jueves, 15 de enero de 2009

LA NAVIDAD DE EMMANUELL

E
l ángel del futuro se le presentó a María y le dijo: “Alégrate, hija de la comunidad de los humildes, eres la amada y favorecida del Señor”.
La sombra del Altísimo cubrió la carpa desde donde acampaba por la dignidad de los Hijos de Dios y su alma se mostró impresionada a través de unos mansos ojos negros.
Pero el ángel le dijo: “No temas María, vas a quedar embarazada y darás a luz una hija a la que le pondrás de nombre Emmanuell. Será grande ante Dios y su Pueblo y su fe de verdad y justicia reinará por siempre”.
María entonces dijo al ángel: “¿Cómo podré ser madre si hace años que he quedado infértil?”, a lo que el ángel contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y te llenará de gracia. Tu vientre será el arca santa donde se albergará el Espíritu y manifestará la grandeza de tu condición de mujer. El Dios Salvador debe ser recibido por un corazón virgen de un nuevo pueblo que depone sus egoísmos para poner su porvenir en el proyecto liberador del Señor. Por eso su lucha será santa y con razón la llamarán la Utopía del Señor. Cuando su Pueblo camina con verdadera fe, Dios hace que nada sea imposible”.
Dijo María entonces: “Soy la servidora del Señor; hágase en mí según su voluntad”. El soplo del Espíritu agitó sus largos cabellos negros y una luz creció hasta hacerse plena resplandeciendo en la carpa de María, mientras el resto de la ruta cortada por piquetes y poblada a sus lados con decenas de carpas que resistían injusticias, permanecían bajo su sombra.

En esos días, el presidente del estado que ocupaba la antigua “tierra sin mal” de los guaraníes decretó un censo entre las comunidades para identificar, intimidar, y eventualmente reprimir, a los que luchaban por el Reinado de Dios en su justicia.
Todos debían obedecer las leyes de muerte que imponía el poder opresor y para eso debían ser identificados cada luchador social en un padrón que crearía el Servicio de Inteligencia del Estado. Lo inadmisible de la nueva humillación generó mares de gente, cuyas olas encolumnadas rugían fuerte la oposición al proyecto, castigando con indignación a cada capital importante de la república.
María y sus compañeros peregrinaban en una inmensa columna desde el sur, cuando cayendo la noche del 24 de diciembre y habiendo llegado a la ciudad de Rosario, le llegó el momento de tener a su hija.
Como en el hospital público no había lugar, su compañero y algunos amigos llevaron a María hasta una escuela tomada donde le dieron cobijo.
Dos madres de la plaza atendieron a María durante el parto y sus pañuelos blancos sirvieron para envolver la vida recién nacida. Un florista dio en ofrenda su canasto perfumado y con guardapolvos blancos como sábanas, improvisaron un pequeño catre para Emmanuell.
La claridad de la gloria del Señor rodeó por todas partes los millones de hombres y mujeres que marchaban en todo el país y el ángel del futuro se les apareció y así les habló: “No teman, porque yo vengo a comunicarles la buena nueva que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy ha nacido Emmanuell. Dios está con ustedes y ha puesto su carpa en medio de la historia. Ha encarnado y se ha hecho humilde porque su pueblo es humilde. Ha nacido insignificante ante los ojos de un poder traidor a su pueblo y ante la cobardía disfrazada de paz y realismo, en medio de la dominación más criminal de la historia, que niega al Dios vivo entre nosotros. Pero ya ha nacido y vivirá hasta el final de los tiempos en esas obras que expresan la irrupción de su Reino en cada momento y como germen de vida de cada Hijo de Dios. A partir de esto, pueden gritar con gozo que el Reino ya está entre nosotros. Así que a partir de hoy ya pueden vivar con verdadera alegría, que es lo que constituye las reservas de esperanza y de transformación de la vida humana, impidiendo que el sufrimiento se convierta en tristeza, en amargura y en encierro sobre sí mismos y les haga perder la creatividad y la libertad que el Espíritu infunde en cada uno de ustedes. Emmanuell ha nacido y con ella el signo de que el Dios liberador ha venido a vendar los corazones rotos, a pregonar a los cautivos su liberación y a los reclusos su libertad”.
Después, una multitud de seres celestiales, testigos y mártires de todos los tiempos, aparecieron en torno al ángel y cantaron: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra gracia y paz, justicia y libertad; pan, trabajo y dignidad a todos los hombres y mujeres que aman y cumplen la voluntad del Señor”.

Gabriel Andrade
navidad de 2002.

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