jueves, 15 de enero de 2009

50º Aniversario de la Revolución Cubana - por Gabriel Andrade

50º Aniversario de la Revolución Cubana
por Gabriel Andrade

Cuando Juan Pablo II visitó la isla en 1998, en las entradas a La Habana había dos carteles que nos debería avergonzar a los latinoamericanos que vivimos en islas de opulencia rodeadas de miseria por todos lados: “Cada año 80 mil niños mueren víctimas de enfermedades evitables. Ninguno de ellos es cubano”. “Esta noche 200 millones de niños dormirán en las calles del mundo. Ninguno es cubano”.
Ante el fracaso del socialismo en el Este europeo, la derrota sandinista en Nicaragua, la represión de los estudiantes chinos en la Plaza de la Paz Celestial y la súbita desintegración de la Unión Soviética fueron motivos de euforia para los que pregonaron el “final de la historia” y la victoria irreversible de la economía de mercado.
En medio de esa catástrofe, quien sueña con la vida repartida para todos resiste, quien rescata la esperanza contra toda esperanza resiste, en medio de todo esto Cuba resiste.
Es el único país del hemisferio occidental que implantó el socialismo. Y eso, a 400 kilómetros de EEUU. Para los que dieron oídos a las sibilinas previsiones de Francis Fukuyama (como dice Antonio Callado, un ejemplo de modernidad, pues es estadounidense con cara y nombre de japonés) agotada la historia, queda la fatalidad que, implacable, suprime del mapa todo lo que se resiste a la dictadura del mercado. El socialismo habría contraído una enfermedad que no tenía cura, y Cuba sería un enfermo en fase terminal. Hace una década en Miami, el millonario cubano Más Canosa tenía ya lista la nueva Constitución cubana, mientras muchas familias exiliadas pagaban abultadas sumas a una empresa que se disponía rescatar todas las propiedades -casas, mansiones, haciendas, fábricas, empresas- expropiadas por la Revolución. En el festival neoliberal que asolaba el planeta, con la creciente privatización de los servicios públicos, la estatización cubana era señalada como un pequeño dinosaurio conducido al Museo de la Historia y que, congelado en sus ideas, se resistía a morir.
Cuba hoy es un país con 11 millones de habitantes, cuatro veces aislado: por la geografía, por el bloqueo de más de 40 años de EEUU, por el final de la Unión Soviética y por la falta de divisas. Una nación cuyo perfil en los medios de comunicación resaltaba gobernada por un dictador sanguinario (Fidel) que se complacía en mandar opositores al paredón, no respetaba los derechos humanos y no admitía la oposición política. Si al menos Cuba permitiese la pluralidad partidaria -dicen algunos- la defensa de su Revolución resultaría más fácil. Si al menos suprimiese los fusilamientos, -dicen otros- no podrían acusarla de barbarie. ¿Y por qué Fidel Castro no se presentaba como candidato a presidente de la República admitiendo que haya otros contrincantes?
Pero Cuba incomoda, no por las razones mencionadas, tan alardeadas por los medios de comunicación al servicio del imperio. Cuba incomoda por el hecho de decir no al capitalismo, por el hecho de haber sido el único país de América Latina que conquistó condiciones dignas de vida para la mayor parte de su población. Por eso el país mereció elogios del propio Papa Juan Pablo II con ocasión de su visita en 1998.
El país presenta una tasa de alfabetización del 99.8%; cuenta con 70.594 médicos para una población de 11.2 millones (1 médico por cada 160 habitantes); un índice de mortalidad infantil de 5.3 por cada mil nacidos vivos (en los EE.UU. son 7, y en Brasil 27); 800 mil diplomados en 67 universidades, en las que ingresan cada año 606 mil estudiantes.
Hoy día Cuba mantiene médicos y profesores trabajando en más de 100 países, incluido Brasil, y promueve en toda América Latina la Operación Milagros, para curar gratuitamente enfermedades de los ojos, y la campaña de alfabetización.
Cuba no es el paraíso, pero en un continente de miserables, quien puede comer es rey. Allí, el socialismo extendió a todos la sobrevivencia biológica, el acceso a la escuela, la salud, el trabajo, el salario digno. Hay problemas, y muchos, como las cuarterías en Habana Vieja, las favelas en Santiago de Cuba, la mala distribución de los productos, el mercado negro, la creciente prostitución en La Habana y la falta de mecanismos políticos que permitan a los descontentos y soñadores apuntar críticas y alternativas, sin el riesgo de verse incluidos en el rol de los contrarrevolucionarios. La Revolución se acostumbró al monocultivo y a la exportación de azúcar, confirmando la división internacional del trabajo impuesta primero por España, luego por EEUU y finalmente por la Unión Soviética.
Cuba desnudó la hipocresía del discurso liberal, que promete a todos desarrollo, libertad y paz. Pasados 100 años de efectiva hegemonía de la economía de mercado en América Latina, el panorama es desolador. El 70% de la población vive bajo la línea de pobreza, y el 40% bajo la línea de la miseria. Un millón de niños desnutridos mueren cada año en el continente. Y hoy nadie duda que jamás hubo una intención altruista en los dólares remitidos por el Primer Mundo a nuestros países. Detrás de cada dólar estaba la certeza de una inversión lucrativa y de aumento de la dependencia política, a través del soborno de gobiernos, de la corrupción de autoridades, de la expansión de los intereses de los carteles y de las empresas transnacionales. Los préstamos siempre llegaron a nuestros países atados a proyectos específicos y, sobre todo, en busca de la multiplicación de lucros y servicios, convirtiendo en eterna la deuda externa, versión monetarista de la dependencia cultural.
Cuba osó desenmascarar ese mecanismo que hace de América Latina y también de África y de Asia, regiones necrófilas. En los países de Latinoamérica los injusticiados sólo nacen para morir. Sólo en Cuba los bienes de la tierra y los frutos del trabajo humano son fraternalmente repartidos. La Revolución promovió las reformas agraria y urbana, permitió que todos tengan techo y extendió el derecho de la tierra a los campesinos. La campaña de alfabetización erradicó la ignorancia. Negros, hijos de obreros y de agricultores, o mujeres pobres, que en nuestros países estarían condenados al subempleo, a la marginalidad o a la delincuencia, en Cuba se gradúan en medicina o ingeniería, trabajan en investigaciones científicas o dan clases en la Universidad, conquistan medallas de oro en juegos olímpicos y escriben bellas páginas de historia de arte en nuestro continente.
En Cuba se construye un marxismo que es ético más que político: ¿cómo hacer justicia a los pobres? El mismo Fidel Castro confesó a Leonardo Boff en su última visita a la isla: “Cada vez me convenzo más de que ninguna revolución latinoamericana será verdadera, popular y triunfante si no incorpora el elemento religioso”. Tal vez por causa de esa convicción prácticamente los obligó, a Fray Betto y a Boff, a dar cursos sucesivos de religión y de cristianismo a todo el segundo escalón del Gobierno y, en algunos momentos, con todos los ministros presentes. Esos verdaderos cursos fueron decisivos para que el Gobierno llegase a un diálogo y a una cierta “reconciliación” con la Iglesia Católica y demás religiones en Cuba.
Y en una confesión Fidel reconoció que: “Estuve interno en los jesuitas varios años; me dieron disciplina pero no me enseñaron a pensar. En la cárcel, leyendo a Marx, aprendí a pensar. Por causa de la presión estadounidense tuve que acercarme a la Unión Soviética, pero si hubiese tenido en aquel tiempo una teología de la liberación, seguramente la habría abrazado y aplicado en Cuba”. Y remató: “Si un día vuelvo a la fe de mi infancia, volveré de la mano de Fray Betto y de Fray Boff”...
Jesús habló de no ver la paja en el ojo ajeno sin quitar la viga que nos ciega en el propio. ¿Cómo puedo tirar piedras a Cuba si vivimos en un continente que producen más muertes que vidas? ¿Cómo condenar a Cuba por sus errores, si conozco muy bien lo que ocurre en el interior de la Iglesia? ¿Y cómo exigir que David deje su honda, si Goliat, tan próximo, amenaza aplastarlo?
Se engaña quien crea que después de la renuncia de Fidel comienzo del fin del socialismo en Cuba. No hay ningún síntoma de que sectores significativos de la sociedad cubana aspiren a que regrese el capitalismo. Ni siquiera los obispos de la Iglesia Católica. Con excepción de unos pocos, a quienes no les importaría que el futuro de Cuba fuese equivalente al presente de Honduras, Guatemala o Nicaragua. Además, ninguno de los que salieron del país continuó la defensa de los derechos humanos al insertarse en el mundo encantado del consumismo.
Si no ves el brillo de la estrella en la noche oscura, la culpa no es de la estrella sino tuya.


Celebración ecuménica por el 50º aniversario de la Revolución cubana
Para dar fe de nuestra esperanza, de la esperanza de las cristianas y los cristianos de nuestro país, se celebró en la Catedral Episcopal de la Santísima Trinidad, en el barrio capitalino de El Vedado, un culto de acción de gracias por los cincuenta años de la Revolución Cubana.

Muchas son las razones que motivan a cristianas y cristianos en Cuba a celebrar los 50 años del triunfo de la Revolución Cubana.
De allí que una representación de distintas denominaciones y generaciones se reunió el viernes 12 en la Catedral Episcopal de la Santísima Trinidad, La Habana, para oficiar un culto de acción de gracias, al que asistieron los miembros del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, Estaban Lazo, Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, y Miguel Barnet, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, entre otros dirigentes del Partido y del Gobierno de Ciudad de La Habana y familiares de nuestros cinco hermanos presos injustamente en cárceles de los Estados Unidos.
“Por amor estamos haciendo…”, dice un verso del trovador Silvio Rodríguez, varias veces nombrado en el culto, y por amor fue organizada esta celebración por el Centro Memorial Dr. Martín Luther King, Jr., (CMLK), el Seminario Evangélico de Teología de Matanzas (SET) y el Consejo de Iglesias de Cuba, a la que también asistieron como invitados representantes del cuerpo diplomático acreditado en Cuba y participantes del Encuentro de líderes cristianos comunitarios en procesos de cambio.
Entre cantos, oraciones, lecturas bíblicas, bendiciones y testimonios las cristianas y cristianos presentes dieron fe de su compromiso con la Revolución que ha sido inspiración permanente para su obra evangélica y social al lado de las iglesias y el pueblo cubano.
Valdría la pena recordar que cuando se produce el triunfo de enero de 1959, más del ochenta por ciento de los pastores protestantes abandonaron el país. Sin embargo, hubo pastores y laicos que tempranamente vivieron su fe desde el compromiso revolucionario, resistieron la actitud conservadora de sus jerarquías y fueron abriendo un camino para que las iglesias evangélicas tuvieran un espacio en las transformaciones sociales.
Muchos de ellos, que fueron educados en el SET de Matanzas y en el pensamiento protestante más progresista del momento, trataron de hacer una teología contextualizada desde el compromiso y la participación en el proceso revolucionario. Un pequeño sector ecuménico comenzó a repensar la misión de la iglesia en el contexto de una sociedad socialista.
El reverendo Raúl Suárez, pastor bautista retirado, diputado al Parlamento Cubano y director del CMMLK ha afirmado, muchas veces, que su “segunda conversión” se inició en 1959, cuando logró, progresivamente, deshacerse del “protestantismo apático e indiferente” en el que había sido educado. “La revolución, con su carga humana, de justicia social y de oportunidades para todos y todas, ayudó a aterrizar mi fe, en un proceso que no ha estado exento de tensiones”.
“La actuales conquistas del pueblo cubano, expresó Suárez en el culto, fueron resultado de las luchas llevadas a cabo por la Generación del Centenario, con Fidel al frente. Aquellos jóvenes hicieron resurgir las ideas redentoras de José Martí y de los próceres de nuestras gestas emancipadoras. Una pléyade de mártires y héroes, entre los cuales estaban muchos cristianos y cristianas, como Oscar Lucero y Frank País, por sólo citar a dos, sembraron con su sangre generosa la semilla de lo que hoy disfrutamos”.
“Durante estos años, afirmó, también hemos sido testigos de que lo que nosotros llamamos “amor al prójimo”, Cuba ha sido ejemplar en su ministerio solidario con los pobres de la tierra”. “Y también, señaló, hemos sido testigos de la firmeza de nuestros niños y niñas, de hombres y mujeres que vivieron los tiempos de las reservas y las incomprensiones mutuas y fueron fieles a su fe y a sus congregaciones locales, la fidelidad histórica del movimiento ecuménico cubano al evangelio de Jesucristo y el amor a nuestro pueblo y su proyecto socialista”.
Otros testimonios de cristianas y cristianos, laicos y miembros de diversas confesiones religiosas como la católica y practicantes de religiones cubanas de origen africano fueron leídos durante el culto de acción de gracia. De igual modo, se recibieron mensajes solidarios de pastores norteamericanos, así como de líderes cristianos que en diferentes naciones de América toman parte, desde su fe, en procesos comunitarios de cambios sociales.
A nombre del CMMLK, Joel Suárez, su Coordinador General, se refirió a “la eticidad profundamente evangélica que a las cubanas y cubanos nos viene del padre Félix Varela y de la resurrección irradiante en nosotros de José Martí. Desde esa eticidad, que tiene en la justicia “el sol del mundo moral” en sintonía y afinidad, muchas y muchos cubanos leen la Biblia porque sienten que les habla, escuchan a Dios aunque algunos no lo reconozcan.
Y por qué pasa esto, se preguntó, pues “porque nuestro Dios es el que restaura a las personas en su autoestima y dignidad y este es un pueblo que, a pesar de los pesares, anda con la frente en alto y con mucha dignidad, porque el Dios que se nos manifiesta en su palabra, acoge a sus hijas e hijos con la ternura solidaria de un padre y una madre, y este es un pueblo que con la ternura solidaria del niño ante Jesús y la muchedumbre, ha brindado a muchos lo poco que tiene, aunque el egoísmo de los potentados de la tierra haya impedido que el milagro de los “panes y los peces” se consuma para todas y todos en el mundo”.
Dorita Arce, pastora de la Iglesia Presbiteriana Reformada en Cuba, al compartir su testimonio personal sobre lo que calificó como “el proyecto hermoso que es la Revolución Cubana en todos sus matices” se refirió a la gratitud que siente al “ser hija de esta tierra y ser pastora en esta tierra cubana y formar parte de esta generación del ecumenismo que se debatió entre lo atractivo de la propuesta secular que la Revolución nos mostró en aquellos años en los que se querían fabricar ateos a corto plazo, oferta acompañada de la demanda de negar la fe en otra religión que no fuera el ateísmo prefabricado”.
La pastora cubana acotó que “y la fidelidad incondicional a un Jesús que nos empujaba a seguirle en la construcción de un reino de justicia y amor, especialmente diseñado para lo que el Evangelio llama “nuestras hermanas y hermanos más pequeños”. Y aseveró. “tenemos que agradecer porque fue la Revolución la que nos enseñó de primera mano que el evangelio de Jesucristo ni se diluye ni se domestica. Doy gracias a la Revolución que me enseñó a vivir la fe de la forma más honesta y, sobre todo, que nos reta a vivir y servir a Dios buscando siempre el ejercicio de nuestra libertad en Cristo como parte de una gran familia llamada iglesia de Jesucristo en Cuba y de un admirable pueblo, el cubano”.

Las voces que nos acompañan

“Seguro que estarán orgullosos, hermanos y hermanas, dijo Sixto Pereira, dirigente campesino paraguayo y senador del gobierno del presidente Fernando Lugo, por este acontecimiento, por tanta vida, por tanta generosidad de resistencia de cincuenta años sembrando vida, sembrando solidaridad y amor. Dijo que al frente del movimiento Tekojojá “nos hemos integrado al proceso de transformación profunda del Paraguay con Fernando Lugo, obispo, ahora presidente, que ustedes antes de que nosotros lo hiciéramos, ya lo habían proclamado el año pasado en La Habana, en un encuentro ecuménico”.
“Nos toca una tarea muy difícil, sentenció, pero con el pueblo unido nos hemos propuesto cumplir lo primero: derribar a la rosca mafiosa que manejó y administró el Estado durante más de sesenta años y eso lo hemos hecho con la participación protagónica del pueblo pobre de nuestro país”.
Se refirió a la solidaridad que ha dado nuestro pueblo a la formación de médicos paraguayos. Más de 300 se preparan y unos 400 ya son egresados de la Escuela Latinoamericana de Medicina de Cuba.

Por su parte Nidia Arrobo al comenzar sus palabras dijo: “Vengo de la tierra del sol recto, a quienes en la conquista le pusieron el nombre de Ecuador y desde la Fundación Pueblo Indio del Ecuador, que fue creada por monseñor Leonidas Proaño, obispo de los indios, profeta de los pobres y padre la iglesia latinoamericana, les traigo un mensaje de profunda gratitud. Y quiero volver al texto del Magnificat y como la hermana Nerva, retomar el texto de la humilde campesina de Nazaret, una mujer que no contaba en la sociedad de entonces, una pobre más, y ella nos ha traído dibujado esta noche, el proyecto revolucionario de liberación y de emancipación. Y siente que a lo largo y ancho de esta bella y solidaria Isla que puedo decir con María: “proclama, ósate con el señor”. Y esto lo digo porque en Cuba se dio hace cincuenta años un golpe al poder, porque aquí Dios deshizo a los soberbios de los planes, colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos sin nada”.

Para Javier Arrúe, coordinador de Encuentro Ecuménico Juan Vives (Ecuvives) y diputado a la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela, “se están haciendo milagros en mi país gracias a las manos y a las vidas de las cubanas y los cubanos que nos están ayudando con su generosidad en todas las misiones para construir con verdadero ecumenismo ese reino de Dios, tan prometido en otras situaciones y por otras religiones, en algo para cuando nos muramos, y sin embargo, todas y todos lo estamos construyendo con nuestros aportes, pequeños aportes, en nuestra tierra. Y, dijo, finalmente “la esperanza de la revolución bolivariana va la de la mano del pueblo cubano, y también de las cristianas y cristianos cubanos”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario