jueves, 15 de enero de 2009

Padre Obispo Vicente Faustino Zazpe

PADRE OBISPO VICENTE FAUSTINO ZAZPE

El 24 de enero de 1984, cuando recién acababa la horrorosa noche en la que nos había hundido la tiranía militar, institucionalmente solo, boicoteado por el poder político, económico y eclesial; amenazado y victimado, injuriado, y con una dudosa atención médica, moría en la capital provincial el pastor, profeta y mártir de los humildes santafesinos.
Habló cuando la mayoría calló. Visitó las cárceles y las villas cuando eso era un desafío al poder y un mal ejemplo para los que pretendían una Iglesia “entre boulevares” y lo más ritualista posible.
No se apoyaba en los ricos sino en los más humildes. Se opuso evangélicamente a la trama de intereses de concentración económica e impunidad que se estaba tejiendo en la provincia y en el país.
Criticaba de frente la hipocresía de los poderosos: “admiten que el evangelio tenga que ver con el aborto, el homicidio, el adulterio y el robo clásico, pero rechazan su intromisión en el consultorio, la empresa, el estudio profesional, los planes económicos, los negocios y negociados, el soborno, los impuestos, las declaraciones juradas, el ejercicio de la justicia, el desempleo, los honorarios, el alza de los precios y hasta la velocidad en la ruta”.
Dejaba muy en claro la misión de la Iglesia apoyada en el espíritu del Vaticano II (al cual concurrió), en Puebla y en Medellín:“...a algunos sectores les molesta que la Iglesia reciba y escuche a los sectores obreros, a los familiares de los desaparecidos y de los detenidos sin proceso o con procesos eternos, a los jubilados y a los pensionados... La Iglesia Argentina debe ser la voz de los que no tienen voz, a pesar de las incomprensiones y las amenazas por venir”... A los pocos días la Triple A robaba las joyas de la Basílica de Guadalupe, exigiendo para su devolución la separación de Zazpe del arzobispado. No pudo ser. Intentarían entonces un similar método criminal como el que le costara la vida al obispo Angelelli: el 15 de agosto de 1982, yendo a San Carlos a oficiar misa de confirmación, un camión choca desde atrás a su automóvil en forma descomunal. Se supone un atentado pero nadie investiga y la prensa no habla. Zazpe no se calla y sigue su misión. Con motivo de la difusión del “documento final” de las FF.AA. diría públicamente: “insólita calificación de actos de servicio para la tortura, el secuestro impune, la muerte clandestina, la detención sin proceso, la entrega de niños a desconocidos y el latrocinio descarados de los hogares... Se puede seguir hablando de excesos cuando todo el proceso antisubversivo respondió a una premeditada planificación? Se puede afirmar que no se dispone de más información cuando los servicios de inteligencia controlan rigurosamente a personas, grupos, instituciones y teléfonos” .
Ahora habría que silenciarlo a través de la propia jerarquía católica. En 1983 tiene que renunciar a la Conferencia Episcopal luego de exigir “una actitud más firme hacia el gobierno militar”. Lo dejaron solo. Quedaron Aramburu, Primatesta, J.M.Lopez. En Santa Fe el obispo auxiliar Storni sería el encargado de darle el beso de Judas. A la postre su sucesor, desmanteló el servicio de Educación Popular, redujo el apoyo oficial del arzobispado a los Sin Techos e inició el exilio de seminaristas y sacerdotes comprometidos con la pastoral anterior.
Zazpe soportaba las amenazas de la Triple A, la Gendarmería y la Armada, pero no pudo soportar la presión y el aislamiento que le propinaron del propio seno del arzobispado santafesino. Diría el Pbro Trucco. “el último año estuvo cargado de angustias, de tristezas y de dolores causados por la persecución continua desde los servicios y desde buena parte de la oligarquía santefesina y el país... Desde dentro mismo de la iglesia diocesana se planteaban actitudes que la dividían en contra del propio obispo...El último año fue un calvario”. Así murió y así lo contamos.
Como dijera su confidente Elvio Mautino: “Su vida era un testimonio viviente. No se le podía refutar y eso molestaba. Cuando alguien avala con su vida lo que dice con sus palabras es otro Cristo que está gritando en esos momentos”. Amén.

Gabriel Andrade, basado en el trabajo de Carlos del Frade: “La conjura contra Zazpe”.

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