“La diferencia es un hecho. La igualdad es un derecho. Por eso la desigualdad es la violación de la igual dignidad que todos los humanos tenemos por el hecho de ser coincidentes en lo que a todos nos iguala: todos somos humanos”.
EL DIOS DE LA PLAZA
El Deuteronomio nos recuerda: "Mi padre era un arameo sin patria" (Dt. 26,5). En el primer y segundo milenio antes de Cristo, arameo no designaba un pueblo, sino personas de diversos orígenes, marginados del orden vigente en la Mesopotamia, en Palestina y en Egipto. Vagaban errantes en busca de trabajo. Los hebreos eran grupos marginales de esos arameos. Fueron esclavizados en Egipto y fue a ellos que el Éxodo se refiere cuando Dios dice: "Yo oí los gritos de aflicción frente a los opresores (...) y bajé para liberarlos" (Ex. 3, 7). Dios se revela como el "Dios de los hebreos", por lo tanto, de todos los excluidos y oprimidos (Ex. 20, 2).
En la tradición bíblica Dios se revela en y a través de esta opción. Este designio demarca la parcialidad de Dios en su revelación, el que no se revela a unos y otros por igual; a los israelitas sufrientes y al faraón opresor.
En el N.T. Jesús anuncia la buena noticia del reino de Dios a los pobres y únicamente a los pobres, condenando además a los ricos. Así lo afirma en las bienaventuranzas (Lucas 6. 20-26), en la sinagoga de Nazaret; y en sus parábolas.
¿En qué Dios creen tantos ciudadanos de los alrededores de la plaza San Martín - en su mayoría “cristianos”- cuando proponen poco menos que el ajusticiamiento de esos pobres que reclaman por dignidad y les hacen ver lo que prefieren ignorar?
Esta opción de Dios, los profetas y Jesús por los pobres es también una opción por la verdad. "La cólera de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad e injusticia de los hombres que aprisionan la verdad en la injusticia" (Rom 1,18). Esta afirmación paulina dice que no es fácil ver la verdad de las cosas y que existe una tendencia a aprisionarla. Llegar a conocer la verdad y respetarla es conversión primaria ante la tentación de falsificarla y someterla.
En este contexto es que esta opción por los pobres afirma que la verdad de la realidad de nuestra historia se transparenta más desde los pobres y que desde ellos se llega a conocer la totalidad de nuestro mundo. Afirma que desde ahí es donde se produce la conversión -hacer contra otras versiones- desde las cuales no se llega a conocer la verdad. La propaganda de este poder multiplica esfuerzos para que no aparezca la verdad de la realidad. Intenta hacer creer que el rosarino es el del centro de la ciudad y sus barrios con ocupados, de los cuales también participarían “analógicamente” la mayoría de los 300000 rosarinos indigentes. Se intenta explicar en términos macro económicos el problema fundamental de hoy, cuando en realidad es un problema de vida o muerte.
Pero como esa realidad es pecado social y como el pecado busca siempre ocultarse, pasar desapercibido o incluso hacerse pasar por lo contrario, llegar a ver este mundo desde los pobres es también conversión; objetivamente, en contra de las apariencias, y subjetivamente, en contra del propio interés que busca hacer coincidir la realidad con lo deseable para éstos.
La opción por los pobres del Dios en que creemos es antes que nada, una opción por la verdad tal cual es. Es una toma de conciencia del carácter conflictivo de la sociedad y de la realidad disyuntiva de sus lugares sociales.
Debiera ser un elemento de ruptura y hasta de éxodo respecto de la lógica de los opresores y de sus opciones de muerte con respecto a los pobres. Una opción conciente y voluntaria por ubicarse desde su lugar social, por un movimiento de salida hacia su encuentro y por el deseo de identificación con sus intereses.
No despreciarlos al mismo tiempo que hipócritamente se dice creer en el Dios misericordioso (hacer pasar la miseria ajena por el corazón propio) de los cristianos.
No hay forma coherente de ser cristiano si no es mediante esta opción.
"Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre... porque tuve hambre y me disteis de comer..."" (Mt 25, 31-46). La opción por los pobres es también una manera de llegar a vivir como seres humanos salvados. La salvación de la propia vida y el sentido de la vida en el presente se decide en la opción por los pobres; ¡mucho más allá y muy por encima de cualquier norma eclesial!
La condenación futura y el sin sentido presente se decide en una opción al margen de los pobres, que en el fondo es siempre contra ellos.
Se opta por los pobres porque tienen hambre, sed, desnudez, enfermedad, cautividad. La opción por los pobres es salvación porque es amor y es un amor que descentra al ser humano. Dijo Jesús, “el que quiera ganar su vida la perderá y el que la pierda por mi causa la ganará”. Quien organiza su vida alrededor de sí mismo, de su grupo, partido, institución, iglesia, por muy importante que eso sea no deja de tener una concepción egocéntrica -que frecuentemente degenera en egoísta- de la vida; quiere ganar la vida en directo, y la pierde. Pero quien organiza su vida alrededor del otro, olvidándose de sí mismo, la gana; y el pobre es el prototipo del otro, al que se va sin esperar nada para uno, aunque después se reciba.
Afirmar que de los pobres es el reino y que quienes optan por ellos entran en ese reino es la forma de aceptar que en la historia hay un sentido último contra muchas apariencias. La opción por los pobres es, antes que nada, una opción con la que se confronta todo ser humano por el mero hecho de serlo, y la que más radicalmente divide a la humanidad y a la vez genera comunión entre los seres humanos.
Es, en definitiva, estar a favor de la vida o a favor de la muerte.
jueves, 15 de enero de 2009
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