El vuelo del profeta
por Gabriel Andrade
En algún momento entre el jueves 5 y el viernes 6 de julio un pájaro rebelde voló.
Algunos hombres y mujeres del Bajo Saladillo aseguran que lo vieron pasar volando por el barrio; haciendo un remolino con las hojas amarillas que el invierno dejó de alfombra en una placita, a manera de cariñoso saludo. Dicen que luego picó directo hacia el cielo haciendo un agujero en una nube por donde se filtró un rayo de sol que a todos les besó la cara.
También se comenta que, por esas horas, una hechicera del arroyo aseguraba haber tenido la visión de que en una tierra prometida sin tiempo ni espacio, los ángeles atorrantes exiliados de los altares oficiales organizaban una fiesta a la que invitaban a miles de mártires testigos del amor y la coherencia, para recibir a un tal Santiago Mac Guire.
Nadie puede decir que no fue así y yo quiero pensar que de veras ocurrió.
Lo cierto es que este enorme cristiano conocedor de filosofía, lenguas clásicas, teología y especialmente de las penas y los sueños de los pobres que tanto amó, se fue en silencio dejando un ejemplo de compromiso y fidelidad al sacramento del sacerdocio que abrazó; porque así lo sentía, como “un sello indelegable, con o sin sotana”.
Participante de los movimientos de sacerdotes de la década del 60 que encarnaron la línea pastoral del Concilio Vaticano II, luchó desde su rancho del Saladillo para dignificar a los bienaventurados por los que amorosamente optó. Entró en conflicto con la oficialidad del obispado rosarino por hacer y escribir cosas como que “no es en las consideraciones teológicas, ni usufructuando frases bíblicas que reestableceremos la justicia en el mundo sino mirando al hombre integral, objeto de la redención de Cristo, ese de la opción por los pobres” y -al igual que Jesús- fue traicionado, encarcelado, hambreado, humillado, torturado y finalmente expulsado. Pero aún con tanta perfidia no pudieron hacerle desestabilizar su equilibrio, porque como a él mismo le gustaba repetir “la venganza no es menos vanidosa y ridícula que el perdón”.
Todo un testimonio de vida. Todo un ejemplo del que nutrirse para seguir. Todo un padre.
Y como los que no tenemos la suerte de tener a nuestros padres con nosotros sabemos que la mejor manera de recordarlo es a través de sus palabras, no encuentro mejor manera de homenajearlo que a través de uno de sus textos.
Sin flores, sin pésames. Solamente con una sonrisa y quizás una pequeña lágrima, tal vez como símbolos de la fe en el vuelo del espíritu y de nuestra inevitable tristeza humana...
A LOS HIJOS - por Santiago Mac Guire; de su libro “Personas y Conceptos”
Los hombres y mujeres del mañana no se hacen de un día para el otro. La solidaridad, el amaos los unos a los otros, no se improvisa. Si no hay una práctica que rompa con el egoísmo que llevamos dentro; ese niño caprichoso que llevamos nos convertirá en seres solitarios a pesar de la simpatía física y otros atractivos.
Los gestos heroicos de los grandes hombres y mujeres comenzaron siendo pequeñas atenciones al compañero necesitado.
Si no sabemos compartir con naturalidad nuestro pan con el que no tiene, y comer por igual, no vamos a formar nunca la gran familia humana.
Nada es mío, nada es tuyo.
El día que no compartimos, no somos dignos de rezar el “Padre Nuestro”...
jueves, 15 de enero de 2009
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