Los cristianos en el Líbano – Los maronitas
Los Maronitas son los cristianos católicos orientales que deben su nombre a San Marón, rígido defensor de la fe católica en Oriente cuyo ejemplo siguieron numerosos discípulos, los que a la postre organizarían el núcleo principal de la nación maronita. Marón vivió en el siglo IV, en las cercanías de Antioquía, donde trabó relaciones de amistad con grandes figuras como San Basilio y San Juan Crisóstomo y otros ilustres Doctores de la Iglesia. De joven, y siguiendo radicalmente la consagración al Evangelio, dejó su familia, sus bienes y fue a buscar la calma en una montaña, entregándose a la oración, la contemplación y el trabajo. La tradición cuenta que Dios le otorgó el don de hacer milagros, sanando las enfermedades del cuerpo y del espíritu, y sus prodigios llegaron a proyectarse en países lejanos.
Muchos jóvenes siguieron su ejemplo, imitando sus virtudes, escuchando sus enseñanzas y adoptando su espiritualidad. Fueron llamados "discípulos de San Marón" y después de su muerte, ocurrida en el año 410, formaron el "Convento de San Marón" que cobijaba a numerosos monjes que se dedicaron a luchar, a veces hasta con heroísmo, contra los errores doctrinales de su época. En el año 517, los cristianos monofisitas que no aceptaron la fe católica definida en el Concilio Ecuménico de Calcedonia (451), mataron a 350 miembros de ellos que son conocidos como "Mártires, discípulos de San Marón". El Papa Hermes IV reconoció su martirio y así quedó sellada la fe maronita con su sangre.
Al pueblo que en el Patriarcado de Antioquía siguió la orientación religiosa de San Marón y sus discípulos, se les aplicó el nombre de "Maronitas". En el siglo VII, en ocasión de la invasión árabe, los maronitas para escapar a la opresión de los conquistadores se refugiaron en los montes y los valles del Líbano donde formaron la Iglesia Maronita, bajo el liderazgo de San Juan Marón, un monje discípulo de San Marón, reconocido por el Papa como Primer Patriarca Maronita de Antioquía y de todo el Oriente. Hasta hoy, los maronitas tienen un Patriarca que lleva junto a su propio nombre, el nombre de Pedro, el Apóstol de Cristo, primer Obispo de Antioquía y más tarde, primer Obispo de Roma, Vicario de Cristo, Papa de la Iglesia Universal. Actualmente el Patriarca maronita se llama Nasrala Butros Sfeir, y al mismo tiempo es Cardenal de la Iglesia Católica que puede ser elegido Papa.
Los maronitas no son, pues, una secta cristiana, ni una religión misteriosa, ni una Iglesia disidente, sino una nación católica, un pueblo de origen definido, una Iglesia particular que tiene un destino específico en el desarrollo de su historia y en la mística de sus santos.
Así León X, escribía, en 1515, al Patriarca maronita : "conviene que alabemos y bendigamos la divina clemencia, porque entre las naciones orientales infieles y en los campos del error, haya el Altísimo querido que sean los maronitas casi rosas entre espinos". Clemente XII en 1735 , califica a la nación maronita de "Rosa entre las espinas, de roca solidísima contra la cual se rompen las furias de la infidelidad y de las herejías". Y Pío X, entre otras palabras, dice, hablando de los maronitas : "Amamos a todos los cristianos del Oriente, pero los Maronitas ocupan un lugar especial en nuestro corazón porque han sido en todo tiempo la alegría de la Iglesia y el consuelo del Papado..., la fe católica está arraigada en el corazón de los Maronitas como los muy antiguos cedros están hincados por sus potentes raíces en las altas montañas de su patria".
También es muy elocuente la actitud de los últimos Pontífices que convivieron con los recientes dramas que afectaron a los maronitas en la última guerra que castigó cruelmente durante 17 años al Líbano. Las palabras, los gestos, la preocupación casi diaria, la manifestación continua del afecto y la visita del Papa Juan Pablo II hacia el Líbano, han sido “un suave bálsamo para las heridas del pueblo maronita y una fuerte dosis de esperanza para los hijos de San Marón en su ardua lucha por una digna supervivencia”.
Perseguidos por causa de su fe, los maronitas se refugiaron en el Líbano, encontrando en él una tierra de libertad y con el espíritu tenaz transformaron su suelo árido en una floreciente y fecunda tierra. Su historia se identificó con la historia del Líbano que es el único baluarte del cristianismo en oriente, nunca avasallado por sus enemigos gracias a la lucha de los maronitas y sus hermanos libaneses durante sus 13 siglos de existencia. También es propio decir que caro fue el precio que pagó la nación maronita por causa de la fuerza que prestaron a los cruzados en su marcha al Santo Sepulcro. Finalizada la conquista europea, todo el odio de sus enemigos cayó sobre el Líbano, ensangrentando sus campos y arrasando su territorio. Esta historia dolorosa no se cerraba sino a cortos intervalos de tiempo, para volver a abrirse más triste y verter más sangre mártir. Tales fueron las matanzas feroces de los años 1834, 1845, 1860, 1914, 1920, 1925 y últimamente en la guerra de 17 años que comenzó el 13 de abril 1975.
Es necesario también decir que los maronitas se sienten responsables de la vida o de la muerte del Líbano, único territorio donde se sienten dueños de su destino y donde radica la Iglesia madre que organiza su rito y que vela por la integridad de su fe y la sanidad de sus tradiciones. Como es Roma para los católicos, Armenia para el pueblo armenio, Palestina para los palestinos e Israel para el pueblo judío, así es el Líbano para los maronitas. Sin una tierra no se puede asegurar una existencia permanente y digna, y sin el Líbano el maronita se siente desamparado, desorientado y errante. Pero al mismo tiempo los maronitas son conscientes de que no son ellos los únicos dueños de la tierra de los cedros, por esto siempre extienden sus manos y abren sus corazones a todos los habitantes que integran el territorio libanés para juntos construir un Líbano libre, unido y soberano, donde el perseguido encuentra un refugio seguro y donde existan pacíficamente las diversas comunidades que profesan distintas creencias y siguen diferentes ideologías.
Así pues, no todo libanés es maronita, tampoco cada maronita es libanés, pero sí, todos los maronitas sienten la obligación de defender la soberanía del Líbano, si quieren ser solidarios con su Iglesia madre y sentirse como miembros de una única familia que tiene sus raíces en el Líbano.
Los maronitas se radicaron definitivamente en el Líbano debido a las circunstancias de opresión en la región de Siria, donde vivía su mayor parte, en tiempo de la expansión árabe, en el apogeo del Islam. Su presencia en la Argentina, como en varios puntos del mundo, se debió a otras circunstancias de otra dramática opresión turca motivada por siglos de arbitrariedad que culminaron en la masacre despiadada del año 1860 que introdujo en la vida del maronita libanés el miedo del futuro y la incertidumbre del porvenir de sus hijos. La opresión, el miedo y la miseria, fueron los principales factores que, sumados al espíritu aventurero que el libanés heredó de los fenicios, sus antepasados, abrieron progresivamente las puertas de la emigración a los diferentes países del mundo, entre ellos la Argentina. A finales del siglo XIX, principalmente en la década de los ochenta, comenzaron a llegar al país emigrantes solitarios que poco a poco determinaron la emigración en masa a estas tierras donde los nuevos viajeros encontraron las condiciones adecuadas que les incentivó a traer sus familias y integrarse rápida y totalmente en todos los campos de la vida argentina. Así, contamos actualmente con muchos mandatarios, profesionales, empresarios, hombres de cultura y de arte, figuras eminentes de la Iglesia y un caudal popular genuino y activo, conformando una comunidad maronita respetada y disponible para el servicio de toda la sociedad argentina.
Los maronitas en general, forman un pueblo que alimenta sentimientos profundamente religiosos y vive muy allegado a las actividades eclesiales delas iglesias y conventos, dada su historia como una comunidad que tuvo su origen en la vida monacal. En tiempos, no muy lejanos, el maronita en el Líbano debía su formación religiosa y cultural gracias al esfuerzo del clero de su Iglesia: Son famosas las escuelas que funcionaban al aire libre, debajo del árbol de encina "Taht el sindiene", bajo la orientación, muchas veces rígida y severa del cura de la aldea o del monje del monasterio. Muchas figuras lucieron en el campo de la cultura universal, en sus diversas ramas del saber, lo que originó el adjetivo propagado en Europa : "Sabio como un maronita". Esta formación impregnada por un cuño típicamente religioso y fundamentalmente monacal, dejó en la sicología del maronita una inclinación natural a la vida espiritual y moral de inspiración evangélica. Encontrando en Argentina una sociedad católica y conocida ya la fidelidad proverbial de los maronitas a los Papas de Roma, los nuevos inmigrantes se integraron fácilmente en las parroquias y diócesis católicas de la República, siendo decenas de sacerdotes y religiosas y religiosos al servicio de la Iglesia católica nacional. Así tuvimos, quizás como máximo exponente de esta comunidad, al obispo Mons. Miguel Esteban Hesayne, activo defensor de los derechos humanos y sociales, aun en tiempos de dictadura y muchas veces en contra del silencio de sus pares del episcopado argentino. Este aporte genuino en el campo de la evangelización, hace de los maronitas valiosos colaboradores en la obra de evangelización y por lo tanto la comunidad maronita o libanesa se pone en espíritu de igualdad con las demás grandes colectividades que conforman la idiosincrasia del pueblo argentino.
En el 5 de octubre de 1990 el Papa Juan Pablo II creó la "Eparquía de San Charbel en Buenos Aires de los Maronitas", que equivale a una diócesis con jurisdicción personal sobre los descendientes de maronitas, en todo el territorio nacional, para ayudar al pueblo maronita a conservar la fidelidad a su identidad espiritual oriental. Recordemos que en la Iglesia Católica cabe, por razones históricas de carácter cultural y étnico, una división de la comunidad cristiana en dos ramas, la Occidental con centro Roma y la Oriental, con cuatro centros principales que fueron los cuatro patriarcados de: Antioquía, Jerusalén, Alejandría y Constantinopla. Las dos ramas son unificadas en Cristo como cabeza invisible, y en Pedro y sus sucesores como cabezas visibles que presiden y aseguran la unidad de la Iglesia Católica. La diversidad de Iglesias se debe a los diversos ritos que conforman la realidad cultural y étnica de la Iglesia. La pluralidad de los ritos es una riqueza para la Iglesia de Cristo y es motivo de una armoniosa unidad en la diversidad. La Iglesia maronita, perteneciente a un grupo ritual de la Iglesia de Antioquía, conserva en su liturgia el arameo, el idioma que hablaba Cristo cuando pasó por la tierra.
La Eparquía Maronita cuenta actualmente con cuatro parroquias ( Buenos Aires, Capital Federal - Villa Linch, San Martín Bs.As. - Mendoza - Tucumán.) que deben servir a más de medio millón de maronitas. Todo indica la gigante labor que sus autoridades deben desarrollar para cumplir con la misión pastoral de su Iglesia.
Presente de los cristianos en Medio Oriente – Relaciones con el Islam
Ya contamos acerca de las atrocidades cometidas en el pasado por la falange cristiana en los campamentos de refugiados palestinos en el Líbano. Queda claro entonces que no queda pueblo que pueda tirar la primera piedra sobre este asunto, ni persona que por corresponsabilidad generacional no tenga que pedir perdón por la comunidad religiosa a la que pertenezca.
Pero también es de pensar que cierta tendencia a privilegiar al más débil, en este caso los palestinos-musulmanes, nos puede hacer caer en el infantilismo de creer que estas víctimas del presente representan todo lo inocente y lo justo en cuanto a comunidad religiosa en particular se refiere y en cuanto pueblo en general.
Para tratar de ubicar a cada quien en el lugar más adecuado posible haremos una crónica de las relaciones entre musulmanes y cristianos en el Líbano en particular, extendiéndonos a todo el cercano oriente en general. Le daremos voz a quienes por estar excluidos de la centralidad de la crisis que viene desarrollándose en las últimas décadas entre palestinos y judíos, se han convertido en los terceros a quienes los medios masivos de comunicación internacionales terminan ignorándolos, dando así una visión sesgada e incompleta de la realidad. O son las grandes cadenas televisivas de EEUU sumados algunos medios aliados europeos para quienes el Islam es un “infiel enemigo declarado de occidente”; o son otros medios de comunicación europeos, generalmente de izquierda, que presentan el problema muy sencillamente como que “Israel nazi asesina – Libaneses y palestinos victimas”.
Tanto en una como en otra postura los cristianos en el Líbano y en el medio oriente son dejados de lado. Pareciera que vuelven a encontrarse en medio de una guerra abandonados por todos, ya que ni la Unión Europea, ni la ONU, ni EEUU se ocupa de ellos. Y así se les adivina para muchos una salida ya usada: volver a emigrar para engrosar las ya amplias comunidades de Canadá, EEUU, Francia, Australia o Argentina, cediendo el campo al pueblo musulmán, como ya ocurrió en Palestina.
Al respecto, las reflexiones del Arzobispo Melquita de Maryajeoun, Kyr Joseph, que con feliz memoria y triste lamentar decía que: "los cristianos estamos aquí desde tiempos de Jesucristo y por mucho mal que nos hagan seguiremos siendo cristianos, los amaremos y seguiremos amándolos, aunque nos maten y nos expulsen seguiremos aquí: amándolos porque somos cristianos; nuestro futuro es incierto, nuestro presente es malo, pero tenemos la vida por delante”.
Es claro el espíritu de resignación pero a la vez del convencimiento de una fe que empecina a estos cristianos a desarrollar su misión como de lugar y pinta un fresco actual del sentimiento que gana el ambiente de esas comunidades cristianas.
Por su parte, el padre Samer Nassif, quien trabaja en la sede francesa de la Asociación a la Iglesia Sufre, nos cuenta: "En Oriente Próximo, todos tienen su mirada puesta en el Líbano, porque la nuestra es la única comunidad cristiana libre y floreciente en esa zona. Si nosotros no somos capaces de defender nuestra posición en Oriente Próximo difícilmente alguien más pueda hacerlo”
El sacerdote explicó que el Cristianismo se ha mantenido fuerte en el Líbano a pesar de la emigración masiva. Se calcula que de los 4,4 millones de habitantes de Líbano hay 3,5 millones libaneses de nacimiento, y la mitad de estos últimos son cristianos.
Debido a la emigración, la diáspora libanesa abarca 16 millones de personas, de las cuales un 80% son cristianas.
Según el Padre Nassif, entre 1983 y 1985 fueron destruidos unos 300 pueblos cristianos durante la guerra del Líbano, y en su Diócesis de Saida desaparecieron 50 parroquias. "A pesar de todo el horror que hemos presenciado y experimentado, al igual que Cristo en la cruz, también hemos perdonado", indicó convencido y con igual empecinamiento y orgullo en su misión evangélica que sus hermanos sacerdotes y religiosos de la región.
Otro testimonio crudo e imprescindible; y con un análisis impecable, ampliamente fundamentado y agudo, es el que nos ofrece el padre Samir Khalil Samir, jesuita, nacido en El Cairo y profesor de Teología Oriental en la Facultad de Teología de la Universidad de San José de Beirut, Líbano, y en el Instituto Pontificio Oriental de Roma. Entrevistado sobre la libertad religiosa en los países de mayoría islámica afirmaba que por su experiencia personal en el Líbano la situación era buena por un motivo: “porque el Líbano no es un país islámico. Es un país donde los musulmanes son mayoría, pero es un país que legalmente no se define como musulmán, a diferencia de todos los otros países árabes. El Líbano es el único país que es, a la vez, árabe pero no musulmán; esto se manifiesta jurídicamente en el hecho de que, según el derecho, el Presidente de la República debe ser un cristiano, en tanto que el Primer Ministro debe ser musulmán. La realidad del Líbano, que viene desde 1923 cuando se promulgó su Constitución, es fruto de la actitud de los cristianos del Líbano. Yo soy egipcio, he vivido en varios países árabes, pero me ha sorprendido la diferencia que veo en los cristianos del Líbano y, en parte, en los de Siria. En Egipto tenemos una actitud de esclavos, debida a siglos de sumisión que han producido una capacidad de soportar. Ello ha producido también una determinada espiritualidad, en la que se ve la aceptación cristiana del sufrimiento. En el Líbano y en Siria, no. Los cristianos no callan cuando algo no va bien, aunque en Siria el porcentaje de cristianos es inferior al de Egipto. En Siria no tienen miedo, tienen una fortaleza que no se encuentra en Egipto. Esto viene de siglos de historia y tal actitud ha llegado a ser una segunda naturaleza. Si en el Líbano los cristianos llegasen a ser una minoría muy inferior a los musulmanes, los cristianos continuarían reivindicando sus derechos ciudadanos. Han creado otra mentalidad”.
Haciendo referencia al fundamento filosófico, ideológico y religioso de las discriminaciones y persecuciones a los cristianos el sacerdote decía que “El problema del Islam no puede comprenderse sin hacer referencia a la política... Lo que llama la atención es que en los países musulmanes hay una identificación inmediata entre religión y política que legitima el estado de inferioridad jurídica de quien no es de religión islámica. En los países islámicos los fines de quien tiene la responsabilidad de gobierno son dos: en primer lugar proteger la religión musulmana, es decir, asegurarse de que sea observada con todos los medios disponibles; en segundo lugar el de extender el Islam a todo el mundo. Esta es la teoría clásica de los juristas musulmanes, no es una novedad; el Islam es "religión y sociedad". Desde este aspecto se comprende cómo se hace todo esfuerzo económico, cultural y político para extender el Islam. Otra característica del mundo islámico es que la comunidad prevalece sobre el individuo, lo que significa que la noción de libertad de conciencia o de derechos del hombre (dos conceptos que desde hace dos siglos caracterizan, para bien y para mal, al mundo occidental) sólo en una mínima parte han sido acogidos por la cultura musulmana. En la cultura de los países árabes musulmanes finalmente ha prevalecido, en lugar de la categoría del ciudadano, la división tradicional de la sociedad entre creyentes (los que siguen el Islam) y protegidos (cristianos y hebreos) y descreídos (cuya suerte puede ser la muerte o la conversión al Islam)”.
Sabemos que dentro del Islam existen diferentes facciones con sus distintas interpretaciones y modos de llevar adelante su fe, por lo que el sacerdote opinaba sobre la posibilidad de un cambio a futuro en la manera en que se desarrolla los modos en los países islámicos “El Islam nace desde su origen como proyecto sociopolítico y también militar: esto es evidente tanto en el Corán como en la sunna, en la tradición que incluye la vida y la enseñanza de Mahoma. Para un musulmán la religión y la política son inseparables. En cambio, aquellos que propenden a una separación entre los dos planos son los musulmanes llamados liberales, pero son vistos por la mayoría como musulmanes sólo de nombre, su Islam suscita dudas, también porque muchos no son practicantes...”
Llegado al punto central del trato hacia los cristianos en estos países, tristemente agregaba “debemos partir del presupuesto de que en la visión del Islam todo medio es bueno si contribuye a la finalidad última de la instauración del Estado islámico o a la protección del Islam. Esto se ve en la islamización de la escuela: todas las mañanas en Egipto se inician con las lecturas del Corán, los textos de las materias que se enseñan están llenos de referencias al Islam, desde las matemáticas a la historia o la literatura, el aprendizaje del Corán es obligatorio para todos.
Otro instrumento es la humillación de los cristianos en todos los niveles. Si voy por la calle llevando con discreción la cruz corro el riesgo de ser golpeado o injuriado. Es normal ser insultado por los niños. Ya en el ámbito sociológico, por tanto, hay una presión muy fuerte que desanima a los más débiles. En un nivel más grave, el económico, la discriminación hacia los cristianos hace que para éstos la posibilidad de encontrar trabajo sea más difícil y, frecuentemente, tal posibilidad queda limitada al trabajo privado. A este respecto se debe también tener presente que muchísimos países indican en el Documento de Identidad la religión profesada, y donde ello no sucede es el mismo nombre el que revela la fe religiosa de cada uno y determina así su posibilidad de trabajar e incluso su remuneración.
También la información desempeña un papel importante en este aspecto: cada día, en el periódico se habla del Islam, a veces se ataca violentamente a los cristianos. También en la televisión la presencia del Islam es muy fuerte: los programas de información hablan de los éxitos del Islam, los noticiarios son interrumpidos por la oración. En los debates televisivos frecuentemente se lanzan acusaciones contra los cristianos, pero no está prevista la presencia de un contradictor o el derecho de réplica; lo mismo ocurre con los periódicos. En la calle, por todas partes resuenan las transmisiones radiofónicas con las cinco oraciones precedidas por llamamientos que pueden durar una hora. En Egipto hay una radio estatal que transmite el Corán durante las veinticuatro horas del día. Ocurre que el musulmán pío, sin mala u hostil intención, mantiene el volumen muy alto para que todos los vecinos puedan oírlo (se trata de algo común en el mundo árabe). Sin embargo, el efecto es que quien es cristiano debe escuchar todo el día el Corán... y muchos cristianos dicen que tenemos que aceptar todo eso...
La presión social de la islamización es fortísima, tiene efectos mucho más graves sobre los cristianos que las normas legales, no se puede entender esto si no se vive en un país musulmán y si no se entiende el árabe. Este concurso de fuerzas coercitivas tiene cierta analogía con lo que ocurría en los países comunistas donde la ley y las instituciones teóricamente garantizaban la libertad, pero de hecho no era así. Si consideramos que en setenta años el comunismo casi ha logrado extirpar el sentimiento religioso del pueblo ruso, debemos reconocer que si después de tantos siglos en el Cercano Oriente hay todavía comunidades cristianas, es verdaderamente un milagro”.
Sin darle de comer pasto a las fieras, especialmente de derecha, y en su punto justo, parece extraño que en esta situación relatada de violación sistemática e institucionalizada de los derechos humanos, occidente permanezca callado o indiferente, tanto en los grandes medios de comunicación como las instituciones políticas o las organizaciones internacionales, como para anoticiar a la opinión pública de esta realidad y decir las cosas como son. Sobre esto opinaba el sacerdote que “Me parece que en esto Occidente está condicionado por su propia historia. Occidente es sociológicamente de matriz cristiana, pero ha luchado desde hace dos siglos hasta hoy para liberarse de la religión y de su identidad. Así se ha difundido la idea de que el cristianismo no debe entrar en cuestiones políticas, que es un hecho interior, personal, que no debe tener relación con la vida civil. Se ha privatizado la religión...
En el origen de este modo de pensar está también la polémica contra la Iglesia, entendida como institución dotada de una estructura jerárquica, de organizaciones, etc. En cambio, cuando se habla del Islam es frecuente decir que se trata de otra cultura que tiene derecho a organizarse como crea mejor, como la poligamia, el sometimiento de la mujer, la forma de Estado y el resto. El típico razonamiento occidental pone en primer lugar el respeto de las otras culturas, pero no cuando se trata de los cristianos de Oriente. Además, debido a que para muchos la religión no tiene sentido, tampoco este problema de la persecución de los cristianos es importante; finalmente otros han interpretado con categorías occidentales, frecuentemente tomadas del marxismo, realidades completamente distintas. Esto ha llevado a escandalosas falsificaciones, como aquellas para quienes la guerra civil del Líbano debía ser considerada una lucha de clases, una guerra de los musulmanes, pobres y oprimidos, contra los cristianos, ricos y potentados. La realidad es completamente distinta.
Otro aspecto de este problema: Occidente que afirma que quiere respetar todas las culturas, se moviliza únicamente ante los valores que considera fundamentales; en lo que respecta al Islam este es el caso de la infibulación y, en general, de la condición de la mujer. Incluso la idea de tolerancia que se ha afirmado progresivamente en Occidente, debe ser considerada en este ámbito de problemas, porque tal idea ha evolucionado hacia una actitud peligrosa según la cual quien es distinto tiene por ello más derechos y goza casi de mayores tutelas. Este modo de pensar tiene también efecto sobre la cuestión que nos ocupa porque erróneamente se proyecta la situación minoritaria del Islam en Occidente y la condición de desventaja de los emigrantes islámicos sobre cuanto sucede allí donde el Islam es mayoritario o incluso religión de Estado.
Esta es una de las tendencias que me preocupan: existe una autocrítica sistemática, que llega hasta el masoquismo, que está corroyendo a la sociedad occidental. Yo la llamo el "meaculpismo". En los periódicos podemos encontrar toda clase de ataques al cristianismo, toda posible tontería sobre la religión y sobre las cosas más sagradas de nuestra religión. Y nadie puede permitirse objetar nada: es la libertad de pensamiento. Esto no es válido si se escribe algo no grato para las otras religiones, en particular sobre el Islam y el hebraísmo: entonces inmediatamente todos se apresurarán a acusar y a condenar.
Basta ver el caso de Arabia Saudita, un país donde los más elementales derechos del hombre son sistemáticamente ignorados, con el silencio absoluto incluso de las grandes potencias. Todos los países desde Italia hasta los Estados Unidos saben que en Arabia Saudita el derecho laboral es contrario a las normas de la humanidad. En cuanto llegás se te retira el pasaporte y te convertís en un esclavo, no podés salir de su país sin su permiso. De vez en cuando se suscita un incidente diplomático porque un trabajador occidental es maltratado, pero luego todo sigue siendo igual: el hecho es que los que padecen las injusticias son sobre todo los trabajadores del Tercer Mundo (en primer lugar los de Filipinas y Sri Lanka) y así nadie habla. Puedo comprender a las Filipinas porque el dinero procedente de los trabajadores emigrantes en Arabia Saudita es la primera fuente de riqueza del país, pero esta complicidad es indecente en el caso de los países occidentales. Es una actitud inmoral que afecta profundamente a los pueblos árabes que hoy miran a Occidente con la admiración que siempre se reserva a los poderosos, pero también con desprecio porque comprenden que es Occidente el que no tiene principios”.
Es evidente entonces, a partir de este puñado de testimonios que llegan hasta a estremecer el alma, que los cristianos en medio oriente son una comunidad que lejos de pasar cómodamente desapercibida disfrutando como espectadores la vida y el conflicto judeo palestino, están inmerso en él, han participado en su suerte y lo padecen actualmente al igual que toda la hostilidad que se les reserva en la región.
Como se dijo antes, ignorar este lado social de la compleja trama de intereses en el Líbano y todo el medio oriente es por lo menos de una parcialidad inaceptable.
En la actualidad islámica, la cultura moderna de Occidente hoy globalizada es considerada como una cultura sin fe, inmoral, explotadora, belicosa, arrogante y violadora de tratados del orden mundial. Se juzga universal y por eso digna de ser impuesta a todo el mundo: un pretendido universalismo que se transforma en imperialismo, como se ve explícitamente en la política exterior de los países dominantes, especialmente EEUU. Hay que reconocer que la mayor fuente de inestabilidad y de posible conflicto en un mundo pluricivilizacional es precisamente Occidente, con su arrogancia, incrustada también en las iglesias cristianas.
Las sociedades modernas occidentales son hijas de la razón ilustrada. Sólo se legitima aquella realidad que pasa por la criba de la razón crítica, y por esa criba no ha pasado la fe tradicional. La fe no es un factor determinante en la sociedad occidental. Ha sido relegada al mundo privado. Mirándolo desde afuera, el Occidente socialmente no tiene fe. Sin embargo, aunque secularizado, occidente se siente portador de la única religión verdadera y superior, el cristianismo, como lo reafirmó en pleno S XXI el entonces cardenal prefecto de la Congregación para la Defensa de la Fe, Joshep Ratzinger, en nombre del Vaticano y en el documento “Dominus Iesus”.
Tal punto de vista es inaceptable para el islam. Por empezar se considera una religión superior porque surgió después del judaísmo y el cristianismo, sintetizándolos y mejorándolos. En palabras del reformista musulmán Muhammad Abduh dice que “la revelación de Dios se adapta a las edades del hombre: en la infancia, necesita leyes tutelares y Dios revela la Torah; en su adolescencia necesita sentimientos fuertes, grandes ideales y envía a Jesús que habla al corazón; en la edad de la razón Dios revela el Corán como mensaje racional.
Para continuar podemos decir que para el islam es impensable una sociedad sin una dimensión institucional de fe. Es no ver sentido en el universo sustentado por el Dios Creador del cielo y de la tierra, es desconocer a los seres humanos como hermanos y hermanas. Esto no conduce necesariamente a un estado teocrático, como podemos comprobar hoy en Indonesia, el mayor país musulmán del mundo: el Estado reconoce explícitamente en su organización la fe en Dios, sin identificar ese Dios con el del islam, ni con el del cristianismo o el de otras religiones; es un Estado no confesional, con fuerte identidad nacional y fe ecuménica.
La herencia irrenunciable de Mahoma es esta proclamación pública de Dios y de la hermandad de todos los seres humanos, valores tenidos en Occidente por pre-modernos.
Es imprescindible entonces puntualizar, pasados los testimonios precedentes y teniendo en cuenta estas premisas, que las formas de entender la fe islámica y del relacionarse con los cristianos y judíos de sus seguidores actuales son complejas y aparecen por lo menos distintas de lo que fue en su génesis con el mismo profeta Mahoma.
El Islam también puede ser pensado como un enorme regalo que Dios hizo a la humanidad, para recordarnos algo que especialmente occidente había olvidado y necesitaba hoy más que nunca. Había olvidado el Absoluto, había olvidado la trascendencia, se había materializado, y justamente el Islam viene a recordar que no hay otro Dios, que no podemos fabricar dioses, que no podemos engañarnos creando ídolos que se oxidan. Viene a recordamos que no hay más que un Dios.
Es una fe que hoy abrazan cerca de mil doscientos millones de seres humanos, es decir, una quinta parte de la humanidad y que está además en la encrucijada del camino de su historia: el medio Oriente y el Norte de África; las grandes rutas por donde ha pasado la cultura y la civilización está en manos del Islam.
¿Cómo podemos entonces prescindir del Islam? ¿Cómo podemos aventuramos en este comienzo de milenio a dejarlo de lado, o en la zona de los prejuicios y de los tópicos sin interesarnos por conocer cómo es verdaderamente? Ocurre sin embargo que la religión del Islam (no la forma que la entienden y practican sus actuales líderes musulmanes) es la más ignorada, y por otra parte, es aquella sobre la que más certezas tenemos. Un corresponsal judío decía: "Todos tenemos la suficiente religión para odiarnos, pero no la necesaria para amarnos los unos a los otros". Se puede afirmar que el Islam ha sido históricamente, al menos en nuestro mundo occidental cristiano, la religión más despreciada, calumniada y maltratada de la historia; y en especial la persona de su fundador, Mahoma, considerado por este occidente como el prototipo del hombre ambicioso, sensual, mujeriego, falso, traicionero y cualidades peores aun.
¡Pero parece que olvidamos que mil doscientos millones de habitantes de este mundo nuestro creen en Dios gracias a Mahoma!
Hasta se ha dicho que "Mahoma levantó la cimitarra contra el divino fundador del cristianismo" Una de las frases más profunda y más bonita que he oído de Cristo la he leído de un gran místico español, lbn Arabi, que decía: "Aquél que cae enfermo de Jesús no se cura nunca, aquél cuya droga es Jesús está perdido". Y ese otro hadit del profeta que dice: "Cuando venga el final de los tiempos Jesús vendrá a establecer la paz en el mundo; espero estar entonces en vida, pero si no estuviese decidle a Jesús: Mahoma te saluda".
Como todos los grandes y auténticos movimientos de la humanidad, los movimientos religiosos de la historia como el Islam tiene su origen en la experiencia ardiente del místico de Dios, en el encuentro indecible con el Dios uno y único, experiencia personal, profunda, total, transformante y decisiva de un hombre llamado Mahoma. El punto germinal, raíz y razón del Islam, está en esta experiencia de Dios de ese hombre nacido en La Meca en el 570, y sobre el que todos eran unánimes al afirmar que era un hombre piadoso, honesto y caritativo, a cuyo buen juicio recurría frecuentemente la comunidad. Se le conocía por el sobrenombre de "el piadoso, el equitativo, el amigo del necesitado, defensor del oprimido, el hombre plenamente de acuerdo con Dios".
La dificultad de Occidente para entender el Islam viene del hecho de negarle a Mahoma esta experiencia, motor de toda su vida y de su obra; negamos su encargo profético, y entonces tenemos que buscar otros motivos que serán generalmente negativos: ambición de poder, liderazgo político, obra del diablo o de un esquizofrénico perdido... Buena parte del desprecio y las calumnias que hemos amontonado sobre el Profeta tienen esta fuente.
Para verificar esta legitimidad tendríamos que considerar una clave de interpretación que vale para todas las religiones: la coherencia. Allí donde nuestra postura no es coherente con lo que proyectamos sobre Dios, no es coherente con Dios, no puede venir de Dios. Aquí hay que puntualizar entonces que la experiencia del misterio de Dios nunca es agresiva. Y esto va no sólo para los cristianos sino también para aquellos musulmanes que tienen tendencias un fundamentalistas: donde hay agresión no está Dios. Toda palabra que digamos que viene de Dios, si es agresiva, no puede venir de Él. Dios sería incoherente y Dios es infinitamente coherente. Es más justo poner en duda una Escritura que hacer incoherente a Dios. Y este es un criterio que hay que aplicar inexorablemente. Dios es amor y el amor no distingue y lo que no se parece en nada al Dios amor y al Dios que ama a todos los pueblos y a todos los seres humanos no viene de Dios.
La experiencia de Dios hace que se tenga un alma ecuménica, un alma hospitalaria con todas las creencias. Cuando se pone vallas, límites y fronteras, desde luego no estamos haciendo lo que Dios quiere; es el signo más seguro de que no hemos hecho la verdadera experiencia de Dios.
Ante esta experiencia de Dios, Mahoma se asustó; como se asustan todos los profetas, se sintió sobrecogido, anonadado, temiendo ser engañado; por eso busca el apoyo de su mujer Jadicha, con quien fue monógamo mientras ella vivió.
De todos modos, su experiencia no dejaba lugar a dudas, y la voz ordena y encarga una misión. Mahoma grita, anuncia, convoca y comienza a predicar contra viento y marea, como les ocurre a todos los que experimentan la presencia de Dios. Y comienza a predicar, no una doctrina, no el Corán, sino el Islam, es decir, una postura. Todo el Islam es una postura, un talante nuevo, es decir, un rendirse sin condiciones ni dudas a Dios; rendimiento agradecido puesto que todo venía de Dios, rendimiento que es la esencia de lo que él ha experimentado, y que al mismo tiempo es la consecuencia del pacto que, según el Islam, hizo Dios con la creatura antes de que existiese. El Islam es la entrega de todo uno mismo a Dios; es el nombre mismo de la misión, de la predicación de Mahoma y a la que fue fiel siempre.
Si en su origen todo el Islam es fruto de una experiencia, en su mensaje y dinámica todo él tiene como tarea el “recordar” (en su más puro sentido castellano: “traer de nuevo al corazón”). La palabra clave que mejor define al Islam como misión es "recuerdo". Si es recuerdo quiere decir que el Islam nunca quiso ser una religión, como tampoco la de Jesús. Ningún hombre que haya hecho la experiencia verdadera de Dios funda religiones. Eso lo harán los que vienen después. Y muchas veces desembocará en utilizar por siglos el nombre de Dios en vano...
Pero el Islam nunca quiso ser una religión. Por eso uno de sus grandes representantes, el místico Rumi diría: "el hombre de Dios, es decir, aquél que ha hecho la verdadera experiencia de Dios, está más allá de la religión”. Mahoma se sitúa en la línea de los anteriores profetas bíblicos y evangélicos. Hay en él una voluntad clara de acogida y reafirmación de toda la revelación bíblica anterior. Por eso al comienzo, la "Kaabah", -la mezquita que indica la dirección de la Meca- estaba dirigida a Jerusalén. Muchos de los que hoy día llamamos "los pilares del Islam", la oración ("sala"), el ayuno ("sawm"), se tomaron de judíos y cristianos. Mahoma no quiso crear otra religión al margen del cristianismo y del judaísmo. Quizá fue la coyuntura, la no recepción, el rechazo de su valor profético, lo que hizo que poco a poco se fuera distanciando, la dirección de La Meca se impuso y se fue perfeccionando otra práctica religiosa.
Su distanciamiento cada vez mayor del judaísmo y del cristianismo será más un accidente coyuntural que una razón de fondo. La aparición del Islam fue una llamada a la reforma que la Iglesia, saturada de éxitos desde los tiempos de Constantino el Grande, no supo captar.
Lo que el Profeta, y el movimiento que él pone en marcha se siente obligado a hacer es recordar dos cosas:
La primera, recordar al Dios de siempre, el mismo de todos los hombres, el que proclamaron los profetas anteriores, el del pacto primordial con el hombre. Por eso hay una dimensión universal del Islam desde los comienzos; no se queda en la tribu ni en una comunidad dada.
Y segundo, recordar la actitud básica y radical de la creatura con su creador, que no es otra que la que tuvo Abraham, el amigo de Dios, que dice el Corán que no era ni judío ni cristiano, y cuya religión es la verdadera; actitud que fue constantemente -y hay que repetirlo entre cristianos- la de Jesús de Nazaret, que dice a su madre cuando se pierde en el Templo: "Pero ¿no sabíais que yo debo ocuparme de las cosas de mi Padre?" Jesús que dice que su comida es hacer la voluntad del que lo envió. Y se hizo obediente hasta el final. Por eso dirá el Corán que "Cristo fue un gran musulmán, fue el hombre sometido a Dios hasta la muerte y muerte en la Cruz." Es el rendimiento a Dios sin condiciones, libre, gozosamente. Por eso dirá el Corán que no todos nacemos musulmanes, pero todos somos creaturas que, libre y amorosamente, se rinden a Dios.
Algo se olvidó de lo que anunciaron los profetas anteriores, algo importante olvidaron los seguidores de Jesús, para que Dios enviase a tal recordador...
Todas las religiones, como todas las políticas, donde ponen los hombres la mano, crean fundamentalismo, hacen exclusión, excluyen a otros hombres por motivos muy diversos; lo que nunca se puede es ser fundamentalista en nombre de Dios; sería una incoherencia.
El Islam, como todo acontecimiento histórico, tiene varias lecturas. Dentro de la historia global de la salvación, esta misión de recordarnos lo acontecido es una gracia para todos los hombres, y en especial para religiones reveladas y monoteístas, como los judíos y cristianos, y esto debería hacerlos más cercanos y más nuestros. Como diría el Papa Juan Pablo II en Casablanca a la juventud marroquí: "Los cristianos estamos también orgullosos de vuestra tradición religiosa".
Y lo que estas tres religiones reveladas y monoteístas nos revelan unánimemente es un Dios infinitamente parcial. El signo evidente de que Dios no es un invento ni un ídolo, es que es un Dios comprometido y comprometedor; tal es el Dios de la experiencia de Mahoma, un Dios que hace descubrir el carácter sagrado, único del hombre, sobre todo de los más pequeños, de los débiles, huérfanos, viudas, pobres; en una mimetización con las bienaventuranzas del Jesús histórico de los cristianos. Mahoma se pasó prácticamente toda su vida huérfano, ya que incluso la Hégira, la salida de La Meca a Medina fue en parte debida al hecho de quedarse sin protector, lo que en una sociedad tribal era imposible, impensable y un peligro de muerte, y sus palabras, quizás marcado por esta experiencia de orfandad y apoyado en ella, tienen el calor y el brío de los mejores profetas de Israel: "no sirváis sino a Dios, sed buenos con vuestros padres y parientes como huérfanos y pobres; hablad bien a todos, haced la oración y dad la limosna. Si dais limosna públicamente es algo excelente, pero si la dais ocultamente y a los pobres, es mejor para vosotros y borrará en parte vuestras malas obras. Dios está bien informado de lo que hacéis. Dios hace que se malogre la usura, pero hace fructificar la limosna. Quienes consuman injustamente la hacienda de los huérfanos, sólo fuego ingerirán en sus entrañas y arderán en el fuego del infierno".
Hay otro "hadit" del profeta que dice: "Dios mío, hazme vivir pobremente, morir pobremente y resucitar el día del juicio entre los pobres" Y otro: "Mí servidor estaba enfermo, reprocha Dios, y tú no lo visitaste, ¿no sabías tú que su curación era mi curación y que su pena era mi pena? Interesarse por su salud, manifestar la afección, es interesarse por mi salud y manifestarme afección". ¡Pero si parecen palabras dichas por Jesús sacadas de Mateo! Y este otro: "Arrojará Dios de su pensamiento a la población de una ciudad de la que se encuentre hambriento uno sólo de sus habitantes. No es de los nuestros quien duerme harto mientras que su vecino está hambriento".
El Corán está lleno de textos en este sentido. Para las mujeres (¡y se dicen tantas cosas negativas de Mahoma en este sentido!): "No hagas llorar a una mujer, sus lágrimas las cuenta Dios" Dios, como un rosario de infinita ternura, va contando una a una las lágrimas que injustamente hacen sufrir a la mujer.
El Islam fue un movimiento revolucionario, como lo fue también el cristianismo. Y le pasó lo mismo que a todos: cuando se amortigua y destapa a escala mundial, pierde el espíritu y se convierte en una religión. A Mahoma lo siguieron un puñado de fieles, y este movimiento de hombres puesto en marcha por la predicación de Mahoma, que recuerda la sumisión total a Dios y la solidaridad y justicia con los más pobres, se presenta ante la sociedad clasista y materialista de La Meca y Arabia, como revolucionario. Se caracteriza desde su nacimiento por una ruptura crítica que dejará una huella decisiva en la comunidad nueva que se crea.
La revelación hecha a Mahoma implicará una puesta en tela de juicio del estatuto social y religioso, es decir, el lazo tribal y de sangre que da cohesión a esa sociedad, será sustituido por la fraternidad en la fe, en una consanguinidad en la fe, sin distinción de raza, color o poder; dando así universalidad a la prédica de Mahoma. Al mismo tiempo, ese estatuto de fraternidad entre los miembros que aceptan el rendimiento a Dios, pone en tela de juicio a la sociedad clasista e injusta de La Meca, suscitando la oposición sin tregua de las grandes familias mequenses, que veían un peligro muy serio para sus intereses que estaban ubicados alrededor de la Meca. Pusieron precio a la cabeza de Mahoma y no lo mataron cuando ya huía porque se escondió y los despistó. Aquí tenemos un paralelismo con Jesús: en el fondo los dos eran herederos de la revelación del Antiguo Testamento y los dos tomaron posturas ante ella.
Este movimiento revolucionario, esta lucha contra la opresión religiosa va a traer consecuencias permanentes en el Islam, la más característica es el iconociastismo, el rechazo de los ídolos. Esto es algo vísceral, el rechazo de las imágenes fabricadas sobre las que se centra la adoración de los fieles, y más generalmente la desconfianza respecto a toda presentación religiosa. De aquí nace el hecho de que en la mezquita no haya imágenes. Cuando Mahoma volvió triunfante de Medina y ocupó La Meca, entró en la Kaabah y quitó todos los ídolos, salvo -algo además curioso- a Jesús y María.
Otra consecuencia de este origen revolucionario será la prioridad de lo ético sobre lo cultural y su concomitante, el clero, la jerarquía y la puesta en tela de juicio potencial de los poderes establecidos en nombre de los valores de justicia y de pureza. El Islam no admite intermediarios, jerarquías, gente que se dedique a hurgar la conciencia de los demás, porque Dios es el absoluto y el hombre el que libremente se somete a él. De un manotazo termina con todo lo que es clero, jerarquías, instituciones y demás. Después caerán también en la tentación, y aparecerán los Ayatollah, los Ulemas...
Esta preocupación ética tiene además una dimensión social y colectiva que no limita su perspectiva a una salvación individual y sólo en el más allá; la primera comunidad será perseguida y los musulmanes serán perseguidos como lo fueron los cristianos, porque pervertían el orden establecido. Tienen que huir y lo hacen a Etiopía precisamente porque el Negus era cristiano; finalmente tiene que hacer la gran Hégira con todo su pueblo, como otro Moisés.
Decía Mahoma que la búsqueda de Dios es una expatriación; Abraham también había recibido la misma orden: sal de tu tierra y vete. Buscar a Dios es expatriarse; estar seguro de haber encontrado a Dios es estar siempre en camino. En Medina, Mahoma se siente responsable de la comunidad que le ha seguido y llamado a organizarla; anuncia, convoca, crea la comunidad, pero lo hace sin protagonismo de ninguna clase; por eso los musulmanes se sentirán ofendidos en su más honda entraña si se les llama mahometanos y a su movimiento religioso mahometismo. Es como prostituir lo más auténtico del mensaje que recibe, sola y exclusivamente, en la sumisión radical a Dios; no siguen a Mahoma, no son seguidores suyos como lo son los budistas de Buda o los cristianos de Cristo. Siguen única y exclusivamente a Dios.
Es una comunidad que no nace del espíritu de clan que desde los tiempos más remotos había regido y sostenido las relaciones de las tribus beduinas entre sí. El Corán lo dice con infinita ternura: "Cuando erais enemigos, la gracia de Dios reconcilió vuestros corazones y os transformó en hermanos". Por eso el hombre nuevo de esa comunidad, sacará sus derechos o deberes, no del grupo del que forma parte, sino de su calidad de creyente. "Los negocios pueden convertirse en verdadera tentación, dice el Corán, o en enemigo si no se le sabe anteponer a Díos" La palabra árabe para designar a esta comunidad nueva es todo un símbolo de lo que quiere ser: "Umma", fuente, principio, prototipo y madre. La "Umma" será el seno materno donde los creyentes nacen a la nueva fraternidad. En esta comunidad única, al menos en su intención primera, nadie será extraño, pues todos son hermanos nacidos del mismo vientre, de la misma fe. Tampoco nadie será más que nadie; ante el Único todos son iguales; ésta es una de las razones por las que un musulmán no puede tener a otro musulmán de esclavo, porque son hermanos; puede tener a otros que no sean musulmanes... ¡ahí está la laguna de la historia! El Islam crea una igualdad que se vive dentro de la comunidad, y es real; incluso el gran signo en la peregrinación a La Meca, es que allí van todos vestidos igual, con un traje blanco, reyes, sabios, intelectuales, pobres... todos iguales ante Dios. Tampoco hay ornato para los cementerios, son enterrados en una sábana; no hay mausoleos ni pompa fúnebre.
Nadie en la comunidad tendrá privilegios ni función de intermediario respecto a los demás, todos son laicos, seglares, en el sentido más literal de la palabra. "En Islam no tenemos autoridades", dicen; aunque de hecho se reconoce tácitamente una jerarquía en los hombres de religión. Tampoco tienen un magisterio espiritual propiamente dicho; el sabio espiritual, como el almuédano o el iman, son tan laicos como cualquier creyente, son simples funcionarios. El Islam ignora teóricamente la jerarquía, es anticlerical por naturaleza. Esta comunidad que crea Mahoma es teocrática, o más exactamente logocrática. El Corán es una palabra, es la ley a la que debe referirse todo valor humano y creado. “El Corán, Palabra de Dios, ocupa para el musulmán el lugar que ocupa Jesús, Palabra de Dios, para el cristiano” (Mohammed Talbi). El texto conservado junto a Dios desde la eternidad desciende (el “nuzul”) sobre Mahoma, cuyo papel es de mero transmisor. El texto es la revelación, es fundador y es norma de tradición; no como en la tradición judeo-cristiana donde las sucesivas reelaboraciones del Libro son testimonios de la revelación a través de la historia del pueblo, está sujeta a normas que las preceden y se presenta abierto a una pluralidad de lecturas.
En el Islam nadie puede meterse, interferir, en la conciencia personal de un musulmán. "Tú eres musulmán, yo también lo soy; tú debes corregirme, yo también a ti; pero no te interfieras entre mi conciencia y yo", dijo cierta vez a un correligionario un viejo profesor musulmán.
Y finalmente, también hay que decir que esa comunidad se siente instintivamente abierta al reclutamiento universal; tal cual los cristianos.
Resumiendo esta idea de la comunidad, el Islam quiso ser -también el cristianismo "quiso ser"- no una religión nueva, sino el recuerdo de lo de siempre; no una doctrina, sino una actitud nueva. El Islam no es una doctrina, sino una actitud, un talante nuevo de rendición incondicional a Dios, como lo hizo Abraham, la gran obsesión del Islam. El Dios del Islam no es algo que se explica sino alguien que implica. No es un sistema religioso de poder, sino una comunidad de hermanos iguales, plenamente laicos o seglares, regidos por la voluntad de Dios.
De una vez por todas: ¡No es un grupo de puros, sectarios y fanáticos!
Lo que habría que decirles a algunos cuantos musulmanes es que vuelvan a las fuentes y se llenen de ese espíritu.
Lo importante es que todos, musulmanes, budistas, hindúes, judíos o cristianos nos convirtamos de verdad, de una vez por todas, a Dios. “Convertirnos a Dios" no "cambiar de religión". Los caminos importan menos, porque llevan todos al mismo sitio. El misionero que sólo se preocupa de convertir a la gente cambiándola de religión no es nada más que un funcionario de la religión, lo mismo que puede serlo de un partido. Si se estuviera convertido a Dios ya no habría prejuicios, odios ni guerras; hablaríamos el mismo idioma y los verdaderos falsos dioses de los intereses materiales de los imperialismos quedarían al descubierto.
También hay que recordar que el Islam no contiene en absoluto un sistema detallado de sociedad que los fundamentalistas quieren implantar, volviendo a no sé dónde. También los cristianos hemos tenido esa tentación, pero por suerte la historia no se repite... El Islam se limita a algunos principios generales, pero de los que no se puede sacar un código detallado, menos aún aplicable a todo tiempo y lugar. Gracias a Dios actualmente los teólogos musulmanes, los pensadores, hablan ya con un lenguaje y una problemática nueva. Se juegan mucho, porque es una sociedad donde no hay libertad (no por el Islam ya que como palabra de Dios da toda la libertad al hombre que Éste le ha otorgado desde el principio de los tiempos), sino porque los hombres del Islam y los poderosos se sirven de él como se han servido del cristianismo los poderosos de otros tiempos.
En definitiva, la libertad que hoy tenemos no ha sido por una conversión del cristianismo, sino porque la sociedad se ha secularizado.
Quien esto escribe y publica hoy lo puede hacer no porque la Iglesia institución le haya dado derechos, sino porque la Iglesia no tiene derecho ahora sobre mí en este plano intelectual.
En la península Ibérica europea hace quinientos años atrás muy probablemente sería quemado en una hoguera acusado de “herejía” (cuando hace más de mil quinientos que los verdaderos herejes felsificadores del evangelio de Jesús ocupan altos cargos de “jerarquía” en la iglesia).
Y sin ir tan lejos, en la Argentina de hace treinta años atrás todavía la hubiera pasado peor...
Bibliografía de consulta
Los Maronitas - Fearab Córdoba
Para sentir con la iglesia – Vitorio Emanuele Vernole
Cristianos del Líbano se convierten en "última esperanza" de oriente próximo
11-Julio-2006 -- ACI Prensa Servicios de Noticias.
La fe del Islam nos cuestiona – Leonardo Boff
La fe cristiana al encuentro con el Islam – Jean-Luc Blaupin
¿Y si el Islam fuera otra cosa? – Prof. Padre Emilio Galindo Aguilar
Presentación general de la religión del Islam – Alí Altantani
Almanaque Mundial 2007 – Editorial Televisa
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