jueves, 15 de enero de 2009

Reportaje al Padre Caputo sobre la lectura popular de la Biblia - por Gabriel Andrade

El pasado 28 y 29 de abril visitó nuestra ciudad el Padre Ángel Caputo -perteneciente a la Diócesis de Quilmes donde forma parte del equipo de Formación Bíblica, siendo además miembro de la Federación Católica Bíblica Argentina y de la Federación Bíblica Latinoamericana y Caribe- para coordinar un Taller de Iniciación Bíblica, quien con su clásica amabilidad y calidez dialogó de esta manera con el BGR

DEVOLVER AL PUEBLO LA PALABRA DE DIOS

BGR: ¿Qué es la Lectura Popular de la Biblia (LPB)?
P. Caputo: Es una lectura hecha desde la Vida para la Vida. Es una interpretación de la Biblia que está hecha desde las angustias, las esperanzas y los sueños del pueblo y donde el pueblo es protagonista de la interpretación. No es una lectura hecha para el pueblo sino una lectura hecha por el pueblo, o sea que la comunidad es protagonista de la palabra del mensaje de Dios. La “llave central” de la LPB junta las tres fuerzas que están en la vida del pueblo: es la Palabra vivida en comunidad e insertada en la realidad; ese es el circuito hermenéutico de la LPB. Esa relación es la fuente donde se escucha el mensaje de Dios hoy, el mensaje de vida, de fortaleza y de esperanza para nuestro pueblo.
Este mensaje muchas veces puede ser conflictivo, tanto al interior de la Iglesia como a la sociedad, como lo fue la lectura que hizo Jesús del antiguo testamento. Jesús hizo una lectura diferente de la de la oficialidad. La lectura que hizo Jesús era diferente a la que hacían los fariseos -la casta sacerdotal- y por eso Jesús entró en conflicto. Y tuvo más conflictos con los más “creyentes”, con los que más conocían la Biblia, justamente porque El empezó a recuperar la Biblia frente a los que eran “dueños” del saber, como se lo ve clarísimo en el cap. 23 de Mateo, en ese caso con los fariseos y los escribas. Se lo ve “levantando temperatura” y les termina diciendo maestros ciegos, sepulcros blanqueados, raza de víboras, que revela la práctica de Jesús. Se podría decir entonces que Jesús recupera la lectura de la Biblia para la vida del hombre y no donde la Ley valía más que la Vida.

BGR: Espero que en cambio a nosotros no quieran crucificarnos... ¿Cuándo comienza este movimiento?
P. Caputo: Esto hay que ubicarlo a partir de los años 60 en América Latina, muy unido a las comunidades eclesiales de base, y específicamente a partir de los años 80 en Argentina. Lo de América Latina hay que pensarlo a partir de una ebullición sociopolítica, económica y religiosa -es la época del Concilio- y luego la época postconciliar latinoamericana con la Conferencia Episcopal de Medellín, y su vez enmarcado a nivel mundial con el mayo francés, los acontecimientos en Chile, el cordobazo, el rosariazo en Argentina y demás, que se traduce en una búsqueda hacia una sociedad diferente. Pero me gustaría remarcar principalmente ese soplo del Espíritu al interior de la Iglesia Católica del Concilio Vaticano II, que -como plantea Juan XXIII- renueva el aire de la Iglesia que estaba contaminado, y si alguno se resfriaba... bueno, se tendría que curar.

BGR: Si el Concilio es lo que prepara para esta nueva reinterpretación de la Palabra, ¿por qué en Argentina llega recién en los 80?
P. Caputo: En la Argentina ya había mucho camino andado antes de los 80 con los sacerdotes por el tercer mundo, con la ida a los barrios y las villas de emergencias, los curas obreros y demás donde lo bíblico estaba pero no como algo inspirador y dinamizador. Por eso en primer lugar esto se plantea a nivel latinoamericano, arrancando muy fuerte en Brasil. Carlos Mestre fue el gran itinerante de la “Palabra a cuestas” y el que le dio el gran impulso a esta nueva hermenéutica bíblica en América Latina de leer la Biblia desde la realidad desde el pueblo latinoamericano, desde las comunidades. Finalmente son los más pobres, los excluidos, los oprimidos -fundamentalmente en ese momento por la situación económica y social- que empiezan a abrir la Biblia y a pasarle el plumero y así a encuentran en ella la riqueza que encierra, la imagen de un Dios que los dignifica, un Dios que los invita a tener fe, a tener fortaleza y a luchar y a organizarse por recuperar su dignidad perdida. Este es el fenómeno que empieza a acontecer a partir de los años 60. A este fenómeno de que sean justamente los pobres que redescubren la Biblia como fuente de vida relacionándola con su propia vida y haciéndose sujetos de su propia liberación es lo que se le llamó LPB.

BGR: Refiriéndome a la manera de cómo nació y se transmitió la teología de la liberación ¿esta entraría en lo que se llama LPB o sería una teología concebida al estilo del exégeta tradicional pero que interpreta la Palabra con una visión latinoamericana?
P. Caputo: La teología de la liberación arranca en los años 68 y como toda teología es algo de los teólogos, es una reflexión teológica sobre la práctica que está viviendo su comunidad. Justamente, porque hay una práctica hay un reflexión.

BGR: ¿Entonces se puede decir que la teología de la liberación es emergente de esta práctica?
P. Caputo: Evidentemente tiene mucho que ver, si bien la teología de la liberación al comienzo tenía inspiración bíblica pero no toda la que tuvo después. O sea que después la misma teología reconoció que, además de tener origen en la realidad del pueblo, tenía que mamar más de la inspiración bíblica, tenía que tener más raigambre bíblica.

BGR: ¿Esta teología popular desestabiliza la justificación de los poderes de opresión que hace la teología tradicional?
P. Caputo: De hecho este choque se ha dado. La teología oficial europeizante - centrista - romanista tiene una visión muy distinta. Pero acá el problema radica en que no hay una teología y no tendría porqué haberla, porque si la reflexión teológica es el acto segundo -porque primero está la experiencia de fe- y si realmente hablamos de la inculturación, o sea, que el evangelio tiene que encarnarse, tomar rostros diferentes, entonces ¿cómo respetar las diferentes teologías si necesariamente el rostro latinoamericano será diferente del africano, del oriental y muy diferente del europeo? Fijate que los cuatro evangelios son cuatro teologías escritas para cuatro comunidades diferenciadas y la Iglesia no anuló a ninguno por ser matices de la misma verdad. Esa es la dimensión de la catolicidad: es la universalidad marcada por la originalidad pero dentro de una unidad. Una unidad que puede tener tensión.

BGR: Si esto debe ser así ¿por qué molesta tanto y se la combate?
P. Caputo: A mí me parece que uno de los motivos es el miedo a que el pueblo interprete mal. Puede haber un cierto riego, hay que tomar los recaudos. Hay que dar las herramientas mínimas para que el pueblo pueda tomar la Palabra, pero aún así vale la pena correr el riesgo y seguir en esta línea porque es donde de a poco vamos a ir mejorando todo este uso de la Palabra de Dios en la vida del pueblo.
Otro motivo es que nos acusan de hacer una lectura “reduccionista” de la Palabra, que reducimos la lectura al elemento sociológico u histórico. Nosotros decimos que hacemos una lectura “ampliacionista” porque damos elementos que antes no se tenían en cuenta, única manera de poder tener una fidelidad no sólo al texto que fue escrito -con todo su contexto- sino también al sujeto que lee el texto.
Y el otro motivo es que la Palabra de Dios en la vida del pueblo le da un protagonismo diferente. El laico, el bautizado, se reviste de poder y surge legítimamente una nueva autoridad en la Iglesia que no está dada por la “imposición de las manos” sino por el poder del Espíritu que es la voz del laicado que habla desde el poder de la Palabra de Dios y eso puede crear una “mala entendida concurrencia - competencia” con los “profesionales de la palabra”, como somos los sacerdotes u obispos o cualquier otra autoridad en la Iglesia. Entonces esto nos puede costar a nosotros los curas ser cuestionados y se puede crear una mala competencia.

BGR: ¿Pero por qué sería así si claramente Jesús concede la autoridad como poder de servicio y no como de dominación?
P. Caputo: Estoy de acuerdo que es así. Justamente lo que plantea la ley “Dei Verbum” es que el magisterio de la Iglesia tiene la misión de velar por el uso de la palabra pero siempre teniendo en cuenta que el magisterio no está por encima de la Palabra sino al servicio de ésta, por lo que el magisterio tiene que tener una actitud obediente a la Palabra antes de pedir obediencia a los demás. Por lo tanto tiene que cuidar que esta Palabra no sea manipulada contra su mismo designio de ser fuente de vida y esperanza para todo el pueblo.
Ahora, como esta LPB busca darle al laico y a la comunidad una autonomía, que si bien no significa independencia, sí significa que tenga “autonomía de vuelo”, o sea, laicos que no hayan que “darles cuerda” para que anden, significa para la jerarquía vivir el poder de otra manera.

BGR: Entonces la LPB ¿renueva o retoma el mensaje de Jesús con respecto a la lectura oficial?
P. Caputo: Al reapropiarse el pueblo de la Palabra de Dios surge toda la época martirial que vivió América Latina a partir de los 60 que le da el poder a los pobres como sacramento, como la presencia de Dios en la historia, como grito de Dios en la historia retomando el mensaje de Jesús.

BGR: Al hombre común de fe ¿le sirve para ser más feliz la LPB?
P. Caputo: Yo creo que sí. No le va a solucionar los problemas, pero sí este encuentro con la Palabra le da una fuerza y una luz interior que le va a hacer afrontar la cotideanidad de otra manera, le da capacidad de lucha para transformar la realidad y poder así tener más vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario