LA RIQUEZA Y SU DISTRIBUCIÓN
gabriel andrade (compilador)
Material bíblico sugerido para el XXIV Seminario de Formación Teológica
Éxodo - Capítulo 16, Versículos del 1 al 36
EL MANÁ [1] Los israelitas se marcharon de Elim y llegaron al desierto de Sin, entre Elim y el Sinaí, el día quince del segundo mes después de la salida de Egipto. [2] Toda la comunidad de los israelitas empezó a murmurar contra Moisés y Aarón en el desierto. [3] Les decían: «¡Ojalá Yavé nos hubiera hecho morir en Egipto! Allí nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan en abundancia. Ustedes, en cambio, nos han traído a este desierto en que todo ese gentío morirá de hambre.» [4] Pero Yavé dijo a Moisés: «Ahora les hago llover pan del cielo; salga el pueblo y recoja lo que necesita para cada día. Y yo voy a probar si se ajusta o no a mi enseñanza... [5] El día sexto prepararán lo que les envíe, y será el doble de la ración diaria.» [6] Entonces Moisés y Aarón dijeron a toda la gente de Israel: «Esta tarde ustedes reconocerán que Yavé es el que los ha sacado de Egipto, [7] y por la mañana sus ojos verán la Gloria de Yavé. Yavé ha escuchado cuando ustedes murmuraron contra él. Pues sus quejas no se dirigían a nosotros, ¿qué somos nosotros? [8] Esta tarde, Yavé les dará carne para que coman, y por la mañana, pan a saciedad. Esa es la manera como les contestará porque le han criticado a él y no a nosotros. Pues nosotros, ¿qué somos?» [9] Moisés dijo a Aarón: «Di a todos los hijos de Israel: Vengan, preséntense a Yavé, porque ha oído las quejas de ustedes.» [10] Y mientras Aarón hablaba al pueblo, miraron hacia el desierto: la Gloria de Yavé se apareció en medio de la nube. [11] Yavé habló a Moisés diciendo: [12] «He oído las quejas de mi pueblo. Diles: por la tarde comerán carne y por la mañana se saciarán de pan; así sabrán que yo soy Yavé, el Dios de ustedes.» [13] Aquella misma tarde llegaron codornices, que cubrieron el campamento. Y, por la mañana, en torno al campamento, había una capa de rocío. [14] Al evaporarse el rocío, apareció sobre el suelo del desierto una cosa menuda, como granos, parecida a la escarcha. [15] Cuando los israelitas vieron esto, se dijeron unos a otros: «Manha», o sea: «¿Qué es esto?» Pues no sabían lo que era. Y Moisés les dijo: «Este es el pan que Yavé les da para comer. [16] Yavé manda que cada uno recoja cuanto necesite para comer, alrededor de unos cinco litros por persona; y cada uno recogerá lo necesario para la gente de su tienda de campaña.» [17] Así lo hicieron los israelitas. Unos recogieron mucho y otros menos. [18] Pero cuando lo midieron con el medio decálitro, ni los que recogieron mucho tenían más, ni los que recogieron poco tenían menos: cada uno tenía su ración. DANOS HOY NUESTRO PAN DEL DÍA [19] Moisés les dijo: «Que nadie guarde nada para mañana.» [20] Algunos no le hicieron caso, sino que guardaron para el día siguiente. Pero se llenó de gusanos y se pudrió. Moisés se enojó con ellos. [21] Cada cual recogía día tras día lo que necesitaba para el día, y luego, al calentar el sol se derretía lo que quedaba. [22] El día sexto, cada uno recogió doble ración: dos medio-decálitros por persona. Todos los jefes de la comunidad fueron a decírselo a Moisés. [23] El les dijo: «Esto es lo que tiene ordenado Yavé: Mañana es día sábado, un descanso sagrado que le es dedicado. Hagan hoy todo lo que tengan que hacer, cuezan lo que haya que cocer, hiervan lo que han de hervir y guarden lo que sobre para el día siguiente.» [24] Ellos guardaron el maná tal como Moisés lo había mandado y el maná no se pudrió. Entonces Moisés les dijo: [25] «Esta será la comida para hoy. Hoy es el día de descanso para Yavé y no encontrarán maná en el campo. [26] Durante seis días saldrán a buscarlo, pero el séptimo día, que es el descanso, no habrá.» [27] Cuando llegó el séptimo día, algunos salieron a buscar maná, pero no hallaron nada. Por lo cual Yavé dijo a Moisés: [28] «¿Hasta cuándo se negarán a observar mis mandamientos y mi Ley? [29] Acuérdense de que Yavé les ha dado el sábado, y por esto el día sexto les ha doblado la ración. Quédense cada uno en su casa y que nadie se mueva el día séptimo.» [30] El pueblo, entonces, observó el descanso el día séptimo. [31] La gente de Israel llamó a este alimento: maná. Era como la semilla del cilantro, blanco, y su gusto se parecía al de una torta de miel. [32] Moisés dijo: «Yavé ha dado esta orden: Guarden una medida de maná para sus descendientes, para que vean el alimento que les di de comer en el desierto cuando los hice salir de Egipto.» [33] Moisés dijo a Aarón: «Toma un tiesto y échale una medida de maná; la depositarás ante la presencia de Yavé y la conservarás para los descendientes de ustedes.» [34] Aarón, pues, llevó el vaso conforme Moisés se lo había dicho, y lo depositó delante de las tablas de las Declaraciones divinas. [35] Los hijos de Israel comieron maná durante cuarenta años, hasta que llegaron a una tierra poblada; [36] comieron el maná hasta que llegaron a la tierra de Canaán.
Toda la comunidad empezó a murmurar contra Moisés y Aarón. En varias partes se encontrará en seguida esa "murmuración", esa crítica que tiene miedo a comprometerse demasiado. No se está contento, pero tampoco se tiene algo que proponer. Se critica a los que quieren hacer algo, pero es que en el fondo no se quiere tener problemas.Esta tarde les dará carne... Numerosas bandadas de aves, agotadas por un largo vuelo, cayeron al lado del campamento. También se encontró otra comida inesperada, el maná. A lo mejor se trata de la resina que a veces sale muy abundantemente de zarzas de dicho desierto. En el momento más desesperado, esta ayuda fue para Israel la prueba de que Dios no lo abandonaba. Este hecho se relata también en Núm 11,4. Con este hecho entendemos que el pan de cada día es un don de Dios. Un don hecho a su pueblo al que conduce por un camino difícil, un don a Moisés, quien ha corrido todos los riesgos. Con el tiempo, se amplió la narración del asunto, dando a entender que Dios había mandado el maná diariamente durante cuarenta años: Ex 16,35 Jos 5,12 Sal 78,24 Sab 16,20. Este don del pan del cielo se prestó para dos comentarios diferentes en páginas posteriores de la Biblia. En Deut 8,3: «Te dio a comer el maná para mostrarte que no sólo de pan vive el hombre, sino que todo lo que sale de la boca de Dios es vida para el hombre.»
Luego, en el Evangelio, el maná es figura del verdadero pan del cielo, Cristo, que se da como alimento de vida en la eucaristía: En Jn 6. es interpretado que Dios ya no habla desde arriba, sino que se hace pobre entre los pobres en la persona de Jesús, comulgando con su vida, sus sufrimientos y su esperanza; ya que estaban como ovejas sin pastor. (Núm 27,17; Is 40,1 ; Ez 34; Za 11,4-17; 12,8).
Se trata de personas que no han encontrado todavía una verdadera comunidad y Jesús siente compasión por ellas. El profeta Ezequiel reprochaba a los responsables de Israel que se comportaban como malos pastores; también podría reprocharnos hoy día que no somos pastores ni profetas en medio de nuestro mundo.
Juan desarrolla palabras que Jesús pronunció en la sinagoga de Cafarnaún. Jesús se expresó en forma escandalosa para sus oyentes. Dijo que debemos ir a él como a nuestro pan verdadero y recibir por medio de su persona la vida eterna que nos hace falta. En todo tiempo la mayor parte de la humanidad ha trabajado por su alimento y su primera preocupación es asegurarlo para el mañana, porque si no come dejará de vivir. El hombre no tiene en sí mismo la vida y debe sacar constantemente de lo exterior lo necesario para mantenerla. Pero a pesar de todo, algún día la vida se le escapa, porque no ha encontrado la comida que permanece. En realidad el hombre necesita mucho más que pan; al comer y beber busca algo que remedie su indigencia como criatura. Teniendo el alimento, multiplicará los objetos de su deseo sin conseguir algo que lo deje colmado, y tendremos que esperar la resurrección, pues es en la asamblea de Todos los Santos donde habrá paz y unidad total y perfecta. Esa será precisamente la Obra del Hijo del Hombre. El discurso de Jesús empieza con una pregunta de los judíos: ¿Qué tenemos que hacer para trabajar en las obras de Dios? Y Jesús responde: La obra de Dios es ésta: creer. El Padre no exige «obras», o sea, las prácticas de una ley religiosa, sino más bien la fe en su Hijo. En Jn 5, Jesús afirmó que su obra consistía en resucitarnos. Aquí indica la obra nuestra: creer en el Enviado del Padre.
La palabra clave del discurso es el pan. Por eso Juan la repite siete veces en cada sección del Cap. 6. Y siete veces aparecerá la expresión: “que ha bajado del cielo”.
Jesús se hace nuestro pan cuando creemos en él. En el pasado Dios había facilitado a los israelitas un alimento providencial, el maná, cuando les faltaba todo en el desierto. Pero si Dios se conforma con ser nuestro bienhechor y nosotros vamos a Él en busca de favores, terminamos por fijarnos solamente en las cosas que Dios nos proporciona; casi no se las agradecemos, y luego nos volvemos a quejar. Y así pasó con los israelitas que, después de recibir el maná, se rebelaron contra Dios y murieron en el desierto. Es que las cosas, aunque vengan del cielo, no nos hacen mejores ni nos confieren la vida verdadera. Por eso ahora Dios propone algo nuevo. El pan que baja del cielo no es una cosa, sino Alguien. Ese pan verdadero nos comunica la vida eterna, pero para recibirlo se necesita dar un paso, o sea, creer en Cristo. “Todo lo que el Padre me ha dado vendrá a mí” dijo Jesús (Jn 6; 37). Sólo vendrán a Cristo los que el Padre conoce.
Los oyentes de Jesús son todos judíos que creen en Dios y en la Biblia. Pero una cosa es creer en los profetas del pasado, celebrados después de su muerte, y otra reconocer a esos enviados de Dios mientras viven y son discutidos, especialmente cuando el Enviado de Dios es un simple carpintero. Hoy todavía tendremos que superar las mismas dudas y escuchar a los enviados de Dios que nos enseñan una misión concreta en el mundo de hoy. Son muchos los que creen en la Biblia o en Cristo, y no quieren escuchar en la Iglesia las voces que llaman a la elección de la pobreza como rechazao al dios consumista y de los ídolos.
No murmuren. La Biblia usa este mismo verbo murmurar en el Exodo; en el desierto, los israelitas desconfiaban de Dios y criticaban a cada momento las decisiones de Moisés (Ex 15,24; 16,2; 17,3). Serán todos enseñados por Dios (45). Unos textos de los profetas mostraban por qué camino se iba a superar la religión judía. Después de la alianza de Dios con Israel en el Sinaí, con sus leyes y sus ritos destinados a educar a este pueblo que se lo puede calificar en su grado de desarrollo de su fe como “niños”, debían abrirse en una fe madura en tiempos nuevos en que Dios se comunicaría con cada uno de sus fieles, de la misma manera que había hecho con los grandes profetas (Is 54,13; Jer 31,34; Jl 3,1). Jesús recuerda estas promesas, pero añade una precisión. No se trata de que cada cual reciba revelaciones y luego pueda creer que todo lo ha escuchado de Dios, sino que recibimos del Padre una inclinación a buscarlo todo en Jesús. En Jesús, como en el perfecto espejo de Dios, descubrimos la voluntad del Padre sobre nosotros. Jesús es «la» Palabra de Dios; en Él, el Padre lo ha dicho todo, y las revelaciones más auténticas no pueden sino devolvernos a él.
Luego Jesús se hace nuestro pan cuando comemos su carne en el sacramento de la Eucaristía. Esta «Cena del Señor» es la expresión más fuerte de nuestra unión con Dios en Cristo. Según los manuscritos más antiguos, Juan escribió "carne", y no "su carne", citando las mismas palabras de los israelitas que desconfiaban de Dios en el desierto (Núm 11,4 y 18). Pero Juan, al que le gusta jugar con las palabras, les da aquí un sentido diferente: ¿Cómo un enviado del cielo daría carne al mundo, si lo que necesitamos es lo espiritual? Jesús contestará en Jn 6; 63: eso de comer carne, que parece cosa muy terrenal, solamente se justifica porque esa carne es la de Cristo resucitado y transformado por el Espíritu, y por eso da vida. Mediante un gesto visible, el creyente participa de una realidad que no ve: entra en comunión de vida con Cristo resucitado. En la Cena del Señor o misa, nuestra fe nos lleva a recibir como cuerpo y sangre de Cristo algo que todavía no parece ser más que pan y vino. Pero, con esto, Cristo resucitado se hace para nosotros alimento de vida. Jesús es el pan vivo, o sea, activo. Nuestro cuerpo transforma el pan y lo asimila, es decir, lo hace cosa suya: el pan no actúa. Cristo, por el contrario, actúa y, al comerlo, es Él quien nos transforma, quien nos hace cosa suya: “Quien me come tendrá de mí la vida”. En la cultura hebraica, carne y sangre designan a todo el hombre en su condición natural. Jesús quiere que hagamos nuestro, todo su ser humano en su condición humilde y mortal, y él nos comunica su divinidad. Es evidente que la comunión sólo capta todo su sentido si se hace bajo las dos especies de pan y de vino. Una vez más Jesús va a «cumplir» lo que contenía la Antigua Alianza: cumplir, es decir, dar la realidad allí donde no había aún más que sombra. Entre los diversos sacrificios que se ofrecían en el Templo, estaban los llamados de comunión; los fieles comían durante un banquete una parte de la víctima. La comían «delante» de Dios (Deut 12,18), uniéndose así a su Dios a quien estaba consagrada la mejor parte de la víctima. Jesús, el verdadero cordero (Jn 1,36), elije el sacrificio para la liberación del mundo y así lleva a su cumplimiento todos los sacrificios por los pecados del Antiguo Testamento (Heb 10,5-6). Al hacer de su persona resucitada el alimento de su pueblo, realiza la unión perfecta del Nuevo Pueblo de Dios con su Padre.
Pero hemos comprobado que no basta comulgar para ser perfectos, y que no todos los que comulgan viven del Espíritu de Cristo. El don de Dios, ya sea su palabra o el cuerpo de Cristo, es una semilla muy pequeña que se pierde en muchos casos, y que no da frutos más que en los que perseveran. Los sacramentos que recibimos hacen madurar en nosotros la vida de Dios, pero lo hacen actuando en lo más profundo de nuestro ser. La eucaristía contiene el cuerpo, o la carne, de Cristo resucitado. Es realidad transformada por el Espíritu y que actúa en forma espiritual.
Éxodo - Capítulo 17, Versículos del 1 al 8
EL AGUA SALIDA DE LA PIEDRA [1] Al salir la comunidad de Israel del desierto de Sin, dispusieron sus etapas según Yavé les ordenaba. Acamparon en Refidim donde el pueblo, sediento, no encontró agua. [2] Le reclamaron a Moisés, diciendo: «Danos agua para beber.» Moisés les contestó: «¿Por qué me reclaman ustedes a mí?, ¿por qué tientan a Yavé?» [3] Allí el pueblo, atormentado por la sed, murmuró contra Moisés: «¿Por qué nos has hecho salir de Egipto? ¿Para que ahora muramos de sed con nuestros hijos y nuestros animales?» [4] Entonces Moisés llamó a Yavé y le dijo: «¿Qué puedo hacer con este pueblo?; por poco me apedrean.» [5] Yavé respondió a Moisés: «Preséntate al pueblo, lleva contigo algunos jefes de Israel, lleva también en tu mano el bastón con que golpeaste el río Nilo. [6] Yo estaré allá delante de ti, sobre la roca. Golpearás la roca y de ella saldrá agua, y el pueblo tendrá para beber.» Moisés lo hizo así, en presencia de los jefes de Israel. [7] Aquel lugar se llamó Masá (o sea, tentación) y Meribá (o sea, quejas), a causa de las quejas de los israelitas que allí tentaron a Yavé, diciendo: «¿Está Yavé en medio de nosotros, o no?»
En el desierto, Dios pone a Israel a prueba: ¿Hasta cuándo esta gente común aceptará seguir un destino que sale de lo común? ¿Hasta dónde alcanzará su fe? También Israel tienta a Dios, o sea, le pide pruebas porque no tiene confianza en él. Exige milagros: «Si estás con nosotros, muéstralo, y sin demora.» La Biblia recuerda este enfrentamiento en el suceso del agua salida de la roca. También Moisés fue puesto a prueba en dicho lugar ver el mismo hecho relatado en Núm 20. En tiempos posteriores la tradición judía vio en esta roca una figura de Dios, fuente de vida, presente en medio de su pueblo, Roca milagrosa que los acompañaba en sus andanzas (ver 1 Cor 10,40). Dios es la Roca impenetrable que retiene su secreto hasta que acepte ser herido y de su misma herida mana la vida. Dios es quien se anonada en la persona de Jesús para que se nos revele el secreto de su amor, o sea, el secreto de Dios mismo, capaz de hacerse débil entre nosotros.
Isaías - Capítulo 5, Versículos del 8 al 24
POBRES DE USTEDES, RICOS [8] ¡Pobres de ustedes que compran todas las casas y van juntando campo a campo! ¿Así que no quedará más lugar y sólo quedarán ustedes en este país? [9] En mis oídos ha resonado la palabra de Yavé de los Ejércitos: «Han de quedar en ruinas muchas casas grandes y hermosas, y no habrá quien las habite. [10] Diez cuadras de viña apenas darán un barril de vino, y un quintal de semilla sólo dará un puñado.» [11] ¡Pobres de aquellos que se levantan muy temprano en busca de aguardiente y hasta muy entrada la noche continúan su borrachera! [12] Hay cítaras, panderetas, arpas, flautas y vino en su banquete, pero no ven la obra de Yavé ni entienden lo que él está preparando. [13] A mi pueblo le falta inteligencia, por eso será desterrado. Sus nobles morirán de hambre, y su pueblo perecerá de sed. [14] Por esto la Muerte ensancha su garganta y abre su enorme hocico, allí baja el esplendor de Sión: con toda la bulla de su gente alegre. [15] El mortal ser doblegado, y cada cual humillado. [16] Yavé Sabaot será grande en el Juicio, el Dios Santo al juzgar, mostrará su santidad. [17] Los corderos pastarán en sus campos desolados y las manadas vivirán en medio de los escombros. [18] Desgraciados de aquellos que arrastran su maldad con la cuerda de sus engaños, y arrastran el pecado como los tiros de un carro. [19] De aquellos que dicen: «Rápido! Que Yavé haga sus cosas y que las veamos. ¡Que se cumpla el proyecto del Santo de Israel, que venga para que lo conozcamos!» [20] ¡Ay de aquellos que llaman bien al mal y mal al bien, que cambian las tinieblas en luz y la luz en tinieblas, que dan lo amargo por dulce y lo dulce por amargo! [21] ¡Ay de los que se creen sabios y se consideran inteligentes! [22] ¡Pobres de los que son valientes para beber vino, y campeones para mezclar bebidas fuertes, [23] pero que perdonan al culpable por dinero, y privan al justo de sus derechos! [24] Así como las llamas queman el rastrojo y como el pasto seco se consume en el fuego, así se pudrirá su raíz y el viento se llevará su flor junto con el polvo. Pues han rechazado la ley de Yavé Sabaot y han despreciado la palabra del Santo de Israel.
La Biblia no acepta que algunos ocupen toda la tierra cuando tantos no poseen el terreno que les permitiría vivir (Lev 25,8). Tampoco se justifica la organización social que deja todas las riquezas en manos de unos pocos y hace que la mayoría de los trabajadores no puedan aprovechar las riquezas de su país, ni ejercer sus responsabilidades de hombres en el trabajo y en la nación. Las maldiciones apuntan a los mismos personajes: ricos y nobles que se desentienden de su responsabilidad respecto de su pueblo y derrochan el dinero. Por obrar en contra de toda justicia, su juicio se ha corrompido: llaman bien al mal y logran que los demás acepten o callen. Culmina en mal, cuando en una sociedad se imponen valores falsos. Este es el escándalo social del que Jesús habla en Mt 18,7. Isaías anuncia sin vacilar el destierro. Habría sido sabiduría comprender la voluntad de Dios y los signos en los acontecimientos. Pecado de los que habiendo recibido una educación superior gozan la vida para sí y para los suyos, y consideran como algo optativo lo que podrían hacer en servicio del mundo. Lc. 5, 1 - 39
Lucas - Capítulo 19, Versículos del 1 al 10
LA PESCA MILAGROSA [1] Cierto día la gente se agolpaba a su alrededor para escuchar la palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. [2] En eso vio dos barcas amarradas al borde del lago; los pescadores habían bajado y lavaban las redes. [3] Subió a una de las barcas, que era la de Simón, y le pidió que se alejara un poco de la orilla; luego se sentó y empezó a enseñar a la multitud desde la barca. [4] Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: «Lleva la barca mar adentro y echen las redes para pescar.» [5] Simón respondió: «Maestro, por más que lo hicimos durante toda la noche, no pescamos nada; pero, si tú lo dices, echaré las redes.» [6] Así lo hicieron, y pescaron tal cantidad de peces, que las redes casi se rompían. [7] Entonces hicieron señas a sus compañeros que estaban en la otra barca para que vinieran a ayudarles. Vinieron y llenaron tanto las dos barcas, que por poco se hundían. [8] Al ver esto, Simón Pedro se arrodilló ante Jesús, diciendo: «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador.» [9] Pues tanto él como sus ayudantes se habían quedado sin palabras por la pesca que acababan de hacer. [10] Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas; en adelante serás pescador de hombres.» [11] En seguida llevaron sus barcas a tierra, lo dejaron todo y siguieron a Jesús.
Jesús se autoinvita a subir en la barca de Pedro, que no se niega a prestarle un servicio. Pero Jesús necesita más; aunque tenga a muchos dispuestos a echarle una mano, él busca hombres que se entreguen totalmente a su obra. Oyentes no le faltan, necesita apóstoles. Los milagros de Jesús son otra manera suya de enseñar. Esto, pues, es palabra de Dios para los apóstoles de todos los tiempos: Echen las redes. Pedro obedece a pesar de que no hay ninguna esperanza de sacar nada. Las redes casi se rompían... Serás pescador de hombres... “Apártate de mí, que soy un hombre pecador” (8). Temor repentino de Pedro, a pesar de que creía conocer a Jesús. Acaba de descubrir que Dios había penetrado en su vida íntima. Es el primer acto de fe en la persona divina de Jesús, que emplea pecadores para salvar a los pecadores. Lo dejaron todo y siguieron a Jesús. No era mucho lo que tenían, pero sí era toda su vida: trabajo, familia y su pasado de pescadores. Apóstol significa enviado. Cristo es el que escoge a sus apóstoles y los envía en su nombre; pero, ¿a quién enviará sino a quienes aceptan ser cooperadores suyos? Empieza a ser apóstol, o por lo menos cooperador de Cristo, el que acepta hacer algo más que los servicios materiales que se pueden prestar en la Iglesia; el que se siente responsable de las personas: ser pescador de hombres. Lucas juntó aquí dos hechos distintos: la vocación de los apóstoles, contada en forma escueta en Mc 1,16, y la pesca milagrosa. Juan también cuenta una pesca milagrosa (Jn 21), pero la ubica después de la resurrección. Existen serios motivos para pensar que se trata del mismo milagro, pero a Juan le convenía unirla con la aparición de Jesús resucitado a los apóstoles, que sucedió en el mismo lugar posteriormente .
Santiago - Capítulo 5, Versícolos del 1 al 20
LES TOCA A LOS RICOS [1] Ahora les toca a los ricos: lloren y laméntense porque les han venido encima desgracias. [2] Los gusanos se han metido en sus reservas y la polilla se come sus vestidos; [3] su oro y su plata se han oxidado. El óxido se levanta como acusador contra ustedes y como un fuego les devora las carnes. ¿Cómo han atesorado, si ya eran los últimos tiempos? [4] El salario de los trabajadores que cosecharon sus campos se ha puesto a gritar, pues ustedes no les pagaron; las quejas de los segadores ya habían llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. [5] Han conocido sólo lujo y placeres en este mundo, y lo pasaron muy bien, mientras otros eran asesinados. [6] Condenaron y mataron al inocente, pues ¿cómo podía defenderse?
Los ricos perderán lo atesorado, que está podrido por la injusticia. En el día del juici perecerán sus riquezas:
Por la injusticia practicada al adquirirlas o al retener la justa remuneración que pertenece a otros.
Por el mal uso de los dones que Dios concede a la humanidad para el disfrute de todos en placer desmedido, lujos y adoración del consumo.
Por condenar implícitamente a morir de hambre de todo lo necesario para el desarrollo humano a los indefensos.
Hoy es absolutamente actual lo que se verificaba en la civilización en tiempos de Santiago. Los que viven con opulencia lo deben a costa de los 2000 millones de hijos de Dios que viven en la miseria. Sus privilegios nacidos a costa de rapiña provoca la muerte injusta por hambre, ignorancia, represión y guerras de millones.
En muchas partes del tercer mundo injusticiado, los que se esfuerzan por educar y organizar a los campesinos, obreros, empeados y pequeños cuentapropistas, y por detender sus derechos contra los abusos de los poderosos, son a menudo calumniados, perseguidos y hasta asesinados. Dios manda en todos los tiempos profetas que denuncian las injusticias y luchan a favor de los oprimidos, juzgando y maldiciendo a los culpables.
Apocalipsis - Capítulo 18, Versículos del 1 al 24
[1] Después de esto vi bajar del cielo a otro ángel. Era tan grande su poder, que toda la tierra quedó iluminada por su resplandor. [2] Gritó con voz potente: «¡Cayó, cayó la Gran Babilonia! Se ha convertido en guarida de demonios, en refugio de espíritus inmundos, en nido de aves impuras y asquerosas; [3] porque con el vino de su prostitución se han emborrachado todas las naciones; los reyes de la tierra pecaron con ella, y los comerciantes del mundo se hicieron ricos con ella, pues era buena para gastar.» [4] Oí otra voz que venía del cielo y decía: «Aléjate de ella, pueblo mío, no sea que te hagas cómplice de su maldad y tengas que compartir sus castigos; [5] porque sus pecados se han apilado hasta el cielo y Dios se ha acordado de sus maldades. [6] Devuélvanle según ella ha dado, páguenle el doble de lo que ha hecho, Viértanle doble medida de lo que ella daba de beber. [7] Que sufra tantos tormentos y penas como fueron su orgullo y su lujo. Se dice a sí misma: ''¡Domino como reina, no soy viuda, nunca conoceré el lamento.'' [8] Por eso, y en un solo día, caerán sobre ella sus plagas: muerte, lamentos y hambre, y quedará consumida por el fuego; pues poderoso es su juez, que es Dios, el Señor.» [9] Llorarán y harán duelo por ella los reyes de la tierra que con ella se acostaban y lo pasaban bien, cuando vean la humareda de su incendio. [10] Se detendrán a distancia aterrados ante su suplicio y exclamarán: «¡Ay, ay de la gran Ciudad! ¡Babilonia, ciudad poderosa, que en una hora te arrasó el juicio!» [11] Llorarán y se lamentarán por ella los comerciantes de la tierra, porque ya no hay quien compre sus mercaderías: [12] sus cargamentos de oro, plata, piedras preciosas y perlas; telas de lino fino y púrpura, vestidos de seda y escarlata; maderas perfumadas, objetos de marfil y muebles muy costosos; bronce, hierro y mármol; [13] especias, perfumes, mirra e incienso; vino y aceite, harina y trigo, vacunos y corderos, caballos y carruajes, esclavos y mercadería humana. [14] Dirán: «Ya no verás más las frutas que ansiabas. Se acabó para ti el lujo y esplendor, y jamás volverán.» [15] Los que traficaban con estas cosas y con ella se enriquecían, se mantendrán a distancia horrorizados por su castigo. Llorando y lamentándose [16] dirán a gritos: «¡Ay, ay, Gran Ciudad, la que se vestía de lino, púrpura y escarlata, y resplandecía de oro, piedras preciosas y perlas! [17] ¡En una hora se acabó tanta riqueza!» Todos los capitanes, navegantes, marineros y cuantos se ocupan en los trabajos del mar, se detuvieron a distancia [18] y gritaron al contemplar la humareda de su incendio: «¿Dónde se ha visto jamás ciudad como ésta?» [19] Y echando polvo sobre su cabeza, decían llorando y lamentándose: «¡Ay, ay de la Gran Ciudad, donde se hicieron muy ricos, gracias a su lujo, cuantos tenían naves en el mar! ¡En una hora ha quedado devastada!» [20] ¡Alégrense por ella, cielos, y también ustedes los santos, los apóstoles y los profetas! Porque Dios les ha hecho justicia y le hizo pagar. [21] Entonces un ángel poderoso tomó una piedra, tan enorme como una piedra de molino, y la arrojó al mar, diciendo: «Así, con igual violencia, será arrojada Babilonia, la Gran Ciudad, y no se volverá a ver más. [22] Nunca más se oirán en ti el son de arpas y cítaras, flautas y trompetas; no trabajarán más en ti artesanos de ningún arte; no se oirá más en ti ruido de molino, ni brillará luz de lámpara; [23] no se oirán más en ti los cantos del novio y de la novia. Porque tus comerciantes eran los magnates de la tierra, y con tus hechicerías se extraviaron las naciones. [24] En esta ciudad fue hallada sangre de profetas y santos, y de todos los que fueron degollados en la tierra.»
“¡Cayó, cayó Babilonia la grande!” (1). Este había sido el grito de los profetas que saludaban la caída de la ciudad opresora (Jer 50 y 51). Jesús decía, al profetizar la caída de Jerusalén: «Enderécense...» (Lc 21,28). “¡Pueblo mío, sal de ella!” (4) Vivan en el mundo sin ser del mundo; hagan todo lo posible por convertir a esta sociedad, a sus aspiraciones y su cultura, pero no vendan su alma. Y cuando Dios venga a juzgar estas estructuras anquilosadas, estén listos para dejarlo todo y para volver al desierto, a la pobreza, antes que acostarse entre los muertos de la historia (Fil 3,20).
Para Juan la bestia figuraba el Imperio Romano; veía en ella un instrumento del demonio, y profetizó su caída: ¡y pensar que, durante siglos, el Occidente cristiano soñó con el esplendor de Roma! El nombre de Roma resumía todo el empuje de su imperio. Muchos pueblos habían sido conquistados e integrados bajo el dominio de un poder fuerte controlado por un orden legal y moral. La "pax romana" permitió la extensión de una cultura de la que somos los herederos, pero también el flujo a Roma de las riquezas del mundo engendraba la corrupción. Todos aquellos que no aceptaban la paz y la moral que la nación más desarrollada quería imponerles, eran destruidos con la mayor crueldad. Y el Apocalipsis ve en Roma la ciudad maldita.
Al hacer del enfrentamiento de la Iglesia con el Imperio, Juan nos invita a pensar que esta lucha es un dato permanente de los tiempos cristianos: muerta Roma, Babilonia reaparecerá. Fuera de las persecuciones sangrientas que muchos conocen, la Iglesia hoy en día sufre otra persecución que sabe disimularse, pero que es dirigida desde imperios como Estados Unidos o la Unión Europea y que disponen de recursos enormes cuyos orígenes fueron el saqueo a los pueblos oprimidos de la tierra. Hoy todavía el cristianismo se identifica en gran parte con el mundo occidental, el que promueve en el mundo valores cristianos, aun sin quererlo. Pero también se hace el apóstol de un liberalismo estrechamente vinculado con el reinado del dinero. Cuando esta Iglesia denuncia cínicamente a este mundo también se denuncia a sí misma por complicidad en la justificación ideológica de los imperialismos desde hace por lo menos 1800 años, por sus vergonzosos silencios y por repetir en sus estructuras eclesiales una arrogante gerontocracia monárquica y absolutista, que triciona a la comunidad de hermanos horizontal e inclusiva que fundaran Jesús y sus discípulos.
De los mismos países reputados "cristianos" de donde salen las influencias más corruptoras y dañinas para la salud moral de los pueblos; al mismo tiempo su superioridad técnica les permite despojar sin violencia cruenta, a veces, a las otras naciones, mientras les predican principios económicos y políticos que convienen a sus propios intereses, ejerciendo la mayor violencia moral consistente en reducir a “objetos de producción y consumo” a sus habitantes, negándoles la dignidad de “sujetos libres hacedores de su historia”. En otros casos, estos imperios directamente saquean con guerras a quienes no pueden defenderse bajo la “distracción” cómplice y la total falta de profetismo de los más altos jerarcas de la institución católica, representados en el Estado del Vaticado, aliado de los imperios.
Por eso podemos pensar que la Babilonia del siglo XXI no se identifica con un país renegado o diabólico, sino que está ahí donde las comunidades cristianas son más numerosas (tercer mundo pobre), luchando y dando su testimonio. A ellos se les dice: “no se dejen contaminar con los ídolos”. En la medida en que la Iglesia-comunidad mire a los hombres y al mundo con los ojos y con el corazón de los pobres, no puede se esperar sino la guerra de parte del Dueño y de los dueños de este mundo contra ellos que es, en definitiva, la guerra contra Dios.
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