jueves, 15 de enero de 2009

Vía Crucis de Padre Obispo Enrique Angelelli

Vía Crucis de Padre Obispo Enrique Angelelli
Las catorce estaciones del Pastor

Iª Estación
1964. Angelelli es removido en sus funciones de obispo auxiliar de Córdoba.

Primero como sacerdote y luego como Obispo Auxiliar de Córdoba (designado por Juan XXIII) y siendo además Licenciado en Derecho Canónico, Angelelli dicta clases en el seminario y en colegios religiosos; llega a ser rector del seminario, es asesor de la Acción Católica y de la Juventud Universitaria Católica y funda en esa capital la Juventud Obrera Católica. En su intensa tarea pastoral se dedica a visitar las populosas barriadas cordobesas manejando su motoneta, vehículo corriente entre los obreros de la época. Los aires del Concilio Vaticano II y del documento de los obispos de Medellín soplaban fuerte en la impronta del joven obispo y de los sacerdotes que lo secundaban, publicando sus ideas renovadoras en un importante diario local.
Esto es muy mal visto por los sectores empresariales, tradicionales y aristócratas cordobeses que presionan al nuncio apostólico, Humberto Mozzoni, quien condena los escritos y releva a Angelelli y los demás sacerdotes de sus tareas pastorales, sufriendo el joven Angelelli su primer persecución.


IIª Estación
1968. Angelelli Obispo de La Rioja. Odio y difamación de los poderosos riojanos.

Pablo VI lo nombra Obispo de La Rioja. “Mi querido pueblo riojano, aquí tienen al obispo, hermano en la debilidad de todos los hombres, un cristiano como ustedes. No vengo a ser servido sino a servir. Servir a todos, sin distinción alguna. Como Jesús, quiero ser servidor de nuestros hermanos los pobres...”
“Con un oído en el Pueblo y otro en el Evangelio” llegaba hasta los ranchos a conversar y tomar mate. A pesar de su dignidad episcopal mantenía un trato fraternal con su feligresía, especialmente los más pobres. Pretendía que éstos no sólo cubrieran sus necesidades materiales sino que, además, valoraran su tierra, su cultura, su historia y reconocieran su dignidad de hombres y mujeres, haciéndola valer.
Al igual que en Córdoba, era mal visto por la aristocracia riojana un obispo que promovía a los pobres creando una alteración del orden impuesto por los que se creían dueños de la provincia. Más aun, cuando denuncia a los poderosos “por usufructuar la usura, la droga y la prostitución de La Rioja, generadoras de la pobreza”.
Al igual que entonces, se gana el odio y el ensañamiento de éstos.


IIIª Estación
1970. Escándalo en la figura de Angelelli y contra la dignidad de los Hijos de Dios.

Con la bendición del obispo, el militante cristiano Wenceslao Pedernera funda el Movimiento Rural de Acción Católica que un año después adquiere carácter diocesano y está enmarcado dentro del movimiento cooperativo donde se han desarrollado en la capital provincial con excelentes resultados una relojería, una panadería y una productora de frutas frescas, frutas secas y aceitunas en el interior de la provincia, animando también a las escuelas rurales.
Fuerte rechazo de los latifundistas de La Rioja. En noviembre de ese año dos miembros reaccionarios de la curia riojana renuncian y un grupo de laicos comienzan una campaña de difamación contra Angelelli. Llega a la provincia el grupo de ultraderecha “Familia, Tradición y Propiedad” que ataviados con capas y estandartes rojos recorren las calles de La Rioja atacando la acción pastoral del obispo.
En la Navidad de ese año Angelelli profundiza sus gestos celebrando el pesebre de Belén, en la misa de nochebuena, en el humilde barrio San Vicente bajo el alero de un rancho. El cáliz es la taza de un vecino; el altar, una vieja mesa del rancho de al lado y es alumbrado con dos faroles de otros tantos ranchos.
Indignación de la aristocracia riojana.


IVª Estación
Abril de 1971. Angelelli expulsa a los mercaderes del templo.

Angelelli organiza la “Comisión de Lucha Contra la Usura”. En el invierno de ese año, 94 familias forman una cooperativa campesina acompañadas por Cáritas Diocesana y la Acción Católica de La Rioja a instancias del obispo. Fuerte oposición de los terratenientes de La Rioja que atacan directamente a Angelelli con difamaciones públicas. El 13 de junio, en la celebración de San Antonio en Anillaco, los padres Antonio Puigjané y Jorge Danielini junto a Angelelli son insultados y calumniados a través de altavoces y es apedreado el templo ante la pasividad de la policía. Angelelli decide suspender la celebración e impone una sanción canónica a 13 participantes de la agresión, consistente en no permitirles asistir a oficio religioso ni recibir sacramento alguno hasta que no mostraran arrepentimiento. Entre los atacantes se encontraban los terratenientes Amado, Cesar y Omar Menem.


Vª Estación
Diciembre de 1971. Censuran en Angelelli la voz de los que no tienen voz.

La radio LV-14 prohíbe la difusión de las homilías dominicales de Angelelli. Para la Navidad de este año 1971 la misa de nochebuena es celebrada en medio de la absoluta pobreza del barrio Córdoba Sur, bajo un algarrobo. Diría Angelelli: “vinimos aquí, con estos amigos y hermanos que viven muy precariamente, casi no tienen techo, muchos días les falta el pan y les falta el agua. Y como lo más lindo que tienen es el algarrobo, acá estamos haciendo el milagro, todos apretados como una gran familia”.


VIª Estación
3 de Marzo de 1972. El rebaño del Obispo Angelelli empieza a sangrar.

Agreden brutalmente al párroco de Famatina, en La Rioja, el jesuita Aguedo Pucheta y a otros dos militantes cristianos, una patota de nueve personas movilizadas en una camioneta; debiendo ser hospitalizados con fracturas, contusiones y hematomas. La agresión fue relacionada por la prédica en favor de los trabajadores rurales y pequeños productores de nueces. Diría Angelelli: “Hermanos sacerdotes, religiosos y religiosas: en el signo dado por nuestro hermano atacado en Famatina, descubramos todo lo que exige de nosotros la opción de consagración al servicio del pueblo, conque queremos caminar hasta dar la vida si es preciso”.
En mayo de 1972 detienen a los sacerdotes Antonio Gill y Enri Praolini acusados de tener complicidad con la subversión. Angelelli y trece sacerdotes más se presentan ante el Supremo Tribunal de Justicia y se ofrecen a quedar detenidos en solidaridad con ellos. Para esa época la detención de sacerdotes ya era una práctica común en la provincia.


VIIª Estación
1973. Los escribas condenan al buen pastor Angelelli.

El diario “EL Sol”, propiedad de Álvarez Saavedra -informante de los servicios de seguridad, dueño del hotel más importante y del casino de La Rioja- cuestiona las homilías de Angelelli y difunde toda clase de infundios, injurias, calumnias y sataniza al obispo extendiendo el ataque a todo su presbiterio. Calificaciones como “comunista, tercermundista y guerrillero” pretenden desprestigiar la pastoral del obispo.
La prensa cómplice, partícipe de la opresión del pueblo riojano y atada a la idolatría del dinero pretende pontificar sobre cristianismo...


VIIIª Estación
1973. El odio a Angelelli y a su pastoral del amor.

Para esa época, dos monjas de la pastoral de Angelelli viven en Los Cardonales en un rancho con lona, con una sola piecita para dormir, la letrina lejos -como todos- y un pico de agua común. Estas hermanas son profesoras y se emplean como domésticas haciéndose carne con las que más sufren. Desde el barro ayudan a esas mujeres que son despreciadas y usadas, luchando para que la sociedad las ponga en el lugar que les corresponde. Forman el sindicato del sector para defender a sus compañeras de labor, juntando ciento cincuenta afiliadas con ellas incluidas.
En las antípodas de esto, en agosto de 1973, una patota de doscientas personas arriban a Aminga desde Anillaco en veinticinco autos y destrozan la Sede del Movimiento Rural Diocesano donde queman biblias, evangelios e imágenes de santos; y atacan la casa de las Religiosas de la Asunción, saqueando y profanando el templo y elementos para el culto. Los informes señalaban como responsables a Manuel Yañes y a Amado, Cesar y Omar Menem.


IXª Estación
Noviembre de 1973. Los fariseos niegan al Profeta.

El arzobispo de Santa Fe, Vicente Faustino Zazpe, es enviado por Pablo VI para juzgar e informar sobre la pastoral de Angelelli. Fuerte presión de la aristocracia riojana sobre Zazpe que dio por concluida la visita “ante la abrupta conclusión del diálogo y el clima de violencia creado“. El informe dice: “con emoción profunda he visto el deseo de pacificación y unidad, y constatado su actitud de fidelidad a la Iglesia de ayer y de hoy, que desde su esencial continuidad quiere vivir las consignas del Concilio Vaticano II, de Medellín y de ser una Iglesia servidora de los pobres. El obispo sirve desde el Evangelio y en unión con el Papa”.
Los poderosos se retiraron violentamente, difundiendo por altoparlantes marchas militares, insultando a Angelelli y desaprobando a Zazpe.


Xª Estación
1974 - 1975. Redimir con sangre los pecados del Pueblo de Dios.

La Triple A (Acción Anticomunista Argentina) hace su arribo a La Rioja. El gobernador Carlos Menem cierra el diario “El independiente”, único medio que apoyaba al obispo, y se limita a informarle que “su vida corre peligro”. Angelelli recibe las primeras amenazas de muerte. Comienzan masivos ataques y detenciones a su iglesia-comunidad. En abril de 1975 Angelelli decía: “queremos un futuro distinto del que estamos viviendo, queremos cambiar las armas por instrumentos de trabajo para que a nadie les falte el pan, queremos cambiar el odio por el amor fraterno, la mentira por la verdad, los negociados por una justa distribución de los bienes que nos ha dado para todos; queremos cambiar una situación política en la que el poder es de unos pocos por otra en que el pueblo sea verdaderamente protagonista... Todo esto queremos y mucho más”.
Sin respuesta a sus exhortos, el 1º de enero de 1976 tendría que decir: “los servicios de inteligencia del Chamical comenzaron a presionar. El provicario castrense Victorio Bonamín predicó en la base aérea de esa ciudad que el pueblo argentino había cometido pecados que sólo se podían redimir con sangre”. El 12 de febrero fueron detenidos el vicario general de la diócesis de La Rioja, Esteban Inestal y dos jóvenes del Movimiento Rural Diocesano, Carlos Di Marco y Rafael Sifré. El 25 de febrero escribe Angelelli al Episcopado Argentino pidiendo que se profundice la colegialidad episcopal y ofreciendo su renuncia. Nunca hubo contestación.


XIª Estación
Marzo de 1976. El descenso a los infiernos de la Iglesia de Angelelli.

El jefe de la base aérea del Chamical, vicecomodoro Lázaro Aguirre, interrumpe una homilía del obispo acusándolo de hacer política, cuando Angelelli señala la responsabilidad social del cristiano. Angelelli suspende la celebración de los oficios en la capilla de la base. Al día siguiente detienen al sacerdote Francisco Gutiérrez García por complicidad con el obispo. El 24 de marzo esta base aérea se hace cargo de la policía provincial. Detienen por cuatro días al Padre Aguedo Pucheta para interrogarlo. En Olta era detenido el párroco Eduardo Ruiz junto con su hermano y está seis meses preso. La hermana Marisa de la comunidad de la misma parroquia fue demorada. El 28 de marzo interrogan por horas a los sacerdotes Francisco Canobel y Carlos de Dios Murias, mientras que Gabriel Longville es advertido.
El 26 de abril los sacerdotes de La Rioja escriben a Zazpe “nuestra situación se torna cada vez más asfixiante y difícil, nuestro ministerio es vigilado y tergiversado, nuestra actividad es tildada de marxista y subversiva. No es el pueblo riojano quien procede de esta manera, sino el grupo de siempre”. Angelelli agregaría: “La caza de brujas anda en toda su euforia. Esta vez no se podrá decir que no informamos (a la Conferencia Episcopal). Por cierto que no somos los únicos, pero es hora de que la Iglesia de Cristo en la Argentina discierna a nivel nacional nuestra misión y no guarde silencio ante hechos graves de se vienen sucediendo”. Nuevamente obtuvo sólo silencio.


XIIª Estación
Junio de1976. Angelelli recibe las respuestas de Pilatos y los Sumos Sacerdotes.

Por sugerencia del obispo, seis sacerdotes salen de La Rioja. Otras tantas religiosas son detenidas y prontuariadas al entrar a la capital. Se multiplican las detenciones y los allanamiento, en especial en el clero y los militantes cristianos afines al obispo. El julio Angelelli denuncia persecuciones y asesinatos. Le reclama al jefe del IIIº cuerpo de ejército, Luciano Benjamín Menendez, que cesen las agresiones a su Presbiterio. “El que se tiene que cuidar es usted” obtuvo como toda respuesta del militar. Pide al Episcopado, en la persona del cardenal Primatesta, una declaración conjunta en contra de la violencia de estado porque teme por la vida de su gente. “Estoy sólo entre mis hermanos obispos” le escribió al obispo de Santa Fe, Vicente Zazpe. El Episcopado Argentino como órgano colegiado lo deja solo y le da la espalda. Sólo unos pocos obispos, De Nevares, Hesayne, Novak, Ponce de León y el mismo Zazpe lo apoyan.


XIIIª Estación
Julio de 1976 – La sangre del rebaño de Angelelli ha sido derramada.

El 18 de julio de 1976 personas que se presentaron como Policía Federal secuestran y matan a dos de sus sacerdotes, Carlos de Dios Murias y Gabriel Longville en Chamical. El 25 de julio Masacran frente a su familia en Sañogasta al militante cristiano Wenceslao Pedernera perteneciente a la parroquia local y las cooperativas agrarias.
Ya era demasiado tarde. La sangre pascual de los Hijos de Dios había sido regada por el suelo riojano. Diría Angelelli: “lo que se busca aquí es herir al pastor para destruir al rebaño. Por eso yo me tengo que quedar, aunque tenga que dar la vida”.


XIVª Estación
4 de agosto de 1976. El Pastor va a habitar la Casa del Padre.

“La cosa está muy fea, en cualquier momento me van a barrer; pero no puedo esconder el mensaje del Evangelio debajo de la cama”, le confió Angelelli a su sobrina Marilé. De vuelta de Chamical y acompañado por el padre Arturo Pintos -habiendo terminado de recabar información sobre los homicidios recientes- es interceptado sobre la ruta 38, cerca de Punta de los Llanos, por dos vehículos que hacen volcar la camioneta en que viajaban. El obispo fue arrastrado fuera del vehículo y asesinado sobre el asfalto. El maletín con la documentación sobre los asesinatos fue visto posteriormente en el despacho del ministro del interior, Albano Harguindeguy.
El martirio estaba consumado.

En el día del sepelio más de seis mil almas se reunieron para despedir los restos de Angelelli en la misa que presidió Vicente Zazpe y fue concelebrada por nueve obispos y setenta sacerdotes. El sentimiento del pueblo era claro: habían asesinado a su pastor.
Después de cerrar diligentemente la investigación caratulándola como "accidente de tránsito fatal" -haciendo caso a la versión que die­ron las autoridades militares-, la fiscal Martha Guzmán Loza pidió a la justicia riojana archivar las actuaciones por considerar que el he­cho “no constituía delito” a lo que dicho poder judicial hizo lugar.
El Episcopado Argentino, como cuerpo colegiado, silenció el crimen y el encubrimiento; aceptando la versión militar como la oficial de la iglesia-institución. Sólo los obispos De Nevares, Novak y Hesayne denunciaron públicamente el hecho como asesinato.
Con respecto a las muertes del laico Wenceslao Pedernera y los sacerdotes Gabriel Longville y Carlos de Dios Murias, pasaron rápidamente al olvido de la justicia. A pesar del ocultamiento de pruebas y negligencias de la policía y de que el nombre de “Gordon” fuera indicado por el propio Angelelli a la gente del Chamical antes de su último viaje -además de que fuera visto pasearse por las calles de esta ciudad con varios desconocidos- nadie fue imputado ni detenido por el crimen.

En 1984 dos testigos denunciaron al general Pedro Malagamba (jefe del área operativa La Rioja en la lucha contra la subversión) y al comodoro Luis Fernando Estrella como responsables del “operativo cuervo”, por el cual fueron secuestrados y posteriormente interrogados y torturados en la base experimental de la Fuerza Aérea (CELPA) en Chamical por el general Malagamba, el comodoro Estrella, el comodoro Aguirre (jefe de la base y de Estrella) y por los comisarios de la Policía Provincial de La Rioja: Domingo Vera, Jorge Ocampo y Juan Carlos Romero.
El 23 de febrero de 1987, la Cámara Federal de Apelaciones convirtió en prisión preventiva rigurosa la detención que venían cumpliendo Malagamba y Estrella por encontrarlos responsables en primera instancia del asesinato de los sacerdotes.
Pero finalmente, el 18 de marzo del mismo año, tras el pedido del fiscal de la Cámara Federal Humberto Vidal para que quede sin efecto la prisión de todos los imputados por considerar “débil sustento” las pruebas en contra, quedaron en libertad el general, el comodoro y los tres policías implicados en los crímenes por “falta de mérito”.

En 1986, al cumplirse veinte años de la muerte del obispo Angelelli, doce obispos y más de cien sacerdotes de 23 diócesis, con la adhesión de va­rios prelados latinoamericanos, se reunieron en el lugar donde apareció muerto Angelelli. Entre los diocesanos de la Argentina se encontraban el obispo local, Fa­briciano Sigampa; Miguel Esteban He­sayne, emérito de Viedma; Joaquín Piña, entonces obispo de Iguazú; Pedro Olme­do, de Humahuaca y Omar Colomé, de Cruz del Eje. También llegaron a La Rioja los obispos de Chiapas, México, Sa­muel Ruiz; de Araguaia, de la amazo­nia brasileña, Pedro Casaldáliga; Al­bano Quinn y Paco D`Alteroche, am­bos de Perú; Mario Melanio Medina, de Paraguay; y Heriberto Hermes y Austragesico Rico, también del Brasil.
También participó del oficio reli­gioso el premio Nóbel de la Paz, Adol­fo Pérez Esquivel.
Entre los políticos sólo asistieron autoridades provinciales. No asistió el entonces presidente Carlos Menem, hermano de tres de los principales conspiradores contra Angelelli, quien se limitó a tener palabras de elogio para el obis­po Angelelli durante una conferen­cia de prensa realizada en Anillaco.
Alrededor de las 15, hora en que se calcula perdió la vida An­gelelli -al igual que Cristo- los obispos besaron el lugar donde apareció muerto.
En marzo de 1984, el juez riojano Aldo Morales recaratuló el expedien­te como "homicidio calificado" ya que la in­vestigación demostró que "la muer­te de Angelelli no obedeció a un ac­cidente de tránsito sino a un homi­cidio fríamente premeditado".
En un escrito publicado con moti­vo del vigésimo aniversario de la muerte del obispo, el jurista Ricardo Mercado Luna recordó que en marzo de 1988 la Corte Suprema de Justicia de la Nación resolvió derivar la cau­sa a la Cámara Federal de Córdoba, dirimiendo una cuestión de compe­tencia por "presumir que el crimen había sido cometido mediante la uti­lización del aparato organizado por el poder, destinado a la alegada ejecución de criminales para combatir la subversión".
El tribunal resaltó “la posibilidad de que las órdenes que originaron los presuntos delitos emanaran del Tercer Cuerpo de Ejército”, señalando así como responsable al comandante general Luciano Benjamín Menendez.
La causa derivó en la imputación por la autoría material del asesinato a tres militares: el capitán José Carlos Gonzáles y los suboficiales Luis Manzanelli y Ricardo Otero.
En junio de ese mismo año, el fiscal de Cámara solicitó la aplicación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final para todos los imputados.
En abril de 1990, la ley de punto final extinguió la acción penal contra los tres militares implicados por el atentado.
Durante los dos gobiernos del presidente Carlos Menem y el posterior de Fernando de la Rua ninguna causa pudo prosperar en pos de la verdad histórica y la justicia.

En agosto de 2005, tras la anulación de las leyes de obediencia debida, el presidente Néstor Kirchner impulsó la reapertura de la causa. En ese marco, el general Luciano Benjamín Menendez fue citado a declarar imputado de numerosas causas penales por delitos de lesa humanidad pero se negó a responder por considerar que “estos juicios son inconstitucionales”, quedando bajo prisión domiciliaria en Córdoba.
En La Rioja también se investiga la posible participación de civiles en el asesinato.
Con motivos de los treinta años del asesinato de Angelelli, el presidente Kirchner declaró la jornada de “duelo nacional” y encabezó un homenaje en el salón blanco de la Casa Rosada donde asistieron representantes de la Iglesia y organizaciones de Derechos Humanos, como las Abuelas de Plaza de Mayo, en especial la riojana Alba Lanzilotto, de fuerte militancia social junto al obispo Angelelli. El cardenal Bergoglio y treinta obispos oficiaron misa en la capital riojana en el acto de recordación del martirio de Angelelli. Hasta la edición del presente trabajo la causa sigue adelante.

Ser Testigo de la fe en Cristo y serle fiel a su palabra en los años setenta en nuestro país era verdaderamente entregar la vida, a veces, hasta la muerte.
Los verdugos de ayer, como los perseguidores de hoy, admiten un cristianismo formal, pero de ningún modo un compromiso con los pobres que busque su liberación. Aceptan la devoción de la fe pero jamás la acción o el compromiso que implica esa misma fe. Apoyan a una religión que hable del “más allá”, pero no toleran que sea coherente en el “más acá”, que sea testigo del Reino de Dios en el mundo.
Y es así como esta Iglesia que es cada uno de sus hijos por la gracia del bautismo y la predicación del Resucitado, se hace mártir; no por elección de una muerte violenta que es impuesta, sino por elección a una forma de vida que a veces puede conducir a eso. Porque Mártir quiere decir justamente eso: Testigo.
Angelelli fue Testigo-Mártir porque eligió descubrir y acatar la voluntad de Dios en ese momento histórico y en ese lugar geográfico y existencial de su Pueblo.
Fue Testigo-Mártir porque fue verdadero Pastor que se resistió a predicar la resignación, a hacer del Evangelio un ritualismo cumplidor de preceptos canónicos.
Fue Testigo-Mártir porque cuestionó con sus palabras, con sus gestos y con sus opciones de vida formas no humanas y no cristianas de relaciones entre semejantes.
Fue Testigo-Mártir porque fue perseguido por amor a la Justicia que honra al hombre, a la mujer y a la Verdad que lo hace libre.
Fue Testigo-Mártir porque no buscó su martirio sino que se lo impusieron violentamente; como a Cristo, el Mártir por excelencia.
Y fue Testigo-Mártir porque antes de defender su vida defendió su causa, su convicción religiosa, su fidelidad a Dios y a su Pueblo, y la amó tanto, pero tanto, que la defendió hasta entregar su propia vida.

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