jueves, 15 de enero de 2009

Reportaje al Padre Buere sobre el divorcio - por Gabriel Andrade

En el mes de junio pasado una declaración del Vaticano sobre el grave pecado que sería el volver a casarse nos hizo pensar que, además de las exclusiones que la sociedad hace por cuestiones económicas, sociales, políticas, ideológicas, raciales y demás, nuestra iglesia sumaba a esta larga lista una que le pertenecía en exclusiva y que caía contra muchos de aquellos hermanos católicos practicantes y comprometidos que, vueltos a casar, se encontraban discriminados y hasta expulsados tácitamente de las comunidades que por derecho pertenecían.
Esto nos movilizó a conocer el pensamiento y la pastoral que en nuestra ciudad realiza el padre Juan Antonio Buere, párroco de Nuestra. Señora del Pilar, con quien dialogamos sobre el tema.

EL REINO ES PARA TODOS
por Gabriel Andrade

Cuando por carta pedimos una entrevista con el padre Buere éramos conscientes de que poco antes había rechazado un reportaje para una importante radio local por considerarla “poco seria” a causa del escaso tiempo que le ofrecían. Sabiendo esto, también le arrimamos los últimos siete boletines del Gran Rosario para que pudiera evaluar el perfil y la seriedad de nuestro trabajo. Pasadas 48 hrs., el que escribe recibió una llamada personal del sacerdote aceptando dicha entrevista.
Con un termo y un mate como toda tarjeta de presentación, este padre de trato cálido, humor incisivo y de mirada franca y directa a los ojos cada vez que quiere resaltar un concepto, nos recibió acompañado de un matrimonio perteneciente a la pastoral de los “vueltos a casar” y siendo esta la charla que mantuvimos:

BGR: ¿Cuándo la Iglesia, como institución, manifestó por primera vez la condena al divorcio? ¿Esta posición de condena al divorcio es dogma de fe o se puede cambiar algún día?
P. BUERE: Existe una fundamentación bíblica en Mateo 19 donde a Jesús le preguntan los fariseos si es lícito a un hombre divorciarse de su mujer para casarse con otra. Jesús responde que Moisés les permitió hacer acta de repudio -de divorcio- pero agrega que al principio no fue así, que Dios los creó a su imagen, así que el hombre no separe lo que Dios ha unido. Esta es la base escriturística por la cual se habla de derecho divino y por lo cual el matrimonio es indisoluble por este derecho; “aquel que incurre en un nuevo matrimonio comete adulterio”.
Esto ha sido desde los primeros tiempos así.
No obstante el padre Aguirre hace un comentario que recuerda lo que se llama el “privilegio paulino” por el cual se permitía el divorcio si un cónyuge representaba un obstáculo para el crecimiento de la fe del otro. Entonces acá nos topamos con un privilegio que diluye de algún modo este “derecho divino” y nos vale pensar por lo tanto hasta qué punto está cerrado el tema. Hay cosas entonces que se pueden conversar, no es tan “monolítica” la doctrina. El matrimonio es signo de la unión de Jesús con la Iglesia, esta es la razón teológica que levanta el derecho canónico y es dogma de fe que no puede cambiar. Pero el tema es la aplicación del dogma, como del principio nos está demostrando el derecho paulino donde se ve la primera excepción. Una cosa, entonces, es lo que creemos doctrinalmente y otra la aplicación pastoral.

BGR: El Concejo Pontificio calificó como “pecado grave” el volver a casarse. ¿Entonces no se opone al divorcio civil de matrimonios religiosos sino que se opone a un nuevo matrimonio? ¿Por qué entonces se opuso a la ley de divorcio, si hasta inclusive no reconoce los matrimonios civiles fuera del religioso?
P. BUERE: En realidad se opone al divorcio por doctrina -lo que se quiere es rescatar el valor de la indisolubilidad- pero en la aplicación del dogma se opone sólo a que se contraiga nuevas nupcias. Existe buena voluntad entre aquellos que emanan estas directrices. Lo que pasa que las emanan sentados en una situación vital; es casi como sacar corolarios de teoremas que se han demostrado. La complicación está en acompañar los procesos. Porque es muy fácil decir que el matrimonio es indisoluble pero también deberíamos decir que la catequesis de iniciación al matrimonio que damos es prácticamente nula. Nosotros acompañamos nulamente a personas que se van a iniciar en estilos de vidas totalmente comprometedores. O sea, que la doctrina la tendríamos que aplicar primero a aquellos que estamos llamados a pastorear por ministerio, con lo cual la falla es garrafal. Pensá que a mí para ser sacerdote religioso me tuvieron siete años de formación; para consagrar a los esposos con un sacramento del mismo nivel se los tiene, con suerte, cuatro noches y a la fuerza, y se les exige que sea tan indisoluble como mi compromiso. Si se analiza pastoralmente esto es un boomerang, no hemos acompañado a nadie aunque no lo hemos hecho a propósito, tenemos incapacidad pastoral para acompañar el proceso. Creo que somos co-responsables del 90% de los fracasos. Creo sinceramente que, de los matrimonios que tengo que autorizar, en la mayoría tengo mis serias dudas de que la madurez humana de los contrayentes haga válido y por lo tanto indisoluble al matrimonio.
Por eso te digo que todavía en nuestra iglesia hacemos notar diferencias. Para este compromiso que es tan radical no tenemos la misma exigencia. Pareciera que hay estados de vida de primera y estados de vida de segunda, cuando el Concilio Vaticano II nos ha mostrado claramente que la iglesia es comunión y que todos los estados están al servicio de la comunión. Es muy cómodo este estilo de “bajar línea” de una ley. Esto lo hace cualquiera; lo que es más comprometido, más difícil y que no lo sabemos hacer -y creo que occidente lo desconoce- es acompañar procesos.
Entonces la gran pregunta que nos tenemos que hacer es ¿cuántos realmente son matrimonios de aquellos que los ministros hemos autorizados? No sólo no le hemos dado formación sino que ni siquiera le hemos dado información y luego le exigimos que la persona actúe de acuerdo a la información que no le dimos. Entonces yo pienso que en ese caso el matrimonio es nulo, por causa nuestra; no hay matrimonio. Existe entonces “ignorancia invencible”, para usar un término técnico, ya usado en moral medieval; no hay en esto nada nuevo.
Por eso acá se está trabajando mucho en esto. Los pre-matrimoniales en el Pilar son bastante importantes y se buscan; eso que no somos un templo “cotizado”, acá no se cobra aranceles. Y se trabaja por los que “entran” por primera vez y por los que ya pasaron...

BGR: La Iglesia hasta toleraría un nuevo matrimonio con condición de que las parejas se cuiden de mantener relaciones sexuales ¿No denota una total falta de conocimiento de las necesidades de las parejas el proponer la abstinencia de los cónyuges, cuando esto lo único que aseguraría es un nuevo fracaso del nuevo matrimonio con todas las consecuencias conocidas -incluidos a los potenciales hijos- e inclusive podría provocar enfermedades psíquicas y físicas a las personas involucradas?
P. BUERE: Sinceramente creo que invitar a un matrimonio a hacer vida de hermanos es desconocer el sentido de la vida en el matrimonio, por lo menos en la práctica. Y no lo digo solamente yo, sino que también lo afirma un obispo portugués. Está en la esencialidad del matrimonio. Simplemente no se puede pedir a una persona que se quedó sola y que no tiene el celibato por vocación que lo adopte por obligación.
El tema es cómo se acompaña la vida y cómo se descubre a Dios en la Vida. Porque si no corremos el serio peligro de ser una secta, es decir, la iglesia sería solamente para “los buenos”, y la iglesia es para todos. Cuadrarse en esa norma lo podrán hacer sólo aquellos matrimonios excepcionales que tengan esta capacidad -yo no lo dudo, pero son los menos- y nosotros tenemos que hacer que la salvación y que el acompañamiento como Madre, que es la Iglesia, llegue a todos y especialmente a los más débiles, como lo haría cualquier madre. Las propias cartas paulinas dicen que “los más fuertes sean capaces de llevar las cargas de los más débiles” y no nos damos cuenta que pastoralmente estamos poniendo las cargas más grandes en los más débiles o, por lo menos, los menos capacitados para heroísmos en esta dimensión. No todos estamos para todo. Hay funcionalidades, hay diferencias, pero hay que ver qué es lo esencial, en qué estamos todos en comunión y qué aspectos hacen a la funcionalidad. Porque muchas veces decimos que el matrimonio no es una lotería, es una opción, etc., pero como nosotros lo acompañamos generamos que sea una lotería. Fijate que en Bs. As., en este momento, existe 55% de parejas re-formadas y sólo 45% iniciales.


BGR: En definitiva, y para redondear la pregunta, ¿entonces, la única o la mayor objeción que tiene la iglesia en todo este tema es el sexo?
P. BUERE: Lo del pecado grave con respecto a la sexualidad, y recuerdo a un moralista que nos enseñaban en el seminario, hablaba de la “conciencia perpleja”: estamos tan bombardeados por el tema del sexo que nos olvidamos que ocupa recién el sexto lugar en los mandamientos y tendemos a absolutilizarlo y a ponerlo en el primero y se distorsiona la división entre el bien y el mal. El tema de la sexualidad sigue siendo una materia pendiente para la iglesia católica, tanto para la formación sacerdotal como la matrimonial. Porque el gran tema es el de la afectividad. La sexualidad es nada más que la expresión física de la afectividad. Repito lo de antes, nosotros no iniciamos ni acompañamos a nadie en el tema del despertar a la afectividad; los padres tampoco. Hay personas que son afectivas porque sí o porque se engancharon con personas más afectivas o con rasgos paternos, pero en general la afectividad es el campo de la persona más herido, más desconocido y más inmaduro, y esto es lo que genera grandes problemas.

BGR: El Consejo Pontificio les niega comulgar “en defensa de la moralidad cristiana” a las parejas divorciadas al mismo tiempo que sí se les otorga el sacramento a responsables de secuestros, torturas y muerte que han manifestado públicamente que lo volverían a hacer y que no se arrepienten de lo actuado, siendo que lo primero es asunto privado que no involucra a terceros y lo segundo es público con las terribles consecuencias que todos conocemos. ¿Este comportamiento de extrema severidad en un caso y de inexplicable “distracción” en el otro, no se puede pensar como una forma de hipocresía, que conspira contra la Buena Nueva que tenemos que predicar?
P. BUERE: Hay lugares en que se les ha negado la comunión a las personas responsables de los crímenes que decís. Yo cuando vengo acá y propongo este tema lo hago como para formar un grupo especializado porque veía que cada vez se estaba más insensibilizado de la situación. Se lo propongo al obispo y me dijo que sí, recordándome que no se les podía dar la comunión aunque, por supuesto, yo no se la puedo negar a nadie -sería un escándalo-. Por eso se los invita a que no comulguen, allí, en la celebración que se hace. Me lo mandó el obispo y yo lo cumplo. Y quiero cumplirlo, porque justamente más importante que dar un sacramento es dar común-unión. La “Familiaris Consortio” habló de este tema en 1981 y para mí está clarísimo. Demostramos así que existen en la misma institución lugares de apertura y se basan justamente en los mismos documentos... leídos inteligentemente.

BGR: Nos confiaba un sacerdote que, especialmente en semana santa, existía un peregrinar de estas parejas que son virtualmente “echadas” de ciertas parroquias porque el párroco cuando se entera de que son divorciados no acepta atender sus asuntos espirituales o por lo menos atender los “otros” pecados que como personas estamos expuestos a cometer (faltas contra la caridad, por ejemplo). ¿Por qué no se los puede confesar y absolver de otros pecados y reconfortar de esta manera -aunque más no sea- de forma parcial el alma de estos cristianos practicantes, más aun teniendo en cuenta que en la mayoría de los casos el tema de las segundas nupcias no es el mayor problema o dolencia espiritual que tienen?
P. BUERE: Acá escuchar se los escucha a todos -los que quieren ser escuchados- y se les da la bendición de Dios. La absolución es un tema técnico, pero te quiero decir que los sacramentos -incluído el perdón de los pecados- son métodos ordinarios de salvación (doctrina de Trento – S XVI) y Dios no se limita a lo ordinario, Dios se da en la Vida. Los sacramentos son una mediación pero no la única; la Iglesia y los sacramentos no contienen absolutamente y monopólicamente a Dios.
El Reino y Dios son mucho más amplios

Raúl y Alicia (matrimonio integrante del grupo Reencuentros)

¿Cómo nace el grupo Reencuentro?
En la parroquia se venía realizando encuentros de matrimonios “regulares” a razón de dos por año. Cuando Juan nos conoció con motivo del bautismo de nuestra hija nos invitó a un encuentro con estos matrimonios y a participar de todas las actividades que realizaban éstos, con la limitación de que no íbamos a poder comulgar ni hacer la renovación de los votos. Así hicimos y quedamos enganchados ya que encontramos lo que estábamos buscando que era un lugar, un espacio; la misma comunidad casi sin conocernos nos abrió la puerta.
A partir de ahí, en un momento determinado, Juan nos propuso hacer algo con matrimonios en situaciones como la de nosotros. Entonces salimos a hacer invitaciones con algo de miedo al principio, algo “reservadas”, dado lo nuevo de la experiencia, a parejas en similar situación a la nuestra y que conocíamos que podíamos acompañar. Reunimos seis parejas para el primer encuentro.

¿Las parejas son católicas o las hay de distintas confesiones?
Las parejas son cristianas, cristianas con fe.

¿La pastoral de “Reencuentros” es específica para los problemas surgidos de esta particular situación o se suma a la que además tienen las parejas “regulares”?
La pastoral específica de los vueltos a casar es exactamente la misma a la del grupo de parejas regulares con algunos agregados. Cuando se habla de matrimonio como vocación cristiana lo tratamos como que Jesús nos pregunta si lo amamos. Un tema específico de mucha fuerza es la de los hijos; están los nuestros, los míos y los tuyos.

¿Cómo es la mecánica del encuentro?
Se basa en escuchar charlas motivadoras de matrimonios, del sacerdote o eventualmente de un sociólogo o una psicóloga, que sirven de disparadores para compartir diálogos en la intimidad. (*)

¿Cuáles son los temas más comunes?
Las corrientes a cualquier matrimonio; los inherentes al amor, a los hijos, la libertad, el dinero, la adolescencia y cosas por el estilo. Los distintos temas siguen la línea de los que venía realizando en los “Encuentros de paz y bien” el padre Pujol. A su vez esto no deja de ser “puntos de partida” porque si hay temas específicos que a la gente les gusta tratar se los hace después en lo que se llama “seguimientos”.

¿Cuál es la riqueza principal entonces de estos encuentros?
La gente que concurre lo primero que encuentra es un espacio; que lo atiende como a los demás, una comunidad que acoge. Nos hacemos sentir tan comunes como cualquier otro.
Uno cuando cae en el divorcio, pasa por una muy difícil etapa, pasa por algo muy doloroso, y cuesta un montón y a veces la gente lo confunde. El que no pasó por esto cree que, cuando es mujer, la asocia con “fácil” y si es un tipo debe seguro ser “mujeriego” y no es generalmente así. Cuando vos pasás por una situación de este tipo te sentís muy mal y generalmente buscás a Dios y te acercás a El cuando estás pasando por momentos difíciles. Entonces lo que se ve en estos reencuentros que los que vienen ya vienen con Dios, no lo van a buscar allí, pero se sienten muy dolidos al pensar que Dios puede llegar a estar discriminándolos. Yo lo pasé y recuerdo que pensaba “¿cómo yo que tanto hice y tanto pedí que me diera PAZ, y estaba permanentemente en oración, y me termina expulsando?”. Eso en los encuentros lo vemos. La gente viene dolida por la expulsión, porque ha ido a la iglesia y le ha pedido a un sacerdote una bendición y le han respondido “¿bendecirte a vos?, NO”. Entonces piensan: ¿cómo, si la bendición de Dios es para todos?. No te digo una bendición “teológica”, pero sí la contención, y eso es lo que cristianamente se encuentra acá.

(*) Nota: Por pedido del sacerdote se obvió, en la transcripción de este reportaje, la mecánica exacta de estos encuentros para evitar robarles a aquellas parejas interesadas en participar la oportunidad de sorprenderse y vivenciarlos con toda la intensidad de los mismos.
FUERA DEL REPORTAJE Y A MANERA DE CONFIDENCIA

Este tema (del divorcio) pone en jaque a muchísimo de lo que somos como Iglesia.
Por eso para mí fue un halago que una revista de esta magnitud y calidad nos venga a ver.
Yo trabajo con clase media -media baja- y empobrecida. Mi hermano, que también es cura, trabaja en Quilmes, con Novak, en una villa y me vino a ver y lo invité a presenciar un reencuentro. Yo quería que él viera. Él estuvo muy contento -yo también- y cuando se iba me dijo “vos también trabajás en la frontera”.
Entonces, que vos me vengas a ver es como un reconocimiento que me hace mucho bien, no tanto como halago sino como un toque afectivo que me dice “mirá, te descubrieron, alguien descubrió que vos también trabajas en la frontera” y trabajar en la frontera no es por audacia sino que yo creo que la salvación es para todos y tiene que llegar hasta donde todavía no ha llegado, a donde corre peligro de no llegar.
Entonces, mi hermano me hizo notar esto y fue la primera vez; esta es la segunda vez que una persona que está en este ámbito descubre que aunque “no he tomado la opción efectiva por los pobres” sí mi corazón y mi pastoral está con personas que los necesitan.

Padre Juan Antonio Buere al BGR, 25 de julio de 2000

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