jueves, 15 de enero de 2009

FÚTBOL E IMPERIALISMO - PASIÓN DE MULTINACIONALES

FÚTBOL E IMPERIALISMO - PASIÓN DE MULTINACIONALES
por Gabriel Andrade

“El fútbol es un deporte en el que veintidós jugadores divididos en dos equipos se esfuerzan en introducir un balón en el arco contrario sin la utilización de las manos y respetando otras reglas” es la simplista definición que se ha encontrado en el pequeño Larousse ilustrado.
Así definido parecería que en todo partido de fútbol la “justa deportiva” se definiría a favor del mejor. Pero a poco de analizar, y refiriéndonos al fútbol profesional, vemos que de “justas” estas contiendas tiene poco.
Hay una lógica capitalista que hace que el que más tiene puede hacer más para tener aun más y para que el otro, que menos tiene, tenga aun menos. Es una bola que crece y que usa todo poder opresor para oprimir y vencer al otro. En el fútbol profesional, que tendría que ser un deporte y que increíblemente todavía se identifica con las identidades populares, se da la misma mecánica.
Podemos empezar analizando cómo las posibilidades económicas de un club que lo televisan treinta o cincuenta veces más que a uno de la misma categoría da una ventaja extra deportiva indescontable al club en cuestión que necesariamente se refleja en la cancha. La publicidad gráfica en el estadio, los sponsors de camisetas y la infinidad de artículos por lo que la entidad cobra derechos hacen que los partidos se vayan ganado cada vez más fuera de la cancha que dentro de ella. Y no nos detendremos aquí en la larga historia de sobornos y arreglos extra deportivos delictuosos para favorecer a los equipos poderosos, que si algún día se hiciera a conciencia una investigación en tal sentido le harían borrar la mitad de las estrellas del escudo a más de un equipo porteño.
Pero esto no sería tan grave si con ese dinero extra sólo se pudiera reflejar en infraestructura del club y medios para optimizar a los propios jugadores. No, la cosa no queda allí. Un club puede comprar jugadores a otro club de su misma categoría, con lo que todo el esfuerzo de una entidad deportiva por formar a sus jugadores y hacerlos partícipes de una identidad y un proyecto común se ven abortados y mercantilizados por la oferta del mejor postor.
Si no fuera exclusivamente por el factor económico sería inexplicable que un jugador que creció personal y profesionalmente en un club quisiera dejar sus amigos, su lugar y su historia y “ser vendido” a un club rival.
¿Qué es un equipo formado por personas que tienen orígenes totalmente diversos, incluso de distintos países, sino un negocio multinacional, que poco tiene que ver con el club – pertenencia – sentimiento – identidad, sino más bien con una recolección de mercenarios a sueldo que poco tienen que ver con la comunidad – hinchada que de padres a hijos sí tienen esa identidad?
¿Qué pensaría un hincha de Boca Junior o River Plate -que no ven mal que jugadores de otros equipos argentinos jueguen con sus camisetas contra sus mismos clubes de origen- si hubiera visto jugar a Maradona con la camiseta de la selección italiana contra la Argentina?
¿Esos mismos hinchas consideraría la posibilidad de ser transferido como hincha a un club rival al suyo? ¿Gritaría los goles en contra del equipo de sus amores? ¿Se trenzaría en cargadas, insultos y hasta golpes contra sus antiguos compañeros de tribuna e historia común?
Si, como pienso y siento, le pareciese espantoso ver al gran Diego argentino con la camiseta azurra; si jamás se “vendería” a una divisa rival, si realmente se siente parte de algo colectivo y ama, por consiguiente, a sus colores, entonces ¿a quién o qué alientan cuando salen a la cancha once artistas que se “vendieron” ocacionalmente al equipo de sus amores? ¿Partícipes e identificados con qué festejan un triunfo, un campeonato? ¿Habrá llegado la hora de mirar la tabla de las acciones bursátiles y hacerse hincha de Pérez Compac, Telecom, Acindar, Techint, City Bank, Molinos o YPF?
Este negocio manipulado por las multinacionales del fútbol, con la FIFA a la cabeza, las empresas patrocinantes y deportivas asociadas, empresarios e intermediarios y toda la mugre y miseria humana que se mueve alrededor del fútbol profesional repite la lógica imperialista de que los poderosos oprimen y asfixian a los débiles dejándolos más débiles y quedando ellos más poderosos, haciendo un circo de lo que alguna vez fue un deporte, que de deportivo tiene poco y de justo nada.
Para los que amamos el fútbol habrá que empezar a seguir al club barrial para volver a sentir que formamos parte de algo colectivo que nos devuelva un poco de la identidad, la pertenencia y el cariño que nos fue robada por el fútbol profesional.
Y los que lo puedan jugar -aunque sea en el arco y medio tiempo- mejor...

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