lo que los actores sociales quieren y buscan) van y vienen.
Aparece así un conflicto que el cristianismo no ha resuelto: la tensión entre autoridad y mensaje liberador; entre doctrina que dogmatiza y los acontecimientos que exigen nuevas lecturas.
Un libro que no debe pasar desapercibido, que deberá ser leído con detenimiento para que sea ampliado, corregido y modificado como toda teología desde el camino. Es un llamado para que otros y otras se sumen y se arriesguen a hacer públicas sus dudas y verdades, sus afirmaciones y sospechas. Se trata de una gran bocanada de aire fresco en un ambiente que se vuelve cada día más irrespirable ante tanto control y represión episcopal y vaticana. ¿Queremos correr esa aventura incierta?
El autor nos invita a ser creativos, críticos, esperanzados, porque otra comunidad, otra Iglesia, otra sociedad y otro mundo son posibles...
Buenos Aires, marzo de 2008.
DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS
1- CARTA ABIERTA A MIS HERMANOS CATÓLICOS
Queridos hermanos en la fe:
Con gran júbilo me anoticié por todos los medios de comunicación que la elección del nuevo Papa había recaído en un cardenal tradicionalista, dogmático, conservador y ortodoxo. Sentí con inmenso regocijo que el soplo del Espíritu Santo desbordaba el Colegio Cardenalicio reunido en Cónclave en el Vaticano, extendiéndose por toda la urbe, agitando conciencias, despertando utopías, inundando los tiempos con el Reinado de Dios en la Tierra.
Pero luego, interesándome más detalladamente, comprendí que tanto tradicionalismo, tanto dogmatismo, tanto conservadurismo, tanta ortodoxia, sólo llegaba poco más allá del medioevo; hasta las cruzadas y la inquisición, hasta la escolástica de Tomás de Aquino, reinado de “el que obedece no se equivoca”, frase paradigmática de dicha teología...
¡Qué lástima que esta ortodoxia no sea tanta como para llegar al tiempo de nuestro hermano mayor Jesús y de las primeras comunidades! Verdaderamente es una lástima que tanto tradicionalismo no llegue mucho más allá del año 400, hasta donde aquel pueblo cristiano participaba del poder de la “Iglesia Comunidad de los Fieles” por el solo hecho de ser bautizados y creer en el Resucitado, siendo en conjunto (en comunidad) iluminados por el Espíritu Santo; y no como se impone ahora en donde nuestras eminencias parecen haber privatizado en exclusividad al Espíritu Santo a favor de la alta jerarquía católica, contra más alta, más irradiada.
¡Pero qué pena que no se llegue con la tradición hasta la época donde los obispos (cargo mayor dentro del ministerio) eran elegidos por toda la comunidad (“quien debe presidir a todos, debe ser elegido por todos” - Papa León, siglo V; “que no se le imponga al pueblo un obispo que él no quiere” - Papa Celestino, siglo V). Tiempo en que el Papa podía ser un ministro o un laico, como cualquier bautizado, por ser tan iglesia como el más santo de los Papas!
Época de la Iglesia de Jerusalén, donde mantenían muy vivo el ideal de Jesús con una comunidad que vivía una solidaridad muy bien organizada, con una clara opción por los pobres y una verdadera espiritualidad de la pobreza.
Época de la Iglesia de Mateo, en que se vivía en igualdad entre todos los cristianos, más allá de las funciones específicas de dirigentes o servicios especializados. Donde el mismo poder de “atar y desatar” (perdonar) - exigencia imprescindible dentro de la comunidad para mantener la fraternidad- lo tenía Pedro y también toda la comunidad (Mateo 16, 18-19 y 18, 18). Donde también vemos en forma muy fuerte que no había jerarquías sino solamente discípulos, vivencia de una comunidad fraterna donde no existían puestos privilegiados (Mateo 23, 8-11). Época en donde las obras y no las palabras definían la verdad o la falsedad de la fe. Y no cualquier obra, sino la práctica liberadora de Jesús y el amor al prójimo. Época en que la Iglesia era una Iglesia de los pequeños (pobres) que se iban integrando a la comunidad fatigados y agobiados por el peso de la Ley Judía, la pobreza y el sometimiento. Época donde Jesús era el más pequeño entre los pequeños y el malvado era el que quería demostrar que Dios no estaba al lado de los pobres. El juicio de Dios comenzaba entonces cuando se recibía o se rechazaba a un pobre.
Época de la Iglesia de Antioquia, sumamente dinámica, abierta y misionera. Iglesia fundada por laicos, descentralizada y con una base eclesial formada por comunidades pequeñas donde cada una aportaba a la construcción de la comunidad toda, reuniéndose en asambleas generales y en profunda solidaridad con las otras Iglesias en tiempo de hambre (2º Corintios 11, 28-30), revelando una nueva conciencia de ser Iglesia Universal (católica) y Solidaria (2º Corintios 8, 14).
Época de la Iglesia de Corinto, con sus fieles perteneciendo a las capas más bajas y humildes de la población (1º Corintios 1, 26-29). Iglesia pluralista, con hombres y mujeres participando en un pie de igualdad, con fieles de distintas razas y culturas, participando todos con gran entusiasmo.
Época de la Iglesia de Juan, donde Jesús se revelaba lavando los pies de sus discípulos como “el Siervo sufriente de Yahvé”, demostrando que “la autoridad debe servir” y así lo vivenciaban. Una comunidad unida directamente a Jesús sin jerarquías, sin mediaciones, sin ministerios ni servicios constituidos. El único ministerio reconocido era el del servicio al hermano. Jesús era Maestro y Señor. Maestro, contra los rabinos de los fariseos; Jesús era el único Maestro y los discípulos lo serían si “lavan los pies de los hermanos”. Señor, contra la dominación de Roma; Jesús era el único Señor y manifestaba su señorío lavando los pies, tomando el lugar del esclavo. Existía un rechazo al ejercicio de la autoridad. La mujer ocupaba en las comunidades un papel importante y decisivo. Magdalena era “Apóstol de los Apóstoles” porque fue la primera en ver al Señor Resucitado. Marta era la que proclamaba que Jesús era el Mesías y el Salvador esperado. La Samaritana, era Apóstol de los samaritanos.
Época en donde Pablo -en medio de una sociedad judía donde cada mañana agradecían a Dios por “no haber nacido esclavo, no haber nacido pagano y no haber nacido mujer”- imponía un lugar destacado y de igualdad de la mujer con el hombre, ya que “en Cristo ya no hay griego ni judío, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer” (Gálatas 3, 28). Les dio el título que se otorgó a sí mismo, “diácono”: “Les recomiendo a Febe, nuestra hermana, diácono de la comunidad de Cencreas” (Romanos 16, 1), o sea que eran tan ministro como él. Les asignó un título similar al del obispo Timoteo: “colaborador”: “saluden a Prisca y a Aquila (su esposo), mis colaboradores en Cristo Jesús" (Romanos 16, 3) lo que implicaba una tarea pastoral de relevancia, nombrándola, además, antes que su esposo (fórmula invertida a las costumbres de la época). Les dio la misión de evangelizar como al varón: “Saluden a María que trabajó (“kopiáo” – verbo griego usado para trabajo de evangelización) mucho” (Romanos 16, 6). Les nombró apóstoles “saluden a Andrónico y a Junia, parientes míos y compañeros de prisión, ilustres apóstoles” (Romanos 16, 7). Sigue reconociendo el trabajo de evangelización en más mujeres: “Saluden a Trifena y Trifosa... que tanto han trabajado (kopiáo) en el Señor... a la amada Pérside que trabajó mucho...” (Romanos 16, 12). Sigue en otras cartas destacándolas como colaboradoras activas y en el mismo nivel que los hombres: “tanto a Evodia como a Síntique... que lucharon por el Evangelio a mi lado, lo mismo que Clemente y los demás colaboradores míos” (Filipos, 4, 2-3). Las llegó a nombrar en los encabezamientos, cuando para la etiqueta de aquellos tiempos era algo impensado: “Apia, la hermana...” (Filemenón 1, 2). ¡Qué lástima que tanta tradición no llegue a la época que existían Iglesias despojadas del misoginismo gerontocrático excluyente del actual orden, e insultante para la dignidad de cualquier seguidor de Cristo!
Verdadera pena que no se haya guardado la “ortodoxia” de la época donde cada Iglesia local tenía autonomía, libertad para decidir sobre su liturgia, su catequesis, su organización de servicios de acuerdo a las necesidades de la comunidad, siempre en la unidad del arco iris de colores de la fe y no todo oscurecido con el negro vaticanista. Época en que la Iglesia era una Iglesia-comunión, donde se mantenía el ideal de la fraternidad y los Sacerdotes y Obispos eran pastores, servidores de la comunidad. Época donde no había dos categorías de cristianos; los de primera: el clero junto con la vida religiosa por un lado y los de segunda: los laicos, por el otro: La iglesia docente (que enseña) y la iglesia discente (que aprende); el clero que gobierna, decide, determina, manda y oprime por un lado y el laicado que obedece, acepta, ejecuta y es oprimido por el otro. Época donde no existía el centralismo -inaugurado después del Edicto del emperador Teodocio del siglo IV extendiéndose hasta el presente- y donde se ejerce como una forma refinada de violencia, concentrando el poder de decisión en una burocracia eclesiástica, lejana de la realidad de la vida, ignorante de los desafíos que enfrentan los creyentes en las diferentes circunstancias socio-culturales y eclesiales, incapaz de admitir la pluriformidad y tratando a los creyentes de todas las categorías -desde las conferencias episcopales hasta los grupos de laicos, pasando por la vida consagrada- como menores de edad, necesitados de una superprotección y de una disciplina impuesta con criterios miopes. ¡Época de los trescientos primeros años en donde no se conocía la palabra “jerarquía”! Época en que se tenía presente que el propio Jesús enseñaba con autoridad siendo laico y no obstante jamás se erigió sacerdote ni cumplió funciones sacerdotales. Época donde nuestros mártires no renegaban de la fe aunque el destino fuera las fauces de los leones en el circo romano, ni se sumaban “obligados” a juventudes y ejércitos totalitarios (el nazi, por ejemplo, en el caso de Ratzinger) sin jamás pedir perdón...
La misma época en que se comprendía claramente que la fe no podía vivirse aislada sino formando comunidades de hermanos que tenían por misión servir al Reino de Dios (nombrado más de cien veces en las Sagradas Escrituras), siendo el “instrumento” para esto la Iglesia (Mateo es el único evangelista que la nombra una sola vez), y no precisamente una Iglesia sometedora, imperial y excluyente sino como una comunidad viva que caminaba una historia abierta a constantes desafíos y revelaciones. Era el mismo tiempo donde se creaba una Iglesia horizontal, donde el ministerio era entendido como un acto de amor y de servicio, y no como la sacralización del poder de sometimiento, irreformable y absoluto, como se afirmó después de 1075 donde Gregorio VII implantara su “Dictatus Papae” (Dictadura del Papa) dando poder divino a las jerarquías -en especial al Papa- y dejando totalmente de lado la inspiración del resto de los fieles.
Es lastimoso que tanto conservadurismo no llegue a recordar que el mismo Jesús divino e histórico fue víctima de un sistema absolutista parecido, aquel construido por escribas y fariseos, con el Antiguo Testamento cegándoles los ojos y en especial el corazón (similares resultados se están obteniendo en los últimos siglos cuando de hecho las Sagradas Escrituras importan menos el Código de Derecho Canónico...). A Jesús lo rechazaron por “falso profeta, enemigo de la verdad, Belcebú, traidor a las tradiciones y seductor del pueblo”. Jesús los contradice: "en verdad, anulan ustedes el mandamiento de Dios para establecer las tradiciones de ustedes… y cosas como éstas hacen ustedes muchas más" (Marcos 7, 13); "por causa de sus tradiciones no enseñan el precepto de Dios" (Mateo 15, 3). ¿A quienes les cabrá hoy esta sentencia?...
Y sobre los preceptos de Dios no enseñados, más que lastimoso es grave, que tanto conservadurismo “no conserve” la esencia del cristianismo como lo es el anuncio de la centralidad del amor y la prédica de la importancia decisiva de los pobres, dispersándose en tanta doctrina sectaria, arrogante y barata.
Para Jesús y para todo el Nuevo Testamento, el amor lo es todo (Mateo 22, 38-39), porque Dios es amor (1º Juan 4, 8-16) y sólo el amor salva (Mateo 25, 34-47), un amor que debe ser incondicional (Mateo 5, 44). El sistema absolutista jerárquico romano sólo habla de verdades reveladas y de la fe teologal como adhesión plena a ellas, aunque ellos mismos sepan que la fe sola no salva, pues como dicen todos los Concilios, sólo salva la fe "informada de amor" (fides caritate informata). Es una ausencia clamorosa, sólo comprensible en quien no tiene una experiencia espiritual, no se encuentra con el "Dios comunión de personas divinas", no ama al prójimo y por consiguiente tampoco a Dios, sino que sólo se adhiere perezosamente a las verdades escritas y abstractas. ¡Por lo que también muestra que de esa forma no se ama a nadie, a no ser al propio sistema!
Otro tanto ocurre con los pobres. Para Jesús y todo el Nuevo Testamento, el pobre no es un tema entre otros. Es el lugar a partir el cual se descubre el Evangelio como buena noticia de liberación ("bienaventurados ustedes los pobres") y funciona como criterio último de salvación o de perdición. De nada sirve pertenecer a la Iglesia romano-católica, poseer todo el arsenal de los medios de salvación, someterse con mente y corazón al sistema jerárquico, acoger todas las verdades reveladas si no se tiene amor al hambriento, al sediento, al desnudo, al peregrino, al injustamente preso. Nadie podría escuchar las palabras bienaventuradas: "Vengan, benditos de mi Padre, tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo" (Mateo 25, 34), porque "cuando dejaron de hacer algo a uno de estos pequeños, fue a mí a quien no me lo hicieron" (Mateo 25, 45). La cuestión del pobre es tan esencial a la herencia de Jesús, que cuando Pablo fue a verificar su doctrina ante los apóstoles en Jerusalén, éstos le exigieron el cuidado de los pobres (Gálatas 2, 10). La tradición teológica de la Iglesia siempre argumentó rectamente: dónde está Cristo ahí está la Iglesia. Y Cristo está en los pobres; luego la Iglesia está (debe estar) en los pobres. No sólo en los pobres trabajadores y buenos, sino en los pobres pura y llanamente por el simple hecho de ser pobres. Al ser pobres, tienen menos vida, y por eso son los destinatarios primeros de ese anuncio y de la intervención liberadora del Dios de la Vida.
En el amor incondicional y en los pobres se encuentra la centralidad del mensaje de Jesús, y no en el alegato ideológico montado por centenas de documentos vaticanistas. Hay una forma de negación del Dios vivo que sólo los eclesiásticos llevan a cabo: hablar de Dios, de su revelación y de su gracia, sin mostrar ninguna compasión para con los pobres y los ofendidos. No hablan del Dios de Jesús que escucha el grito de los oprimidos y desciende para liberarlos (Éxodo 3,4) sino de un fetiche eclesiástico que "ideó" el ser humano en su sed de poder siendo la imagen de Dios un Dios fúnebre que murió hace mucho tiempo, pero que dejó como testamento frases recogidas en el Nuevo Testamento, con las cuales la jerarquía vaticana construye un edificio de salvación exclusivo para quienes entren en él. Con este dogmatismo a medio camino en la historia del cristianismo se ofende al Verbo que "ilumina a todo ser humano que viene a este mundo" (Juan 1,9), y no sólo a los bautizados y a los que son romano-católicos. Teología tal que blasfema el Espíritu que "sopla donde quiere" (Juan 3, 8) y no sólo sobre aquellos ligados a los esquemas vaticanos. Jesús enfatiza que "los verdaderos adoradores que el Padre desea, han de adorarlo `en Espíritu y en Verdad´” (Juan 4, 21-23) y no solamente en Roma. Es decir, por todas las personas abiertas a la dimensión espiritual y sagrada del universo, manifestación de la presencia del Misterio Divino, cuya culminación se encuentra en la encarnación. De lo contrario se deja en ridículo a los seres humanos al negarles lo principal del mensaje de Jesús: el amor incondicional y la centralidad de los pobres y oprimidos. En su lugar se les ofrece un indigesto menú de citas arrancadas para justificar las discriminaciones y las desigualdades producidas contra la voluntad manifiesta de Jesús, que prohibió que alguien se llamara maestro o padre (Papa es la abreviación de "padre de los pobres", pater-pauperum = Papa) o que se considerara mayor o primero que los demás, "porque ustedes son todos hermanos y hermanas” (Mateo 23, 6-12). La jerarquía romana necesita urgentemente de conversión para que pueda encontrar su lugar dentro de la totalidad del pueblo de Dios y como servicio a la comunidad de fe. Ella no es una facción, sino una función de la "Iglesia comunidad de fieles y de servicios”.
Esta ortodoxia desmemoriada de Jesús y las primeras comunidades está en las antípodas de la atmósfera de jovialidad y benevolencia propia de los Evangelios y de la gesta de Jesús. Es un capitalismo concentrador de una verdad arrogante al estilo de escribas y fariseos y no de discípulos de Jesús. Una doctrina carente de virtudes humanas y divinas, más dirigido a juzgar, a condenar y a excluir, que a valorizar, comprender e incluir.
En el Tercer Mundo, cuatro mil millones de personas -sobre seis mil quinientos millones-, viven debajo de la línea de la pobreza. Quien es sordo ante el grito de los oprimidos no tiene nada que decir a Dios ni nada que decir en nombre de Dios. La “ortodoxia” presentada por estos escribas no es mundializable: es expresión del lado más sombrío de Occidente. No tiene nada que ver con el Misterio de Dios que se revela en la historia en Jesucristo, cuyo significado y mensaje no quiere excluir ni disminuir a nadie, por comunión con las demás iglesias cristianas que llevan adelante la memoria de Jesús y por respeto a los demás caminos religiosos y espirituales por los cuales Dios siempre visitó en salvación y gracia a todos los seres humanos. Vuelta a las fuentes que sí lo van asumiendo, es justo reconocer que por suerte estratos importantes de la jerarquía se han convertido al sentido evangélico de servicio y animación de la fe, en las bases de la Iglesia y en las comunidades católicas y cristianas, fundado en la espiritualidad y en la mística del encuentro vivo con el Espíritu y el Resucitado, al servicio de los hombres y mujeres, comenzando por los más pobres y castigados, en comunión y en diálogo con otros portadores de espiritualidad. ¿Cuándo lo hará la jerarquía toda, en especial el Papa con su curia?
No ya por la tradición, ni por la ortodoxia, ni por el conservadurismo, ni por la pureza dogmática, sino por nuestra dignidad de Hijos de Dios y por nuestro futuro, que es misión de todos suscitar y animar la llama sagrada de lo Divino y del Misterio que arde dentro de cada corazón y en el universo entero. Sin esa llama sagrada no salvaremos la vida ni garantizaremos un futuro de esperanza para la familia humana y la Casa Común, la Tierra. Para ese propósito, todo ecumenismo es deseable, toda sinergia es imprescindible. Y Roma, algún día, tendrá que sumarse a esta tarea mesiánica.
Somos hombres y mujeres de fe, o tendríamos que comenzar a serlo. Fe en el Dios del amor que “escribe recto sobre renglones torcidos”. Tenemos la esperanza de resucitar cotidianamente a la alegría de la vida y la caridad como para tolerar, sobre la pequeña barca de nuestra existencia, los tiempos que arrecien. Quién sabe; quizás el Espíritu inunde el corazón y la cabeza del nuevo Papa o lo tire del caballo como a Pablo preguntándole como entonces “¿por qué me persigues?”. O quizás sea el tiempo de un Ratzinger histórico. Un tiempo oscuro y duro que sirva para que la institución eurocéntrica termine de hacer crisis y desgarrándose como una semilla florezca una nueva Iglesia desde el lugar de los humillados y ofendidos de la tierra, tercer mundo pobre, cristiano y bienaventurados por el Padre.
En veinte siglos han pasado tantos Inocencios como el III, exterminador de la Occitania, el IV justificador ideológico de la Inquisición o el VIII mentor de la España de Torquemada y sus “reyes católicos”. Honorios II, Gregorios IX, Urbanos II, Sixtos IX, cruzados y asesinos de “herejes”; Juanes XXI inquisidores y genocidas, o el XXII ladrones, mercaderes de lo sagrado y quemadores de brujas; Médicis con alias de León X o Clemente VII promiscuos, prostibularios y comerciantes de indulgencias; Borgias con alias de Calixto III o Alejandro VI tan comerciantes, ladrones, prostibularios, déspotas, conspiradores, antisemitas, censores y asesinos como los Médicis pero mucho más nepotistas; Bonifacios VI, Sergios III y IV, Pelagio I, matadores de papas precedentes; Juanes como el XII, Papa a los 16 años, saqueadores del tesoro de San Pedro, promiscuos y fugitivos de maridos despechados; o como el XIII quien sacaba los ojos a sus enemigos y pasó por la espada a miles de romanos; o como el XI papa ímprobo de 20 años; o el XIV, depuesto apaleado y encerrado; o el XVI desorejado, desnarizado, cegado y dejado manco; Estébanes como el VII, macabro hasta lo irreal y descuartizador de enemigos; Píos como el XI o el XII, cómplices y colaboracionistas de dictadores genocidas que enlutaron el siglo XX; o finalmente la estirpe de los Benitos -o Benedicto, como gusta llamar la prensa- como el V, quien robó el tesoro de Roma y huyó a Constantinopla, el VIII quien murió a manos de quien pretendió lavar su honor por una de sus múltiples fornicaciones; el IX, ¡Papa a los 11 años! quien finalmente abdicara a favor de su padrastro (Gregorio VI) a cambio de todas los diezmos de Inglaterra y quien luego asesinara a los dos papas posteriores a su padrastro ya difunto (Clemente II y Dámaso II), conspirador, libertino y violador de cuanta mujer tuvo bajo su poder...
Y sin embargo... Jesús sigue a nuestro lado cumpliendo su promesa: “yo estaré con ustedes hasta la consumación de los tiempos”. Sabemos que cuando la Iglesia-institución -especialmente en la figura del papado- olvida su misión o pierde su libertad atándose al poder, sirviendo a otro Dios o siendo primada por estos nuevos Caifás, el Espíritu Santo despierta movimientos, hombres y mujeres, que buscan una nueva fidelidad al Evangelio y a la misión de Jesús. Y así fue como después de Pío XII llegó Juan XXIII, “el Papa bueno”, y el Concilio Vaticano II y todo el viento fresco que renovó la Iglesia.
En nuestro propio país -y hasta no hace tanto- en enormes sectores de la población existía la concepción de que la alternancia entre gobiernos de facto y regímenes democráticos era una opción válida. Tuvo que pasar la más brutal dictadura, la más larga y sangrienta, para que se hiciera tal sentido común que la gente gritara “nunca más”. Igual podría algún día suceder en la institución Iglesia. Pareciera que a veces necesitamos tocar fondo para así poder impulsarnos y salir a respirar aires de vida plena.
Tengo fe. Tengo esperanza y hasta me queda una buena reserva de caridad como para esperar y creer en la victoria de esa vida en abundancia de Jesucristo resucitado sobre tanta muerte de tanto hermano crucificado cotidianamente.
Buena parte de ello dependerá de nosotros. Habrá que cuidarse de no faltar a la historia.
Fraternalmente
Gabriel Andrade - Rosario, 24 de abril de 2005.
LA RIQUEZA Y SU DISTRIBUCIÓN (Textos bíblicos sugeridos para el XXIV Seminario de Formación Teológica)
LA RIQUEZA Y SU DISTRIBUCIÓN
gabriel andrade (compilador)
Material bíblico sugerido para el XXIV Seminario de Formación Teológica
Éxodo - Capítulo 16, Versículos del 1 al 36
EL MANÁ [1] Los israelitas se marcharon de Elim y llegaron al desierto de Sin, entre Elim y el Sinaí, el día quince del segundo mes después de la salida de Egipto. [2] Toda la comunidad de los israelitas empezó a murmurar contra Moisés y Aarón en el desierto. [3] Les decían: «¡Ojalá Yavé nos hubiera hecho morir en Egipto! Allí nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan en abundancia. Ustedes, en cambio, nos han traído a este desierto en que todo ese gentío morirá de hambre.» [4] Pero Yavé dijo a Moisés: «Ahora les hago llover pan del cielo; salga el pueblo y recoja lo que necesita para cada día. Y yo voy a probar si se ajusta o no a mi enseñanza... [5] El día sexto prepararán lo que les envíe, y será el doble de la ración diaria.» [6] Entonces Moisés y Aarón dijeron a toda la gente de Israel: «Esta tarde ustedes reconocerán que Yavé es el que los ha sacado de Egipto, [7] y por la mañana sus ojos verán la Gloria de Yavé. Yavé ha escuchado cuando ustedes murmuraron contra él. Pues sus quejas no se dirigían a nosotros, ¿qué somos nosotros? [8] Esta tarde, Yavé les dará carne para que coman, y por la mañana, pan a saciedad. Esa es la manera como les contestará porque le han criticado a él y no a nosotros. Pues nosotros, ¿qué somos?» [9] Moisés dijo a Aarón: «Di a todos los hijos de Israel: Vengan, preséntense a Yavé, porque ha oído las quejas de ustedes.» [10] Y mientras Aarón hablaba al pueblo, miraron hacia el desierto: la Gloria de Yavé se apareció en medio de la nube. [11] Yavé habló a Moisés diciendo: [12] «He oído las quejas de mi pueblo. Diles: por la tarde comerán carne y por la mañana se saciarán de pan; así sabrán que yo soy Yavé, el Dios de ustedes.» [13] Aquella misma tarde llegaron codornices, que cubrieron el campamento. Y, por la mañana, en torno al campamento, había una capa de rocío. [14] Al evaporarse el rocío, apareció sobre el suelo del desierto una cosa menuda, como granos, parecida a la escarcha. [15] Cuando los israelitas vieron esto, se dijeron unos a otros: «Manha», o sea: «¿Qué es esto?» Pues no sabían lo que era. Y Moisés les dijo: «Este es el pan que Yavé les da para comer. [16] Yavé manda que cada uno recoja cuanto necesite para comer, alrededor de unos cinco litros por persona; y cada uno recogerá lo necesario para la gente de su tienda de campaña.» [17] Así lo hicieron los israelitas. Unos recogieron mucho y otros menos. [18] Pero cuando lo midieron con el medio decálitro, ni los que recogieron mucho tenían más, ni los que recogieron poco tenían menos: cada uno tenía su ración. DANOS HOY NUESTRO PAN DEL DÍA [19] Moisés les dijo: «Que nadie guarde nada para mañana.» [20] Algunos no le hicieron caso, sino que guardaron para el día siguiente. Pero se llenó de gusanos y se pudrió. Moisés se enojó con ellos. [21] Cada cual recogía día tras día lo que necesitaba para el día, y luego, al calentar el sol se derretía lo que quedaba. [22] El día sexto, cada uno recogió doble ración: dos medio-decálitros por persona. Todos los jefes de la comunidad fueron a decírselo a Moisés. [23] El les dijo: «Esto es lo que tiene ordenado Yavé: Mañana es día sábado, un descanso sagrado que le es dedicado. Hagan hoy todo lo que tengan que hacer, cuezan lo que haya que cocer, hiervan lo que han de hervir y guarden lo que sobre para el día siguiente.» [24] Ellos guardaron el maná tal como Moisés lo había mandado y el maná no se pudrió. Entonces Moisés les dijo: [25] «Esta será la comida para hoy. Hoy es el día de descanso para Yavé y no encontrarán maná en el campo. [26] Durante seis días saldrán a buscarlo, pero el séptimo día, que es el descanso, no habrá.» [27] Cuando llegó el séptimo día, algunos salieron a buscar maná, pero no hallaron nada. Por lo cual Yavé dijo a Moisés: [28] «¿Hasta cuándo se negarán a observar mis mandamientos y mi Ley? [29] Acuérdense de que Yavé les ha dado el sábado, y por esto el día sexto les ha doblado la ración. Quédense cada uno en su casa y que nadie se mueva el día séptimo.» [30] El pueblo, entonces, observó el descanso el día séptimo. [31] La gente de Israel llamó a este alimento: maná. Era como la semilla del cilantro, blanco, y su gusto se parecía al de una torta de miel. [32] Moisés dijo: «Yavé ha dado esta orden: Guarden una medida de maná para sus descendientes, para que vean el alimento que les di de comer en el desierto cuando los hice salir de Egipto.» [33] Moisés dijo a Aarón: «Toma un tiesto y échale una medida de maná; la depositarás ante la presencia de Yavé y la conservarás para los descendientes de ustedes.» [34] Aarón, pues, llevó el vaso conforme Moisés se lo había dicho, y lo depositó delante de las tablas de las Declaraciones divinas. [35] Los hijos de Israel comieron maná durante cuarenta años, hasta que llegaron a una tierra poblada; [36] comieron el maná hasta que llegaron a la tierra de Canaán.
Toda la comunidad empezó a murmurar contra Moisés y Aarón. En varias partes se encontrará en seguida esa "murmuración", esa crítica que tiene miedo a comprometerse demasiado. No se está contento, pero tampoco se tiene algo que proponer. Se critica a los que quieren hacer algo, pero es que en el fondo no se quiere tener problemas.Esta tarde les dará carne... Numerosas bandadas de aves, agotadas por un largo vuelo, cayeron al lado del campamento. También se encontró otra comida inesperada, el maná. A lo mejor se trata de la resina que a veces sale muy abundantemente de zarzas de dicho desierto. En el momento más desesperado, esta ayuda fue para Israel la prueba de que Dios no lo abandonaba. Este hecho se relata también en Núm 11,4. Con este hecho entendemos que el pan de cada día es un don de Dios. Un don hecho a su pueblo al que conduce por un camino difícil, un don a Moisés, quien ha corrido todos los riesgos. Con el tiempo, se amplió la narración del asunto, dando a entender que Dios había mandado el maná diariamente durante cuarenta años: Ex 16,35 Jos 5,12 Sal 78,24 Sab 16,20. Este don del pan del cielo se prestó para dos comentarios diferentes en páginas posteriores de la Biblia. En Deut 8,3: «Te dio a comer el maná para mostrarte que no sólo de pan vive el hombre, sino que todo lo que sale de la boca de Dios es vida para el hombre.»
Luego, en el Evangelio, el maná es figura del verdadero pan del cielo, Cristo, que se da como alimento de vida en la eucaristía: En Jn 6. es interpretado que Dios ya no habla desde arriba, sino que se hace pobre entre los pobres en la persona de Jesús, comulgando con su vida, sus sufrimientos y su esperanza; ya que estaban como ovejas sin pastor. (Núm 27,17; Is 40,1 ; Ez 34; Za 11,4-17; 12,8).
Se trata de personas que no han encontrado todavía una verdadera comunidad y Jesús siente compasión por ellas. El profeta Ezequiel reprochaba a los responsables de Israel que se comportaban como malos pastores; también podría reprocharnos hoy día que no somos pastores ni profetas en medio de nuestro mundo.
Juan desarrolla palabras que Jesús pronunció en la sinagoga de Cafarnaún. Jesús se expresó en forma escandalosa para sus oyentes. Dijo que debemos ir a él como a nuestro pan verdadero y recibir por medio de su persona la vida eterna que nos hace falta. En todo tiempo la mayor parte de la humanidad ha trabajado por su alimento y su primera preocupación es asegurarlo para el mañana, porque si no come dejará de vivir. El hombre no tiene en sí mismo la vida y debe sacar constantemente de lo exterior lo necesario para mantenerla. Pero a pesar de todo, algún día la vida se le escapa, porque no ha encontrado la comida que permanece. En realidad el hombre necesita mucho más que pan; al comer y beber busca algo que remedie su indigencia como criatura. Teniendo el alimento, multiplicará los objetos de su deseo sin conseguir algo que lo deje colmado, y tendremos que esperar la resurrección, pues es en la asamblea de Todos los Santos donde habrá paz y unidad total y perfecta. Esa será precisamente la Obra del Hijo del Hombre. El discurso de Jesús empieza con una pregunta de los judíos: ¿Qué tenemos que hacer para trabajar en las obras de Dios? Y Jesús responde: La obra de Dios es ésta: creer. El Padre no exige «obras», o sea, las prácticas de una ley religiosa, sino más bien la fe en su Hijo. En Jn 5, Jesús afirmó que su obra consistía en resucitarnos. Aquí indica la obra nuestra: creer en el Enviado del Padre.
La palabra clave del discurso es el pan. Por eso Juan la repite siete veces en cada sección del Cap. 6. Y siete veces aparecerá la expresión: “que ha bajado del cielo”.
Jesús se hace nuestro pan cuando creemos en él. En el pasado Dios había facilitado a los israelitas un alimento providencial, el maná, cuando les faltaba todo en el desierto. Pero si Dios se conforma con ser nuestro bienhechor y nosotros vamos a Él en busca de favores, terminamos por fijarnos solamente en las cosas que Dios nos proporciona; casi no se las agradecemos, y luego nos volvemos a quejar. Y así pasó con los israelitas que, después de recibir el maná, se rebelaron contra Dios y murieron en el desierto. Es que las cosas, aunque vengan del cielo, no nos hacen mejores ni nos confieren la vida verdadera. Por eso ahora Dios propone algo nuevo. El pan que baja del cielo no es una cosa, sino Alguien. Ese pan verdadero nos comunica la vida eterna, pero para recibirlo se necesita dar un paso, o sea, creer en Cristo. “Todo lo que el Padre me ha dado vendrá a mí” dijo Jesús (Jn 6; 37). Sólo vendrán a Cristo los que el Padre conoce.
Los oyentes de Jesús son todos judíos que creen en Dios y en la Biblia. Pero una cosa es creer en los profetas del pasado, celebrados después de su muerte, y otra reconocer a esos enviados de Dios mientras viven y son discutidos, especialmente cuando el Enviado de Dios es un simple carpintero. Hoy todavía tendremos que superar las mismas dudas y escuchar a los enviados de Dios que nos enseñan una misión concreta en el mundo de hoy. Son muchos los que creen en la Biblia o en Cristo, y no quieren escuchar en la Iglesia las voces que llaman a la elección de la pobreza como rechazao al dios consumista y de los ídolos.
No murmuren. La Biblia usa este mismo verbo murmurar en el Exodo; en el desierto, los israelitas desconfiaban de Dios y criticaban a cada momento las decisiones de Moisés (Ex 15,24; 16,2; 17,3). Serán todos enseñados por Dios (45). Unos textos de los profetas mostraban por qué camino se iba a superar la religión judía. Después de la alianza de Dios con Israel en el Sinaí, con sus leyes y sus ritos destinados a educar a este pueblo que se lo puede calificar en su grado de desarrollo de su fe como “niños”, debían abrirse en una fe madura en tiempos nuevos en que Dios se comunicaría con cada uno de sus fieles, de la misma manera que había hecho con los grandes profetas (Is 54,13; Jer 31,34; Jl 3,1). Jesús recuerda estas promesas, pero añade una precisión. No se trata de que cada cual reciba revelaciones y luego pueda creer que todo lo ha escuchado de Dios, sino que recibimos del Padre una inclinación a buscarlo todo en Jesús. En Jesús, como en el perfecto espejo de Dios, descubrimos la voluntad del Padre sobre nosotros. Jesús es «la» Palabra de Dios; en Él, el Padre lo ha dicho todo, y las revelaciones más auténticas no pueden sino devolvernos a él.
Luego Jesús se hace nuestro pan cuando comemos su carne en el sacramento de la Eucaristía. Esta «Cena del Señor» es la expresión más fuerte de nuestra unión con Dios en Cristo. Según los manuscritos más antiguos, Juan escribió "carne", y no "su carne", citando las mismas palabras de los israelitas que desconfiaban de Dios en el desierto (Núm 11,4 y 18). Pero Juan, al que le gusta jugar con las palabras, les da aquí un sentido diferente: ¿Cómo un enviado del cielo daría carne al mundo, si lo que necesitamos es lo espiritual? Jesús contestará en Jn 6; 63: eso de comer carne, que parece cosa muy terrenal, solamente se justifica porque esa carne es la de Cristo resucitado y transformado por el Espíritu, y por eso da vida. Mediante un gesto visible, el creyente participa de una realidad que no ve: entra en comunión de vida con Cristo resucitado. En la Cena del Señor o misa, nuestra fe nos lleva a recibir como cuerpo y sangre de Cristo algo que todavía no parece ser más que pan y vino. Pero, con esto, Cristo resucitado se hace para nosotros alimento de vida. Jesús es el pan vivo, o sea, activo. Nuestro cuerpo transforma el pan y lo asimila, es decir, lo hace cosa suya: el pan no actúa. Cristo, por el contrario, actúa y, al comerlo, es Él quien nos transforma, quien nos hace cosa suya: “Quien me come tendrá de mí la vida”. En la cultura hebraica, carne y sangre designan a todo el hombre en su condición natural. Jesús quiere que hagamos nuestro, todo su ser humano en su condición humilde y mortal, y él nos comunica su divinidad. Es evidente que la comunión sólo capta todo su sentido si se hace bajo las dos especies de pan y de vino. Una vez más Jesús va a «cumplir» lo que contenía la Antigua Alianza: cumplir, es decir, dar la realidad allí donde no había aún más que sombra. Entre los diversos sacrificios que se ofrecían en el Templo, estaban los llamados de comunión; los fieles comían durante un banquete una parte de la víctima. La comían «delante» de Dios (Deut 12,18), uniéndose así a su Dios a quien estaba consagrada la mejor parte de la víctima. Jesús, el verdadero cordero (Jn 1,36), elije el sacrificio para la liberación del mundo y así lleva a su cumplimiento todos los sacrificios por los pecados del Antiguo Testamento (Heb 10,5-6). Al hacer de su persona resucitada el alimento de su pueblo, realiza la unión perfecta del Nuevo Pueblo de Dios con su Padre.
Pero hemos comprobado que no basta comulgar para ser perfectos, y que no todos los que comulgan viven del Espíritu de Cristo. El don de Dios, ya sea su palabra o el cuerpo de Cristo, es una semilla muy pequeña que se pierde en muchos casos, y que no da frutos más que en los que perseveran. Los sacramentos que recibimos hacen madurar en nosotros la vida de Dios, pero lo hacen actuando en lo más profundo de nuestro ser. La eucaristía contiene el cuerpo, o la carne, de Cristo resucitado. Es realidad transformada por el Espíritu y que actúa en forma espiritual.
Éxodo - Capítulo 17, Versículos del 1 al 8
EL AGUA SALIDA DE LA PIEDRA [1] Al salir la comunidad de Israel del desierto de Sin, dispusieron sus etapas según Yavé les ordenaba. Acamparon en Refidim donde el pueblo, sediento, no encontró agua. [2] Le reclamaron a Moisés, diciendo: «Danos agua para beber.» Moisés les contestó: «¿Por qué me reclaman ustedes a mí?, ¿por qué tientan a Yavé?» [3] Allí el pueblo, atormentado por la sed, murmuró contra Moisés: «¿Por qué nos has hecho salir de Egipto? ¿Para que ahora muramos de sed con nuestros hijos y nuestros animales?» [4] Entonces Moisés llamó a Yavé y le dijo: «¿Qué puedo hacer con este pueblo?; por poco me apedrean.» [5] Yavé respondió a Moisés: «Preséntate al pueblo, lleva contigo algunos jefes de Israel, lleva también en tu mano el bastón con que golpeaste el río Nilo. [6] Yo estaré allá delante de ti, sobre la roca. Golpearás la roca y de ella saldrá agua, y el pueblo tendrá para beber.» Moisés lo hizo así, en presencia de los jefes de Israel. [7] Aquel lugar se llamó Masá (o sea, tentación) y Meribá (o sea, quejas), a causa de las quejas de los israelitas que allí tentaron a Yavé, diciendo: «¿Está Yavé en medio de nosotros, o no?»
En el desierto, Dios pone a Israel a prueba: ¿Hasta cuándo esta gente común aceptará seguir un destino que sale de lo común? ¿Hasta dónde alcanzará su fe? También Israel tienta a Dios, o sea, le pide pruebas porque no tiene confianza en él. Exige milagros: «Si estás con nosotros, muéstralo, y sin demora.» La Biblia recuerda este enfrentamiento en el suceso del agua salida de la roca. También Moisés fue puesto a prueba en dicho lugar ver el mismo hecho relatado en Núm 20. En tiempos posteriores la tradición judía vio en esta roca una figura de Dios, fuente de vida, presente en medio de su pueblo, Roca milagrosa que los acompañaba en sus andanzas (ver 1 Cor 10,40). Dios es la Roca impenetrable que retiene su secreto hasta que acepte ser herido y de su misma herida mana la vida. Dios es quien se anonada en la persona de Jesús para que se nos revele el secreto de su amor, o sea, el secreto de Dios mismo, capaz de hacerse débil entre nosotros.
Isaías - Capítulo 5, Versículos del 8 al 24
POBRES DE USTEDES, RICOS [8] ¡Pobres de ustedes que compran todas las casas y van juntando campo a campo! ¿Así que no quedará más lugar y sólo quedarán ustedes en este país? [9] En mis oídos ha resonado la palabra de Yavé de los Ejércitos: «Han de quedar en ruinas muchas casas grandes y hermosas, y no habrá quien las habite. [10] Diez cuadras de viña apenas darán un barril de vino, y un quintal de semilla sólo dará un puñado.» [11] ¡Pobres de aquellos que se levantan muy temprano en busca de aguardiente y hasta muy entrada la noche continúan su borrachera! [12] Hay cítaras, panderetas, arpas, flautas y vino en su banquete, pero no ven la obra de Yavé ni entienden lo que él está preparando. [13] A mi pueblo le falta inteligencia, por eso será desterrado. Sus nobles morirán de hambre, y su pueblo perecerá de sed. [14] Por esto la Muerte ensancha su garganta y abre su enorme hocico, allí baja el esplendor de Sión: con toda la bulla de su gente alegre. [15] El mortal ser doblegado, y cada cual humillado. [16] Yavé Sabaot será grande en el Juicio, el Dios Santo al juzgar, mostrará su santidad. [17] Los corderos pastarán en sus campos desolados y las manadas vivirán en medio de los escombros. [18] Desgraciados de aquellos que arrastran su maldad con la cuerda de sus engaños, y arrastran el pecado como los tiros de un carro. [19] De aquellos que dicen: «Rápido! Que Yavé haga sus cosas y que las veamos. ¡Que se cumpla el proyecto del Santo de Israel, que venga para que lo conozcamos!» [20] ¡Ay de aquellos que llaman bien al mal y mal al bien, que cambian las tinieblas en luz y la luz en tinieblas, que dan lo amargo por dulce y lo dulce por amargo! [21] ¡Ay de los que se creen sabios y se consideran inteligentes! [22] ¡Pobres de los que son valientes para beber vino, y campeones para mezclar bebidas fuertes, [23] pero que perdonan al culpable por dinero, y privan al justo de sus derechos! [24] Así como las llamas queman el rastrojo y como el pasto seco se consume en el fuego, así se pudrirá su raíz y el viento se llevará su flor junto con el polvo. Pues han rechazado la ley de Yavé Sabaot y han despreciado la palabra del Santo de Israel.
La Biblia no acepta que algunos ocupen toda la tierra cuando tantos no poseen el terreno que les permitiría vivir (Lev 25,8). Tampoco se justifica la organización social que deja todas las riquezas en manos de unos pocos y hace que la mayoría de los trabajadores no puedan aprovechar las riquezas de su país, ni ejercer sus responsabilidades de hombres en el trabajo y en la nación. Las maldiciones apuntan a los mismos personajes: ricos y nobles que se desentienden de su responsabilidad respecto de su pueblo y derrochan el dinero. Por obrar en contra de toda justicia, su juicio se ha corrompido: llaman bien al mal y logran que los demás acepten o callen. Culmina en mal, cuando en una sociedad se imponen valores falsos. Este es el escándalo social del que Jesús habla en Mt 18,7. Isaías anuncia sin vacilar el destierro. Habría sido sabiduría comprender la voluntad de Dios y los signos en los acontecimientos. Pecado de los que habiendo recibido una educación superior gozan la vida para sí y para los suyos, y consideran como algo optativo lo que podrían hacer en servicio del mundo. Lc. 5, 1 - 39
Lucas - Capítulo 19, Versículos del 1 al 10
LA PESCA MILAGROSA [1] Cierto día la gente se agolpaba a su alrededor para escuchar la palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. [2] En eso vio dos barcas amarradas al borde del lago; los pescadores habían bajado y lavaban las redes. [3] Subió a una de las barcas, que era la de Simón, y le pidió que se alejara un poco de la orilla; luego se sentó y empezó a enseñar a la multitud desde la barca. [4] Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: «Lleva la barca mar adentro y echen las redes para pescar.» [5] Simón respondió: «Maestro, por más que lo hicimos durante toda la noche, no pescamos nada; pero, si tú lo dices, echaré las redes.» [6] Así lo hicieron, y pescaron tal cantidad de peces, que las redes casi se rompían. [7] Entonces hicieron señas a sus compañeros que estaban en la otra barca para que vinieran a ayudarles. Vinieron y llenaron tanto las dos barcas, que por poco se hundían. [8] Al ver esto, Simón Pedro se arrodilló ante Jesús, diciendo: «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador.» [9] Pues tanto él como sus ayudantes se habían quedado sin palabras por la pesca que acababan de hacer. [10] Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas; en adelante serás pescador de hombres.» [11] En seguida llevaron sus barcas a tierra, lo dejaron todo y siguieron a Jesús.
Jesús se autoinvita a subir en la barca de Pedro, que no se niega a prestarle un servicio. Pero Jesús necesita más; aunque tenga a muchos dispuestos a echarle una mano, él busca hombres que se entreguen totalmente a su obra. Oyentes no le faltan, necesita apóstoles. Los milagros de Jesús son otra manera suya de enseñar. Esto, pues, es palabra de Dios para los apóstoles de todos los tiempos: Echen las redes. Pedro obedece a pesar de que no hay ninguna esperanza de sacar nada. Las redes casi se rompían... Serás pescador de hombres... “Apártate de mí, que soy un hombre pecador” (8). Temor repentino de Pedro, a pesar de que creía conocer a Jesús. Acaba de descubrir que Dios había penetrado en su vida íntima. Es el primer acto de fe en la persona divina de Jesús, que emplea pecadores para salvar a los pecadores. Lo dejaron todo y siguieron a Jesús. No era mucho lo que tenían, pero sí era toda su vida: trabajo, familia y su pasado de pescadores. Apóstol significa enviado. Cristo es el que escoge a sus apóstoles y los envía en su nombre; pero, ¿a quién enviará sino a quienes aceptan ser cooperadores suyos? Empieza a ser apóstol, o por lo menos cooperador de Cristo, el que acepta hacer algo más que los servicios materiales que se pueden prestar en la Iglesia; el que se siente responsable de las personas: ser pescador de hombres. Lucas juntó aquí dos hechos distintos: la vocación de los apóstoles, contada en forma escueta en Mc 1,16, y la pesca milagrosa. Juan también cuenta una pesca milagrosa (Jn 21), pero la ubica después de la resurrección. Existen serios motivos para pensar que se trata del mismo milagro, pero a Juan le convenía unirla con la aparición de Jesús resucitado a los apóstoles, que sucedió en el mismo lugar posteriormente .
Santiago - Capítulo 5, Versícolos del 1 al 20
LES TOCA A LOS RICOS [1] Ahora les toca a los ricos: lloren y laméntense porque les han venido encima desgracias. [2] Los gusanos se han metido en sus reservas y la polilla se come sus vestidos; [3] su oro y su plata se han oxidado. El óxido se levanta como acusador contra ustedes y como un fuego les devora las carnes. ¿Cómo han atesorado, si ya eran los últimos tiempos? [4] El salario de los trabajadores que cosecharon sus campos se ha puesto a gritar, pues ustedes no les pagaron; las quejas de los segadores ya habían llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. [5] Han conocido sólo lujo y placeres en este mundo, y lo pasaron muy bien, mientras otros eran asesinados. [6] Condenaron y mataron al inocente, pues ¿cómo podía defenderse?
Los ricos perderán lo atesorado, que está podrido por la injusticia. En el día del juici perecerán sus riquezas:
Por la injusticia practicada al adquirirlas o al retener la justa remuneración que pertenece a otros.
Por el mal uso de los dones que Dios concede a la humanidad para el disfrute de todos en placer desmedido, lujos y adoración del consumo.
Por condenar implícitamente a morir de hambre de todo lo necesario para el desarrollo humano a los indefensos.
Hoy es absolutamente actual lo que se verificaba en la civilización en tiempos de Santiago. Los que viven con opulencia lo deben a costa de los 2000 millones de hijos de Dios que viven en la miseria. Sus privilegios nacidos a costa de rapiña provoca la muerte injusta por hambre, ignorancia, represión y guerras de millones.
En muchas partes del tercer mundo injusticiado, los que se esfuerzan por educar y organizar a los campesinos, obreros, empeados y pequeños cuentapropistas, y por detender sus derechos contra los abusos de los poderosos, son a menudo calumniados, perseguidos y hasta asesinados. Dios manda en todos los tiempos profetas que denuncian las injusticias y luchan a favor de los oprimidos, juzgando y maldiciendo a los culpables.
Apocalipsis - Capítulo 18, Versículos del 1 al 24
[1] Después de esto vi bajar del cielo a otro ángel. Era tan grande su poder, que toda la tierra quedó iluminada por su resplandor. [2] Gritó con voz potente: «¡Cayó, cayó la Gran Babilonia! Se ha convertido en guarida de demonios, en refugio de espíritus inmundos, en nido de aves impuras y asquerosas; [3] porque con el vino de su prostitución se han emborrachado todas las naciones; los reyes de la tierra pecaron con ella, y los comerciantes del mundo se hicieron ricos con ella, pues era buena para gastar.» [4] Oí otra voz que venía del cielo y decía: «Aléjate de ella, pueblo mío, no sea que te hagas cómplice de su maldad y tengas que compartir sus castigos; [5] porque sus pecados se han apilado hasta el cielo y Dios se ha acordado de sus maldades. [6] Devuélvanle según ella ha dado, páguenle el doble de lo que ha hecho, Viértanle doble medida de lo que ella daba de beber. [7] Que sufra tantos tormentos y penas como fueron su orgullo y su lujo. Se dice a sí misma: ''¡Domino como reina, no soy viuda, nunca conoceré el lamento.'' [8] Por eso, y en un solo día, caerán sobre ella sus plagas: muerte, lamentos y hambre, y quedará consumida por el fuego; pues poderoso es su juez, que es Dios, el Señor.» [9] Llorarán y harán duelo por ella los reyes de la tierra que con ella se acostaban y lo pasaban bien, cuando vean la humareda de su incendio. [10] Se detendrán a distancia aterrados ante su suplicio y exclamarán: «¡Ay, ay de la gran Ciudad! ¡Babilonia, ciudad poderosa, que en una hora te arrasó el juicio!» [11] Llorarán y se lamentarán por ella los comerciantes de la tierra, porque ya no hay quien compre sus mercaderías: [12] sus cargamentos de oro, plata, piedras preciosas y perlas; telas de lino fino y púrpura, vestidos de seda y escarlata; maderas perfumadas, objetos de marfil y muebles muy costosos; bronce, hierro y mármol; [13] especias, perfumes, mirra e incienso; vino y aceite, harina y trigo, vacunos y corderos, caballos y carruajes, esclavos y mercadería humana. [14] Dirán: «Ya no verás más las frutas que ansiabas. Se acabó para ti el lujo y esplendor, y jamás volverán.» [15] Los que traficaban con estas cosas y con ella se enriquecían, se mantendrán a distancia horrorizados por su castigo. Llorando y lamentándose [16] dirán a gritos: «¡Ay, ay, Gran Ciudad, la que se vestía de lino, púrpura y escarlata, y resplandecía de oro, piedras preciosas y perlas! [17] ¡En una hora se acabó tanta riqueza!» Todos los capitanes, navegantes, marineros y cuantos se ocupan en los trabajos del mar, se detuvieron a distancia [18] y gritaron al contemplar la humareda de su incendio: «¿Dónde se ha visto jamás ciudad como ésta?» [19] Y echando polvo sobre su cabeza, decían llorando y lamentándose: «¡Ay, ay de la Gran Ciudad, donde se hicieron muy ricos, gracias a su lujo, cuantos tenían naves en el mar! ¡En una hora ha quedado devastada!» [20] ¡Alégrense por ella, cielos, y también ustedes los santos, los apóstoles y los profetas! Porque Dios les ha hecho justicia y le hizo pagar. [21] Entonces un ángel poderoso tomó una piedra, tan enorme como una piedra de molino, y la arrojó al mar, diciendo: «Así, con igual violencia, será arrojada Babilonia, la Gran Ciudad, y no se volverá a ver más. [22] Nunca más se oirán en ti el son de arpas y cítaras, flautas y trompetas; no trabajarán más en ti artesanos de ningún arte; no se oirá más en ti ruido de molino, ni brillará luz de lámpara; [23] no se oirán más en ti los cantos del novio y de la novia. Porque tus comerciantes eran los magnates de la tierra, y con tus hechicerías se extraviaron las naciones. [24] En esta ciudad fue hallada sangre de profetas y santos, y de todos los que fueron degollados en la tierra.»
“¡Cayó, cayó Babilonia la grande!” (1). Este había sido el grito de los profetas que saludaban la caída de la ciudad opresora (Jer 50 y 51). Jesús decía, al profetizar la caída de Jerusalén: «Enderécense...» (Lc 21,28). “¡Pueblo mío, sal de ella!” (4) Vivan en el mundo sin ser del mundo; hagan todo lo posible por convertir a esta sociedad, a sus aspiraciones y su cultura, pero no vendan su alma. Y cuando Dios venga a juzgar estas estructuras anquilosadas, estén listos para dejarlo todo y para volver al desierto, a la pobreza, antes que acostarse entre los muertos de la historia (Fil 3,20).
Para Juan la bestia figuraba el Imperio Romano; veía en ella un instrumento del demonio, y profetizó su caída: ¡y pensar que, durante siglos, el Occidente cristiano soñó con el esplendor de Roma! El nombre de Roma resumía todo el empuje de su imperio. Muchos pueblos habían sido conquistados e integrados bajo el dominio de un poder fuerte controlado por un orden legal y moral. La "pax romana" permitió la extensión de una cultura de la que somos los herederos, pero también el flujo a Roma de las riquezas del mundo engendraba la corrupción. Todos aquellos que no aceptaban la paz y la moral que la nación más desarrollada quería imponerles, eran destruidos con la mayor crueldad. Y el Apocalipsis ve en Roma la ciudad maldita.
Al hacer del enfrentamiento de la Iglesia con el Imperio, Juan nos invita a pensar que esta lucha es un dato permanente de los tiempos cristianos: muerta Roma, Babilonia reaparecerá. Fuera de las persecuciones sangrientas que muchos conocen, la Iglesia hoy en día sufre otra persecución que sabe disimularse, pero que es dirigida desde imperios como Estados Unidos o la Unión Europea y que disponen de recursos enormes cuyos orígenes fueron el saqueo a los pueblos oprimidos de la tierra. Hoy todavía el cristianismo se identifica en gran parte con el mundo occidental, el que promueve en el mundo valores cristianos, aun sin quererlo. Pero también se hace el apóstol de un liberalismo estrechamente vinculado con el reinado del dinero. Cuando esta Iglesia denuncia cínicamente a este mundo también se denuncia a sí misma por complicidad en la justificación ideológica de los imperialismos desde hace por lo menos 1800 años, por sus vergonzosos silencios y por repetir en sus estructuras eclesiales una arrogante gerontocracia monárquica y absolutista, que triciona a la comunidad de hermanos horizontal e inclusiva que fundaran Jesús y sus discípulos.
De los mismos países reputados "cristianos" de donde salen las influencias más corruptoras y dañinas para la salud moral de los pueblos; al mismo tiempo su superioridad técnica les permite despojar sin violencia cruenta, a veces, a las otras naciones, mientras les predican principios económicos y políticos que convienen a sus propios intereses, ejerciendo la mayor violencia moral consistente en reducir a “objetos de producción y consumo” a sus habitantes, negándoles la dignidad de “sujetos libres hacedores de su historia”. En otros casos, estos imperios directamente saquean con guerras a quienes no pueden defenderse bajo la “distracción” cómplice y la total falta de profetismo de los más altos jerarcas de la institución católica, representados en el Estado del Vaticado, aliado de los imperios.
Por eso podemos pensar que la Babilonia del siglo XXI no se identifica con un país renegado o diabólico, sino que está ahí donde las comunidades cristianas son más numerosas (tercer mundo pobre), luchando y dando su testimonio. A ellos se les dice: “no se dejen contaminar con los ídolos”. En la medida en que la Iglesia-comunidad mire a los hombres y al mundo con los ojos y con el corazón de los pobres, no puede se esperar sino la guerra de parte del Dueño y de los dueños de este mundo contra ellos que es, en definitiva, la guerra contra Dios.
gabriel andrade (compilador)
Material bíblico sugerido para el XXIV Seminario de Formación Teológica
Éxodo - Capítulo 16, Versículos del 1 al 36
EL MANÁ [1] Los israelitas se marcharon de Elim y llegaron al desierto de Sin, entre Elim y el Sinaí, el día quince del segundo mes después de la salida de Egipto. [2] Toda la comunidad de los israelitas empezó a murmurar contra Moisés y Aarón en el desierto. [3] Les decían: «¡Ojalá Yavé nos hubiera hecho morir en Egipto! Allí nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan en abundancia. Ustedes, en cambio, nos han traído a este desierto en que todo ese gentío morirá de hambre.» [4] Pero Yavé dijo a Moisés: «Ahora les hago llover pan del cielo; salga el pueblo y recoja lo que necesita para cada día. Y yo voy a probar si se ajusta o no a mi enseñanza... [5] El día sexto prepararán lo que les envíe, y será el doble de la ración diaria.» [6] Entonces Moisés y Aarón dijeron a toda la gente de Israel: «Esta tarde ustedes reconocerán que Yavé es el que los ha sacado de Egipto, [7] y por la mañana sus ojos verán la Gloria de Yavé. Yavé ha escuchado cuando ustedes murmuraron contra él. Pues sus quejas no se dirigían a nosotros, ¿qué somos nosotros? [8] Esta tarde, Yavé les dará carne para que coman, y por la mañana, pan a saciedad. Esa es la manera como les contestará porque le han criticado a él y no a nosotros. Pues nosotros, ¿qué somos?» [9] Moisés dijo a Aarón: «Di a todos los hijos de Israel: Vengan, preséntense a Yavé, porque ha oído las quejas de ustedes.» [10] Y mientras Aarón hablaba al pueblo, miraron hacia el desierto: la Gloria de Yavé se apareció en medio de la nube. [11] Yavé habló a Moisés diciendo: [12] «He oído las quejas de mi pueblo. Diles: por la tarde comerán carne y por la mañana se saciarán de pan; así sabrán que yo soy Yavé, el Dios de ustedes.» [13] Aquella misma tarde llegaron codornices, que cubrieron el campamento. Y, por la mañana, en torno al campamento, había una capa de rocío. [14] Al evaporarse el rocío, apareció sobre el suelo del desierto una cosa menuda, como granos, parecida a la escarcha. [15] Cuando los israelitas vieron esto, se dijeron unos a otros: «Manha», o sea: «¿Qué es esto?» Pues no sabían lo que era. Y Moisés les dijo: «Este es el pan que Yavé les da para comer. [16] Yavé manda que cada uno recoja cuanto necesite para comer, alrededor de unos cinco litros por persona; y cada uno recogerá lo necesario para la gente de su tienda de campaña.» [17] Así lo hicieron los israelitas. Unos recogieron mucho y otros menos. [18] Pero cuando lo midieron con el medio decálitro, ni los que recogieron mucho tenían más, ni los que recogieron poco tenían menos: cada uno tenía su ración. DANOS HOY NUESTRO PAN DEL DÍA [19] Moisés les dijo: «Que nadie guarde nada para mañana.» [20] Algunos no le hicieron caso, sino que guardaron para el día siguiente. Pero se llenó de gusanos y se pudrió. Moisés se enojó con ellos. [21] Cada cual recogía día tras día lo que necesitaba para el día, y luego, al calentar el sol se derretía lo que quedaba. [22] El día sexto, cada uno recogió doble ración: dos medio-decálitros por persona. Todos los jefes de la comunidad fueron a decírselo a Moisés. [23] El les dijo: «Esto es lo que tiene ordenado Yavé: Mañana es día sábado, un descanso sagrado que le es dedicado. Hagan hoy todo lo que tengan que hacer, cuezan lo que haya que cocer, hiervan lo que han de hervir y guarden lo que sobre para el día siguiente.» [24] Ellos guardaron el maná tal como Moisés lo había mandado y el maná no se pudrió. Entonces Moisés les dijo: [25] «Esta será la comida para hoy. Hoy es el día de descanso para Yavé y no encontrarán maná en el campo. [26] Durante seis días saldrán a buscarlo, pero el séptimo día, que es el descanso, no habrá.» [27] Cuando llegó el séptimo día, algunos salieron a buscar maná, pero no hallaron nada. Por lo cual Yavé dijo a Moisés: [28] «¿Hasta cuándo se negarán a observar mis mandamientos y mi Ley? [29] Acuérdense de que Yavé les ha dado el sábado, y por esto el día sexto les ha doblado la ración. Quédense cada uno en su casa y que nadie se mueva el día séptimo.» [30] El pueblo, entonces, observó el descanso el día séptimo. [31] La gente de Israel llamó a este alimento: maná. Era como la semilla del cilantro, blanco, y su gusto se parecía al de una torta de miel. [32] Moisés dijo: «Yavé ha dado esta orden: Guarden una medida de maná para sus descendientes, para que vean el alimento que les di de comer en el desierto cuando los hice salir de Egipto.» [33] Moisés dijo a Aarón: «Toma un tiesto y échale una medida de maná; la depositarás ante la presencia de Yavé y la conservarás para los descendientes de ustedes.» [34] Aarón, pues, llevó el vaso conforme Moisés se lo había dicho, y lo depositó delante de las tablas de las Declaraciones divinas. [35] Los hijos de Israel comieron maná durante cuarenta años, hasta que llegaron a una tierra poblada; [36] comieron el maná hasta que llegaron a la tierra de Canaán.
Toda la comunidad empezó a murmurar contra Moisés y Aarón. En varias partes se encontrará en seguida esa "murmuración", esa crítica que tiene miedo a comprometerse demasiado. No se está contento, pero tampoco se tiene algo que proponer. Se critica a los que quieren hacer algo, pero es que en el fondo no se quiere tener problemas.Esta tarde les dará carne... Numerosas bandadas de aves, agotadas por un largo vuelo, cayeron al lado del campamento. También se encontró otra comida inesperada, el maná. A lo mejor se trata de la resina que a veces sale muy abundantemente de zarzas de dicho desierto. En el momento más desesperado, esta ayuda fue para Israel la prueba de que Dios no lo abandonaba. Este hecho se relata también en Núm 11,4. Con este hecho entendemos que el pan de cada día es un don de Dios. Un don hecho a su pueblo al que conduce por un camino difícil, un don a Moisés, quien ha corrido todos los riesgos. Con el tiempo, se amplió la narración del asunto, dando a entender que Dios había mandado el maná diariamente durante cuarenta años: Ex 16,35 Jos 5,12 Sal 78,24 Sab 16,20. Este don del pan del cielo se prestó para dos comentarios diferentes en páginas posteriores de la Biblia. En Deut 8,3: «Te dio a comer el maná para mostrarte que no sólo de pan vive el hombre, sino que todo lo que sale de la boca de Dios es vida para el hombre.»
Luego, en el Evangelio, el maná es figura del verdadero pan del cielo, Cristo, que se da como alimento de vida en la eucaristía: En Jn 6. es interpretado que Dios ya no habla desde arriba, sino que se hace pobre entre los pobres en la persona de Jesús, comulgando con su vida, sus sufrimientos y su esperanza; ya que estaban como ovejas sin pastor. (Núm 27,17; Is 40,1 ; Ez 34; Za 11,4-17; 12,8).
Se trata de personas que no han encontrado todavía una verdadera comunidad y Jesús siente compasión por ellas. El profeta Ezequiel reprochaba a los responsables de Israel que se comportaban como malos pastores; también podría reprocharnos hoy día que no somos pastores ni profetas en medio de nuestro mundo.
Juan desarrolla palabras que Jesús pronunció en la sinagoga de Cafarnaún. Jesús se expresó en forma escandalosa para sus oyentes. Dijo que debemos ir a él como a nuestro pan verdadero y recibir por medio de su persona la vida eterna que nos hace falta. En todo tiempo la mayor parte de la humanidad ha trabajado por su alimento y su primera preocupación es asegurarlo para el mañana, porque si no come dejará de vivir. El hombre no tiene en sí mismo la vida y debe sacar constantemente de lo exterior lo necesario para mantenerla. Pero a pesar de todo, algún día la vida se le escapa, porque no ha encontrado la comida que permanece. En realidad el hombre necesita mucho más que pan; al comer y beber busca algo que remedie su indigencia como criatura. Teniendo el alimento, multiplicará los objetos de su deseo sin conseguir algo que lo deje colmado, y tendremos que esperar la resurrección, pues es en la asamblea de Todos los Santos donde habrá paz y unidad total y perfecta. Esa será precisamente la Obra del Hijo del Hombre. El discurso de Jesús empieza con una pregunta de los judíos: ¿Qué tenemos que hacer para trabajar en las obras de Dios? Y Jesús responde: La obra de Dios es ésta: creer. El Padre no exige «obras», o sea, las prácticas de una ley religiosa, sino más bien la fe en su Hijo. En Jn 5, Jesús afirmó que su obra consistía en resucitarnos. Aquí indica la obra nuestra: creer en el Enviado del Padre.
La palabra clave del discurso es el pan. Por eso Juan la repite siete veces en cada sección del Cap. 6. Y siete veces aparecerá la expresión: “que ha bajado del cielo”.
Jesús se hace nuestro pan cuando creemos en él. En el pasado Dios había facilitado a los israelitas un alimento providencial, el maná, cuando les faltaba todo en el desierto. Pero si Dios se conforma con ser nuestro bienhechor y nosotros vamos a Él en busca de favores, terminamos por fijarnos solamente en las cosas que Dios nos proporciona; casi no se las agradecemos, y luego nos volvemos a quejar. Y así pasó con los israelitas que, después de recibir el maná, se rebelaron contra Dios y murieron en el desierto. Es que las cosas, aunque vengan del cielo, no nos hacen mejores ni nos confieren la vida verdadera. Por eso ahora Dios propone algo nuevo. El pan que baja del cielo no es una cosa, sino Alguien. Ese pan verdadero nos comunica la vida eterna, pero para recibirlo se necesita dar un paso, o sea, creer en Cristo. “Todo lo que el Padre me ha dado vendrá a mí” dijo Jesús (Jn 6; 37). Sólo vendrán a Cristo los que el Padre conoce.
Los oyentes de Jesús son todos judíos que creen en Dios y en la Biblia. Pero una cosa es creer en los profetas del pasado, celebrados después de su muerte, y otra reconocer a esos enviados de Dios mientras viven y son discutidos, especialmente cuando el Enviado de Dios es un simple carpintero. Hoy todavía tendremos que superar las mismas dudas y escuchar a los enviados de Dios que nos enseñan una misión concreta en el mundo de hoy. Son muchos los que creen en la Biblia o en Cristo, y no quieren escuchar en la Iglesia las voces que llaman a la elección de la pobreza como rechazao al dios consumista y de los ídolos.
No murmuren. La Biblia usa este mismo verbo murmurar en el Exodo; en el desierto, los israelitas desconfiaban de Dios y criticaban a cada momento las decisiones de Moisés (Ex 15,24; 16,2; 17,3). Serán todos enseñados por Dios (45). Unos textos de los profetas mostraban por qué camino se iba a superar la religión judía. Después de la alianza de Dios con Israel en el Sinaí, con sus leyes y sus ritos destinados a educar a este pueblo que se lo puede calificar en su grado de desarrollo de su fe como “niños”, debían abrirse en una fe madura en tiempos nuevos en que Dios se comunicaría con cada uno de sus fieles, de la misma manera que había hecho con los grandes profetas (Is 54,13; Jer 31,34; Jl 3,1). Jesús recuerda estas promesas, pero añade una precisión. No se trata de que cada cual reciba revelaciones y luego pueda creer que todo lo ha escuchado de Dios, sino que recibimos del Padre una inclinación a buscarlo todo en Jesús. En Jesús, como en el perfecto espejo de Dios, descubrimos la voluntad del Padre sobre nosotros. Jesús es «la» Palabra de Dios; en Él, el Padre lo ha dicho todo, y las revelaciones más auténticas no pueden sino devolvernos a él.
Luego Jesús se hace nuestro pan cuando comemos su carne en el sacramento de la Eucaristía. Esta «Cena del Señor» es la expresión más fuerte de nuestra unión con Dios en Cristo. Según los manuscritos más antiguos, Juan escribió "carne", y no "su carne", citando las mismas palabras de los israelitas que desconfiaban de Dios en el desierto (Núm 11,4 y 18). Pero Juan, al que le gusta jugar con las palabras, les da aquí un sentido diferente: ¿Cómo un enviado del cielo daría carne al mundo, si lo que necesitamos es lo espiritual? Jesús contestará en Jn 6; 63: eso de comer carne, que parece cosa muy terrenal, solamente se justifica porque esa carne es la de Cristo resucitado y transformado por el Espíritu, y por eso da vida. Mediante un gesto visible, el creyente participa de una realidad que no ve: entra en comunión de vida con Cristo resucitado. En la Cena del Señor o misa, nuestra fe nos lleva a recibir como cuerpo y sangre de Cristo algo que todavía no parece ser más que pan y vino. Pero, con esto, Cristo resucitado se hace para nosotros alimento de vida. Jesús es el pan vivo, o sea, activo. Nuestro cuerpo transforma el pan y lo asimila, es decir, lo hace cosa suya: el pan no actúa. Cristo, por el contrario, actúa y, al comerlo, es Él quien nos transforma, quien nos hace cosa suya: “Quien me come tendrá de mí la vida”. En la cultura hebraica, carne y sangre designan a todo el hombre en su condición natural. Jesús quiere que hagamos nuestro, todo su ser humano en su condición humilde y mortal, y él nos comunica su divinidad. Es evidente que la comunión sólo capta todo su sentido si se hace bajo las dos especies de pan y de vino. Una vez más Jesús va a «cumplir» lo que contenía la Antigua Alianza: cumplir, es decir, dar la realidad allí donde no había aún más que sombra. Entre los diversos sacrificios que se ofrecían en el Templo, estaban los llamados de comunión; los fieles comían durante un banquete una parte de la víctima. La comían «delante» de Dios (Deut 12,18), uniéndose así a su Dios a quien estaba consagrada la mejor parte de la víctima. Jesús, el verdadero cordero (Jn 1,36), elije el sacrificio para la liberación del mundo y así lleva a su cumplimiento todos los sacrificios por los pecados del Antiguo Testamento (Heb 10,5-6). Al hacer de su persona resucitada el alimento de su pueblo, realiza la unión perfecta del Nuevo Pueblo de Dios con su Padre.
Pero hemos comprobado que no basta comulgar para ser perfectos, y que no todos los que comulgan viven del Espíritu de Cristo. El don de Dios, ya sea su palabra o el cuerpo de Cristo, es una semilla muy pequeña que se pierde en muchos casos, y que no da frutos más que en los que perseveran. Los sacramentos que recibimos hacen madurar en nosotros la vida de Dios, pero lo hacen actuando en lo más profundo de nuestro ser. La eucaristía contiene el cuerpo, o la carne, de Cristo resucitado. Es realidad transformada por el Espíritu y que actúa en forma espiritual.
Éxodo - Capítulo 17, Versículos del 1 al 8
EL AGUA SALIDA DE LA PIEDRA [1] Al salir la comunidad de Israel del desierto de Sin, dispusieron sus etapas según Yavé les ordenaba. Acamparon en Refidim donde el pueblo, sediento, no encontró agua. [2] Le reclamaron a Moisés, diciendo: «Danos agua para beber.» Moisés les contestó: «¿Por qué me reclaman ustedes a mí?, ¿por qué tientan a Yavé?» [3] Allí el pueblo, atormentado por la sed, murmuró contra Moisés: «¿Por qué nos has hecho salir de Egipto? ¿Para que ahora muramos de sed con nuestros hijos y nuestros animales?» [4] Entonces Moisés llamó a Yavé y le dijo: «¿Qué puedo hacer con este pueblo?; por poco me apedrean.» [5] Yavé respondió a Moisés: «Preséntate al pueblo, lleva contigo algunos jefes de Israel, lleva también en tu mano el bastón con que golpeaste el río Nilo. [6] Yo estaré allá delante de ti, sobre la roca. Golpearás la roca y de ella saldrá agua, y el pueblo tendrá para beber.» Moisés lo hizo así, en presencia de los jefes de Israel. [7] Aquel lugar se llamó Masá (o sea, tentación) y Meribá (o sea, quejas), a causa de las quejas de los israelitas que allí tentaron a Yavé, diciendo: «¿Está Yavé en medio de nosotros, o no?»
En el desierto, Dios pone a Israel a prueba: ¿Hasta cuándo esta gente común aceptará seguir un destino que sale de lo común? ¿Hasta dónde alcanzará su fe? También Israel tienta a Dios, o sea, le pide pruebas porque no tiene confianza en él. Exige milagros: «Si estás con nosotros, muéstralo, y sin demora.» La Biblia recuerda este enfrentamiento en el suceso del agua salida de la roca. También Moisés fue puesto a prueba en dicho lugar ver el mismo hecho relatado en Núm 20. En tiempos posteriores la tradición judía vio en esta roca una figura de Dios, fuente de vida, presente en medio de su pueblo, Roca milagrosa que los acompañaba en sus andanzas (ver 1 Cor 10,40). Dios es la Roca impenetrable que retiene su secreto hasta que acepte ser herido y de su misma herida mana la vida. Dios es quien se anonada en la persona de Jesús para que se nos revele el secreto de su amor, o sea, el secreto de Dios mismo, capaz de hacerse débil entre nosotros.
Isaías - Capítulo 5, Versículos del 8 al 24
POBRES DE USTEDES, RICOS [8] ¡Pobres de ustedes que compran todas las casas y van juntando campo a campo! ¿Así que no quedará más lugar y sólo quedarán ustedes en este país? [9] En mis oídos ha resonado la palabra de Yavé de los Ejércitos: «Han de quedar en ruinas muchas casas grandes y hermosas, y no habrá quien las habite. [10] Diez cuadras de viña apenas darán un barril de vino, y un quintal de semilla sólo dará un puñado.» [11] ¡Pobres de aquellos que se levantan muy temprano en busca de aguardiente y hasta muy entrada la noche continúan su borrachera! [12] Hay cítaras, panderetas, arpas, flautas y vino en su banquete, pero no ven la obra de Yavé ni entienden lo que él está preparando. [13] A mi pueblo le falta inteligencia, por eso será desterrado. Sus nobles morirán de hambre, y su pueblo perecerá de sed. [14] Por esto la Muerte ensancha su garganta y abre su enorme hocico, allí baja el esplendor de Sión: con toda la bulla de su gente alegre. [15] El mortal ser doblegado, y cada cual humillado. [16] Yavé Sabaot será grande en el Juicio, el Dios Santo al juzgar, mostrará su santidad. [17] Los corderos pastarán en sus campos desolados y las manadas vivirán en medio de los escombros. [18] Desgraciados de aquellos que arrastran su maldad con la cuerda de sus engaños, y arrastran el pecado como los tiros de un carro. [19] De aquellos que dicen: «Rápido! Que Yavé haga sus cosas y que las veamos. ¡Que se cumpla el proyecto del Santo de Israel, que venga para que lo conozcamos!» [20] ¡Ay de aquellos que llaman bien al mal y mal al bien, que cambian las tinieblas en luz y la luz en tinieblas, que dan lo amargo por dulce y lo dulce por amargo! [21] ¡Ay de los que se creen sabios y se consideran inteligentes! [22] ¡Pobres de los que son valientes para beber vino, y campeones para mezclar bebidas fuertes, [23] pero que perdonan al culpable por dinero, y privan al justo de sus derechos! [24] Así como las llamas queman el rastrojo y como el pasto seco se consume en el fuego, así se pudrirá su raíz y el viento se llevará su flor junto con el polvo. Pues han rechazado la ley de Yavé Sabaot y han despreciado la palabra del Santo de Israel.
La Biblia no acepta que algunos ocupen toda la tierra cuando tantos no poseen el terreno que les permitiría vivir (Lev 25,8). Tampoco se justifica la organización social que deja todas las riquezas en manos de unos pocos y hace que la mayoría de los trabajadores no puedan aprovechar las riquezas de su país, ni ejercer sus responsabilidades de hombres en el trabajo y en la nación. Las maldiciones apuntan a los mismos personajes: ricos y nobles que se desentienden de su responsabilidad respecto de su pueblo y derrochan el dinero. Por obrar en contra de toda justicia, su juicio se ha corrompido: llaman bien al mal y logran que los demás acepten o callen. Culmina en mal, cuando en una sociedad se imponen valores falsos. Este es el escándalo social del que Jesús habla en Mt 18,7. Isaías anuncia sin vacilar el destierro. Habría sido sabiduría comprender la voluntad de Dios y los signos en los acontecimientos. Pecado de los que habiendo recibido una educación superior gozan la vida para sí y para los suyos, y consideran como algo optativo lo que podrían hacer en servicio del mundo. Lc. 5, 1 - 39
Lucas - Capítulo 19, Versículos del 1 al 10
LA PESCA MILAGROSA [1] Cierto día la gente se agolpaba a su alrededor para escuchar la palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. [2] En eso vio dos barcas amarradas al borde del lago; los pescadores habían bajado y lavaban las redes. [3] Subió a una de las barcas, que era la de Simón, y le pidió que se alejara un poco de la orilla; luego se sentó y empezó a enseñar a la multitud desde la barca. [4] Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: «Lleva la barca mar adentro y echen las redes para pescar.» [5] Simón respondió: «Maestro, por más que lo hicimos durante toda la noche, no pescamos nada; pero, si tú lo dices, echaré las redes.» [6] Así lo hicieron, y pescaron tal cantidad de peces, que las redes casi se rompían. [7] Entonces hicieron señas a sus compañeros que estaban en la otra barca para que vinieran a ayudarles. Vinieron y llenaron tanto las dos barcas, que por poco se hundían. [8] Al ver esto, Simón Pedro se arrodilló ante Jesús, diciendo: «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador.» [9] Pues tanto él como sus ayudantes se habían quedado sin palabras por la pesca que acababan de hacer. [10] Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas; en adelante serás pescador de hombres.» [11] En seguida llevaron sus barcas a tierra, lo dejaron todo y siguieron a Jesús.
Jesús se autoinvita a subir en la barca de Pedro, que no se niega a prestarle un servicio. Pero Jesús necesita más; aunque tenga a muchos dispuestos a echarle una mano, él busca hombres que se entreguen totalmente a su obra. Oyentes no le faltan, necesita apóstoles. Los milagros de Jesús son otra manera suya de enseñar. Esto, pues, es palabra de Dios para los apóstoles de todos los tiempos: Echen las redes. Pedro obedece a pesar de que no hay ninguna esperanza de sacar nada. Las redes casi se rompían... Serás pescador de hombres... “Apártate de mí, que soy un hombre pecador” (8). Temor repentino de Pedro, a pesar de que creía conocer a Jesús. Acaba de descubrir que Dios había penetrado en su vida íntima. Es el primer acto de fe en la persona divina de Jesús, que emplea pecadores para salvar a los pecadores. Lo dejaron todo y siguieron a Jesús. No era mucho lo que tenían, pero sí era toda su vida: trabajo, familia y su pasado de pescadores. Apóstol significa enviado. Cristo es el que escoge a sus apóstoles y los envía en su nombre; pero, ¿a quién enviará sino a quienes aceptan ser cooperadores suyos? Empieza a ser apóstol, o por lo menos cooperador de Cristo, el que acepta hacer algo más que los servicios materiales que se pueden prestar en la Iglesia; el que se siente responsable de las personas: ser pescador de hombres. Lucas juntó aquí dos hechos distintos: la vocación de los apóstoles, contada en forma escueta en Mc 1,16, y la pesca milagrosa. Juan también cuenta una pesca milagrosa (Jn 21), pero la ubica después de la resurrección. Existen serios motivos para pensar que se trata del mismo milagro, pero a Juan le convenía unirla con la aparición de Jesús resucitado a los apóstoles, que sucedió en el mismo lugar posteriormente .
Santiago - Capítulo 5, Versícolos del 1 al 20
LES TOCA A LOS RICOS [1] Ahora les toca a los ricos: lloren y laméntense porque les han venido encima desgracias. [2] Los gusanos se han metido en sus reservas y la polilla se come sus vestidos; [3] su oro y su plata se han oxidado. El óxido se levanta como acusador contra ustedes y como un fuego les devora las carnes. ¿Cómo han atesorado, si ya eran los últimos tiempos? [4] El salario de los trabajadores que cosecharon sus campos se ha puesto a gritar, pues ustedes no les pagaron; las quejas de los segadores ya habían llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. [5] Han conocido sólo lujo y placeres en este mundo, y lo pasaron muy bien, mientras otros eran asesinados. [6] Condenaron y mataron al inocente, pues ¿cómo podía defenderse?
Los ricos perderán lo atesorado, que está podrido por la injusticia. En el día del juici perecerán sus riquezas:
Por la injusticia practicada al adquirirlas o al retener la justa remuneración que pertenece a otros.
Por el mal uso de los dones que Dios concede a la humanidad para el disfrute de todos en placer desmedido, lujos y adoración del consumo.
Por condenar implícitamente a morir de hambre de todo lo necesario para el desarrollo humano a los indefensos.
Hoy es absolutamente actual lo que se verificaba en la civilización en tiempos de Santiago. Los que viven con opulencia lo deben a costa de los 2000 millones de hijos de Dios que viven en la miseria. Sus privilegios nacidos a costa de rapiña provoca la muerte injusta por hambre, ignorancia, represión y guerras de millones.
En muchas partes del tercer mundo injusticiado, los que se esfuerzan por educar y organizar a los campesinos, obreros, empeados y pequeños cuentapropistas, y por detender sus derechos contra los abusos de los poderosos, son a menudo calumniados, perseguidos y hasta asesinados. Dios manda en todos los tiempos profetas que denuncian las injusticias y luchan a favor de los oprimidos, juzgando y maldiciendo a los culpables.
Apocalipsis - Capítulo 18, Versículos del 1 al 24
[1] Después de esto vi bajar del cielo a otro ángel. Era tan grande su poder, que toda la tierra quedó iluminada por su resplandor. [2] Gritó con voz potente: «¡Cayó, cayó la Gran Babilonia! Se ha convertido en guarida de demonios, en refugio de espíritus inmundos, en nido de aves impuras y asquerosas; [3] porque con el vino de su prostitución se han emborrachado todas las naciones; los reyes de la tierra pecaron con ella, y los comerciantes del mundo se hicieron ricos con ella, pues era buena para gastar.» [4] Oí otra voz que venía del cielo y decía: «Aléjate de ella, pueblo mío, no sea que te hagas cómplice de su maldad y tengas que compartir sus castigos; [5] porque sus pecados se han apilado hasta el cielo y Dios se ha acordado de sus maldades. [6] Devuélvanle según ella ha dado, páguenle el doble de lo que ha hecho, Viértanle doble medida de lo que ella daba de beber. [7] Que sufra tantos tormentos y penas como fueron su orgullo y su lujo. Se dice a sí misma: ''¡Domino como reina, no soy viuda, nunca conoceré el lamento.'' [8] Por eso, y en un solo día, caerán sobre ella sus plagas: muerte, lamentos y hambre, y quedará consumida por el fuego; pues poderoso es su juez, que es Dios, el Señor.» [9] Llorarán y harán duelo por ella los reyes de la tierra que con ella se acostaban y lo pasaban bien, cuando vean la humareda de su incendio. [10] Se detendrán a distancia aterrados ante su suplicio y exclamarán: «¡Ay, ay de la gran Ciudad! ¡Babilonia, ciudad poderosa, que en una hora te arrasó el juicio!» [11] Llorarán y se lamentarán por ella los comerciantes de la tierra, porque ya no hay quien compre sus mercaderías: [12] sus cargamentos de oro, plata, piedras preciosas y perlas; telas de lino fino y púrpura, vestidos de seda y escarlata; maderas perfumadas, objetos de marfil y muebles muy costosos; bronce, hierro y mármol; [13] especias, perfumes, mirra e incienso; vino y aceite, harina y trigo, vacunos y corderos, caballos y carruajes, esclavos y mercadería humana. [14] Dirán: «Ya no verás más las frutas que ansiabas. Se acabó para ti el lujo y esplendor, y jamás volverán.» [15] Los que traficaban con estas cosas y con ella se enriquecían, se mantendrán a distancia horrorizados por su castigo. Llorando y lamentándose [16] dirán a gritos: «¡Ay, ay, Gran Ciudad, la que se vestía de lino, púrpura y escarlata, y resplandecía de oro, piedras preciosas y perlas! [17] ¡En una hora se acabó tanta riqueza!» Todos los capitanes, navegantes, marineros y cuantos se ocupan en los trabajos del mar, se detuvieron a distancia [18] y gritaron al contemplar la humareda de su incendio: «¿Dónde se ha visto jamás ciudad como ésta?» [19] Y echando polvo sobre su cabeza, decían llorando y lamentándose: «¡Ay, ay de la Gran Ciudad, donde se hicieron muy ricos, gracias a su lujo, cuantos tenían naves en el mar! ¡En una hora ha quedado devastada!» [20] ¡Alégrense por ella, cielos, y también ustedes los santos, los apóstoles y los profetas! Porque Dios les ha hecho justicia y le hizo pagar. [21] Entonces un ángel poderoso tomó una piedra, tan enorme como una piedra de molino, y la arrojó al mar, diciendo: «Así, con igual violencia, será arrojada Babilonia, la Gran Ciudad, y no se volverá a ver más. [22] Nunca más se oirán en ti el son de arpas y cítaras, flautas y trompetas; no trabajarán más en ti artesanos de ningún arte; no se oirá más en ti ruido de molino, ni brillará luz de lámpara; [23] no se oirán más en ti los cantos del novio y de la novia. Porque tus comerciantes eran los magnates de la tierra, y con tus hechicerías se extraviaron las naciones. [24] En esta ciudad fue hallada sangre de profetas y santos, y de todos los que fueron degollados en la tierra.»
“¡Cayó, cayó Babilonia la grande!” (1). Este había sido el grito de los profetas que saludaban la caída de la ciudad opresora (Jer 50 y 51). Jesús decía, al profetizar la caída de Jerusalén: «Enderécense...» (Lc 21,28). “¡Pueblo mío, sal de ella!” (4) Vivan en el mundo sin ser del mundo; hagan todo lo posible por convertir a esta sociedad, a sus aspiraciones y su cultura, pero no vendan su alma. Y cuando Dios venga a juzgar estas estructuras anquilosadas, estén listos para dejarlo todo y para volver al desierto, a la pobreza, antes que acostarse entre los muertos de la historia (Fil 3,20).
Para Juan la bestia figuraba el Imperio Romano; veía en ella un instrumento del demonio, y profetizó su caída: ¡y pensar que, durante siglos, el Occidente cristiano soñó con el esplendor de Roma! El nombre de Roma resumía todo el empuje de su imperio. Muchos pueblos habían sido conquistados e integrados bajo el dominio de un poder fuerte controlado por un orden legal y moral. La "pax romana" permitió la extensión de una cultura de la que somos los herederos, pero también el flujo a Roma de las riquezas del mundo engendraba la corrupción. Todos aquellos que no aceptaban la paz y la moral que la nación más desarrollada quería imponerles, eran destruidos con la mayor crueldad. Y el Apocalipsis ve en Roma la ciudad maldita.
Al hacer del enfrentamiento de la Iglesia con el Imperio, Juan nos invita a pensar que esta lucha es un dato permanente de los tiempos cristianos: muerta Roma, Babilonia reaparecerá. Fuera de las persecuciones sangrientas que muchos conocen, la Iglesia hoy en día sufre otra persecución que sabe disimularse, pero que es dirigida desde imperios como Estados Unidos o la Unión Europea y que disponen de recursos enormes cuyos orígenes fueron el saqueo a los pueblos oprimidos de la tierra. Hoy todavía el cristianismo se identifica en gran parte con el mundo occidental, el que promueve en el mundo valores cristianos, aun sin quererlo. Pero también se hace el apóstol de un liberalismo estrechamente vinculado con el reinado del dinero. Cuando esta Iglesia denuncia cínicamente a este mundo también se denuncia a sí misma por complicidad en la justificación ideológica de los imperialismos desde hace por lo menos 1800 años, por sus vergonzosos silencios y por repetir en sus estructuras eclesiales una arrogante gerontocracia monárquica y absolutista, que triciona a la comunidad de hermanos horizontal e inclusiva que fundaran Jesús y sus discípulos.
De los mismos países reputados "cristianos" de donde salen las influencias más corruptoras y dañinas para la salud moral de los pueblos; al mismo tiempo su superioridad técnica les permite despojar sin violencia cruenta, a veces, a las otras naciones, mientras les predican principios económicos y políticos que convienen a sus propios intereses, ejerciendo la mayor violencia moral consistente en reducir a “objetos de producción y consumo” a sus habitantes, negándoles la dignidad de “sujetos libres hacedores de su historia”. En otros casos, estos imperios directamente saquean con guerras a quienes no pueden defenderse bajo la “distracción” cómplice y la total falta de profetismo de los más altos jerarcas de la institución católica, representados en el Estado del Vaticado, aliado de los imperios.
Por eso podemos pensar que la Babilonia del siglo XXI no se identifica con un país renegado o diabólico, sino que está ahí donde las comunidades cristianas son más numerosas (tercer mundo pobre), luchando y dando su testimonio. A ellos se les dice: “no se dejen contaminar con los ídolos”. En la medida en que la Iglesia-comunidad mire a los hombres y al mundo con los ojos y con el corazón de los pobres, no puede se esperar sino la guerra de parte del Dueño y de los dueños de este mundo contra ellos que es, en definitiva, la guerra contra Dios.
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